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Vistalba y Potrerillos como enclaves turísticos durante los años ’30 y ’40

Turismo en zona de montaña. Un camping, una hostería y un hotel fueron parte de las primeras construcciones estatales para fomentar el turismo en la zona de montaña lujanina.

Por Arq. Cecilia Raffa (INCIHUSA- CONICET)

Mendoza fue siempre un lugar de paso para quienes circulaban entre el Atlántico y el Pacífico. A partir de las últimas décadas del siglo XIX, las fuentes termales se constituyeron en un destino para el descanso y la sanación a raíz de sus propiedades curativas. El siglo XX propició el comienzo de un turismo de sectores sociales acomodados que comenzaron a viajar por el país y por supuesto por Mendoza. Aparecieron entonces, los centros termales inmersos en paisajes naturales rodeados de cerros nevados, con hoteles organizados en torno a las salas de baño y las funciones medicinales.

Con un turismo de montaña desarrollado por inversiones mayoritariamente privadas, durante el gobierno conservador (1932-1943), esa actividad tuvo la importancia de una industria fecunda para la provincia. A partir de la creación de la Dirección de Turismo en 1936, se ejecutaron una serie de construcciones para potenciar la actividad vinculándola a las bellezas naturales de Mendoza. Luján de Cuyo, fue uno de los receptores de esa política pública.

En 1937, sobre terrenos fiscales de la localidad de Potrerillos, el gobierno provincial habilitó un camping con capacidad para 150 personas, servicio sanitario, pileta, pista de baile, restaurante y cantina. Al turista se lo recibía con una carpa armada, que contaba con catre, colchoneta, mesa, banco, farol y tacho para agua. Se organizaban tours directos desde la Capital Federal con alojamiento por 15 días y pasajes de ida y vuelta incluidos. Lo que se pretendía era que la vida al aire libre y sus beneficios para la salud física y espiritual, se incorporaran rápidamente al gusto de la población de grandes centros urbanos del país que pudieran llegar a Mendoza.

Un año después, la sanción de la ley n° 1298/38 habilitó al Estado a la construcción de un alojamiento para el uso turístico. El diseño de ese equipamiento quedó en manos de la Dirección de Arquitectura de la provincia. Así fue como en las inmediaciones del dique Cipolletti se construyó una hostería inaugurada en 1940. El proyecto incluyó en planta baja un living-room, comedor, cocina, sanitarios, office y dependencias de servicio, amplias galerías, terraza y pérgolas. En la planta alta se distribuyeron cuatro dormitorios, tres baños, terrazas y balcones para poder admirar el entorno. En las inmediaciones del edificio se generó un lago artificial con una isla en el medio.

El Hotel de Potrerillos, por su parte, terminó de construirse en 1941. Contaba con cuarenta y tres habitaciones y veinte baños; y una serie de galerías, balcones y terrazas que hacían más fluida la conexión con el paisaje. Tenía provisión de agua caliente y calefacción central. Los jardines, proyectados por el ingeniero Benito J. Carrasco seguían el diseño de un parque español con fuente, pérgolas y bancos.

En los dos casos, el lenguaje arquitectónico adoptado fue el pintoresquista en su variante californiana, un estilo que tuvo una gran aceptación en los proyectos de arquitectura para el ocio en nuestro país y que suponía en términos simbólicos un arraigo a lo regional. El aspecto rústico se adaptaba a Mendoza, según los proyectistas, por las características del clima, la topografía del suelo y la luminosidad de la región. Ambos ejemplos son muestra de la mejor arquitectura que desde el Estado se ha construido para el servicio turístico en la provincia.

Artículo publicado en la edición de junio de 2020.

Hosteria del Río Mendoza

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