Mendoza es tradición en sus parrales.
Cuando le va brotando el verde al espaldero
y le crecen zarcillos a las viñas,
un paisaje precoz muestra setiembre.
¡Y a poco de nacer la primavera,
el sol se ha enamorado de mi tierra..!
En la pródiga viña que se entrega
en el fruto redondo,
el color del verano ha madurado
en los racimos combos.
Maduro es el esfuerzo repetido,
maduro el don, madura la confianza.
Una ancestral canción se despereza
rotunda en la esbeltez de los racimos.
¡Y todo canta en mi tierra
Madurada de vendimia..!
Se vuelve una canción la madrugada
cuando presiente el paso emocionado
de la cuadrilla de cosechadores.
Se vuelcan en el aire los silbidos
que recrean tonadas,
y se abrazan de amor en la distancia
las viñas tumultuosas.
Se hermanan en los tachos y tijeras
los de Salta o La Rioja,
Tucumán o Bolivia…
Hoy ha sido la fiesta de la tierra.
¡Hoy sus bodas de sol
con la esperanza!
Ya vacíos de frutos los parrales,
el ocre invade callejones e hileras.
Se acuesta el amarillo de las hojas
cansadas de brillar, en las acequias.
Una profunda paz sella el encuentro
del álamo dorado sobre el cielo,
y refulge la tarde en la ambarina
placidez del otoño.