Economía Social. La propia debilidad de la naturaleza humana -inclinándose muchas veces al egoísmo, el individualismo y la ingratitud- acarrea muchos de los males que nos aquejan. Varias de nuestras carencias personales, familiares y sociales, devienen de la existencia de estas tendencias o de la falta de mitigación activa de las mismas.
Por Domingo Ricardo Godoy – Especialista en Economía Social
Estos abusos egocéntricos reclaman la aplicación de herramientas personales y sociales de CONTROL del actuar avaro y mezquino. Herramientas que, primigeniamente deben surgir de la propia conciencia humana. El observar las carencias de otros, el impulso a la ayuda, la vergüenza y dolor moral por inacciones ante indudables necesidades desconsideradas del prójimo / próximo / familiar / vecino, etc. son el inicio de la solución. Los actos de apoyo, ayuda, sustento, son los pasos consecutivos.
Así observamos que, desde los inicios de la humanidad, la acción de ayuda recíproca ha existido. Lo antedicho la reclama. La consecuencia subsiguiente es frenar el caos. Apoyarse solidariamente, conjuntamente, ante las adversidades es natural, dando un orden al desmadre.
Ese precepto de reciprocidad, de ayuda mutua ha devenido -después de varios estilos de reglamentación- en lo que es hoy la figura del MUTUALISMO. Indispensable imagen para una convivencia socio-económica armónica. Honorable actividad solidaria, realizada por participativos protagonistas sensibles a dar forma de satisfacer las necesidades comunes con eficacia y eficiencia.
Se celebra el primer sábado de octubre de cada año, así declarado desde el Decreto Nacional 22.946/45. Lo fundamenta considerando que “el mutualismo constituye en el país, actualmente un esfuerzo ponderable de agremiación, alcanzando una magnitud y un relieve insospechado; que el desarrollo de la acción privada de dichas instituciones redunda en beneficio de la masa obrera del país, evitando en sí el pauperismo…”.
Posteriormente se dictó la Ley Nº 20.321/73. En su artículo 2º define como: “…las constituidas libremente sin fines de lucro por personas inspiradas en la solidaridad, con el objeto de brindarse ayuda recíproca frente a riesgos eventuales o de concurrir a su bienestar material y espiritual…”.
Los originarios principios directrices son válidos y actuales: adhesión voluntaria; organización democrática; neutralidad institucional (política, religiosa, ideológica, racial y gremial); contribución acorde los servicios a recibir; capitalización social de excedentes; educación y capacitación social y mutual e integración para el desarrollo. Contribución de tiempos y esfuerzos, voluntariamente y no lucrativamente… posibles protagonistas de un desarrollo futuro equitativo.
El error estratégico actual es minusvalorarlas, no fortalecerlas o desestimar su utilidad. Tanto desde lo privado como desde lo público. O peor, el error de sus dirigentes es mantenerlas inactivas. Como si no se necesitaran.