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El arma de pelea: el facón

El Fogón: El rincón donde conversamos sobre palabras, expresiones y refranes muy nuestros.

Por Nicolás Sosa Baccarelli

Es una de las varias especies de armas blancas. Sirvió para muchas tareas rurales, pero su principal servicio lo prestó en el duelo. Descendientes del sable, hay facones humildes y lujosos, “caroneros” y “verijeros”. Aquí su historia y algunos versos ilustres.

Grande, recto y de punta pronunciada. Por las funciones que desempeña, su acero deber ser noble. Tan noble -recuerda Mario López Osornio en su meduloso trabajo “Esgrima criolla”- que los contendientes antes de llegar a un sitio donde se suponía que podía haber pendencia lo probaban entre sus dedos para descubrir en el movimiento o en el sonido, el pandeo de la hoja, su grado de elasticidad y resistencia. Posee gavilán que puede ser grande o pequeño, recto o en “S”, de aquí proviene lo de “clavar el facón hasta la S”.

Etimológicamente comprobamos que “facón” es la voz aumentativa de “faca”, palabra que en lunfardo designa las armas blancas y que proviene del portugués, idioma en el cual significa, precisamente, “cuchillo”. En algunos documentos también se lo llama “chaucha”. De aquí viene lo de “pelar la chaucha”, expresión que significa precisamente “desenvainar el facón”.

Tiene filo de un solo lado – contrariamente a la daga que tiene dos o cuatro filos-. Su confección nos remonta a los facones primitivos, construidos a partir de sables rotos, partidos o en desuso. Cuando excedían de media vara de largo, se hablaba de “facón caronero”, dado que el paisano lo llevaba debajo de las caronas de su recado.

En contraposición también existe el “facón verijero”; éste es pequeño como para ser trasportado “en las verijas” -en el cinto o faja a la altura del vientre-. José Hernández en su “Instrucción del Estanciero” dice: “A los peones no se les debe permitir facón porque no sirve para el trabajo. Deben usar cuchillo y siempre bien afilado”. Luego, el mismo autor nos dice en su obra cumbre “Martín Fierro”: “Su esperanza es el coraje, su guardia es la precaución, su pingo es la salvación y para uno en su desvelo, sin más amparo que el cielo ni otro amigo que el facón.”

Sobre el facón que se llevaba en las caronas, Borges nos dejó una bella estrofa en su “Milonga de Calandria”: “El arma de su afición era el facón caronero; fueron una sola cosa el cristiano y el acero.” Cyro Bayo testimonió: “El cuchillo del gaucho porteño; el que pudiera llamarse su sexto dedo, pues con él corta pan, carnea la res, limpia el caballo, pulimenta las tiras de cuero con que hace sus guasquitas y se defiende de sus enemigos”.

Los hubo sencillos y también lujosos. Hemos conocido valiosos facones de plata con incrustaciones de oro. Aquí hemos caracterizado el facón modelo, arquetípico. Las necesidades del uso, la creatividad de los artesanos, y principalmente los gustos de los hombres han ido alterando su anatomía típica y han dado lugar a muchas variantes tales como el facón-daga -con dos filos-, el facón con S de diferentes materiales -por ejemplo de cabo de guampa- entre otros.

Ilustración: Pablo Pavezka

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