Categoría | Destacados, Editorial

Qué nos pasó con las PASO

En 1981 o cerca del 82’ un general del Ejército Argentino, que usurpaba el cargo de Presidente de la Nación, con voz ronca y amenazante le decía al pueblo argentino y a los políticos que no se impacientaran, las urnas están bien guardadas. Mensaje claro:no sueñen con elecciones. Los militares golpistas del 76’ no querían que el pueblo votase a pesar de los reclamos cada vez más fuertes de todos los sectores populares. La aventura frustrada de Malvinas precipitó un cambio no deseado por los dueños del poder. La dictadura había jugado una carta muy brava para perpetuarse en el gobierno y les fue (nos fue) muy mal.Irremediablemente, frente a una dolorosa derrota y ante el clamor del pueblo, los militares se resignaron a desempolvar aquellas urnas que estaban bien guardadas.
Después de siete años de gobierno de facto, el pueblo recuperaba su derecho al voto. Había que retomar la vedada gimnasia democrática. En 1983 se convoca a elecciones. Muchos jóvenes de 24 o 25 años no habían votado nunca en su vida. Por primera vez iban a ser protagonistas, podrían elegir a sus autoridades. Seguramente para esos jóvenes debutantes fue una experiencia inolvidable. Aquellas elecciones nacionales, provinciales y municipales fueron un ejemplo de ciudadanía comprometida. Ser convocado como presidente de mesa, después de siete años sin votar, no sólo era un reto sino también un honor. Entonces no se impartían cursos a las autoridades de mesa, tampoco se les pagaba un centavo. Sin embargo no hubo noticias sobre faltazos, renuncias u otro tipo de excusas para no cumplir con la carga pública. Desde entonces, felizmente, tenemos elecciones cada dos años.De a poco fuimos retomando el ritmo democrático y a sentir que votar era sumamente normal.
Lo cierto es que esta sana y buena costumbre de poder elegir libremente a nuestros gobernantes parece haber perdido vigor y entusiasmo entre la ciudadanía. Algo así como decir, protestando quejándonos: ¡otra vez hay que votar! Esta triste sensación está flotando en nuestro ambiente desde el domingo 19 de abril cuando debimos concurrir a las PASO. Poco más del 75% del padrón electoral cumplió con su obligación, muchísimos presidentes de mesa no cumplieron con su obligación, a pesar de que se les pagaba una suma de dinero. Fue noticia nacional el repentino ataque de enterocolitis o diarreas que afectó simultáneamente y particularmente a las personas que fueron designadas como autoridades electorales. Lo que antes fuera un motivo de orgullo, hoy parece un castigo. ¿Por qué? ¿Será que esta rutina democrática nos hizo olvidar las penurias de la dictadura? Esperemos que no.
Algo nos indica una marcada desaprensión frente a un acto electoral. Desinterés, desinformación, descreimiento. Esta última experiencia electoral debe ser motivo de reflexión tanto para los políticos de profesión como para la ciudadanía en general. La indiferencia democrática no es buena señal. No perdamos la memoria por una comodidad dominguera. Nunca más permitamos que nos digan que las urnas están bien guardadas. Sólo participando y comprometiéndonos responsablemente como ciudadanos seguiremos creciendo y construyendo una sociedad más justa.

Deje su comentario