¿Qué nos genera una pérdida? ¿De qué manera interviene nuestro cerebro en los procesos dolorosos?
Por Cecilia C. Ortiz – Neuropsicóloga – Mgster. en Neurociencias
Luisa tiene que mudarse de casa a un departamento en otra provincia. Mario acaba de ser despedido de su trabajo. Amelia está terminando la primaria y se prepara para entrar a la secundaria en otro colegio. Agustina perdió su celular con todas las fotos junto a sus amigas. Leonor se jubila este año. A María le diagnosticaron una enfermedad crónica. José enterró a su esposa la semana pasada. Marisa acaba de separarse. ¿Qué tienen de común estas historias? Todos tendrán que afrontar una pérdida. Todos dejarán algo atrás en sus recuerdos y deberán mirar una situación nueva, en la que aquello que estaba, ya no estará más, por lo menos en la vida cotidiana.
¿Quién no perdió algo o a alguien alguna vez? ¿Y quién no sufrió tanto que llegó a pensar que la vida ya no sería la misma sin aquello? Con el paso del tiempo, seguramente la vida no fue la misma, pero siguió y nosotros inmersos en ella, adecuándonos como pudimos a los cambios. Porque de eso se trata vivir, ¿no?
El duelo se define como un proceso de adaptación ante la pérdida de una persona, objeto o evento significativo (de alguien o algo físico o de algo abstracto, como una posición, un contexto, una etapa evolutiva, salud). Implica emociones, comportamientos y fisiología. Se trata de una adaptación a una pérdida que, necesariamente, va acompañada de dolor.
Cuando hablo del duelo con mis pacientes les hago una analogía: Seguramente vos, lector, alguna vez te lastimaste, ¿no? En ese momento, te dolió mucho y como suele pasar cuando uno tiene una herida, todo, absolutamente todo, te roza ahí, entonces duele más. Además, tenés la sensación de que se compadecen de vos, pero nadie siente el dolor que sentís, es un dolor solitario. Hasta que empieza a hacerse una costra. Te pica, pero ya no duele tanto. Y la costra se cae y queda una cicatriz. Y el dolor ya no está. Y te mirás la cicatriz y te acordás que te dolió mucho, pero ya no sentís ese dolor. Lo mismo implica el proceso de duelo. Duele, hasta que el dolor se va.
Stefan Klein, neurocientífico y periodista alemán apunta que las respuestas del duelo “están programadas en el cerebro y en realidad pueden ser muy útiles”. El autor dice que, cuando perdemos algo, el organismo responde con la tristeza, que vendría a ser como una señal de que debemos renunciar a algo. ¿Qué quiere decir esto? Que, en una situación de pérdida no está mal sentirse mal, porque ese malestar nos permitirá luego salir. El tema es cómo uno tramita esa emoción, cuánto uno se permite estar triste.
Se sabe que el duelo debe atravesar 3 etapas para resolverse adecuadamente:
1) “Fase de entumecimiento o shock”: De intensa desesperación, caracterizada por aturdimiento, negación, cólera y no aceptación. Puede durar entre varios días o meses. Durante esta fase solemos preguntarnos “¿Por qué pasó?”
2) “Fase de anhelo y búsqueda”: Período de intensa añoranza y de búsqueda de la persona fallecida, caracterizada por inquietud física y pensamientos permanentes sobre el fallecido. Puede durar varios meses e incluso años de una forma atenuada.
3) “Fase de reorganización”: Comienzan a remitir los aspectos más dolorosos del duelo y la persona empieza a experimentar la sensación de reincorporarse a la vida. La persona, objeto o situación perdida se recuerda ahora con una sensación combinada de alegría y tristeza y se internaliza la imagen.
Para superar el duelo, sí o sí tenemos que atravesar los tres estadíos. El quedarse estancado en uno, indicaría duelo patológico, que, a la larga, puede conducir a enfermedades.
Mitos sobre el Duelo:
En toda cultura circulan pensamientos sobre cómo sobrellevar la pérdida. Particularmente, en nuestro medio, escuchamos cosas como: “Hay que sobrellevarlo solo”. “Hay que ser fuerte”. “Hay que mantenerse ocupado”. “Hay que ocultar los sentimientos”. Nada más alejado de eso. ¿Qué es necesario para empezar a tramitar un duelo?
- Reconocer la pérdida.
- Aceptar que esa pérdida es algo valioso y significativo.
- Aceptar que la situación es irreversible.
- Permitirse experimentar emociones y hablar sobre ellas.
No olvides nunca que ocultar el dolor no es beneficioso. Tenemos que permitirnos sufrir. El llanto también ayuda y es el mejor homenaje que podemos hacer a la persona, objeto o situación perdida. Buscar apoyo profesional también suele ser de gran utilidad. En definitiva, como decía el famoso psiquiatra Víctor Frankl: “Si no está en tus manos cambiar una situación que te produce dolor, siempre podrás escoger la actitud con la que afrontes ese sufrimiento”.