Archivo | septiembre 9th, 2014

El Viti tendrá su Peatonal -->

El Viti tendrá su Peatonal

Días atrás el Senado provincial aprobó un proyecto para que se designe Paseo Peatonal Intendente Víctor Fayad a la actual Peatonal Sarmiento, de la Ciudad de Mendoza. Luego será el Concejo Deliberante local el legislativo a cargo de imponer a dicha arteria el nombre de quien fuera tres veces jefe comunal de la ciudad mendocina y quien diera una impronta de calidad a la gestión municipal, mostrando un camino a seguir, que muchos jefes comunales, de nuestra provincia y del resto del país, intentaron e intentan imitar – aunque no siempre con mucho éxito-.

El recientemente fallecido intendente Dr. Víctor Fayad, nuestro querido e inefable Viti, fue el propulsor desde su primera gestión, en 1987, de la creación de la primera peatonal de Mendoza, hoy símbolo indiscutido de la Ciudad. A su vez, logró la remodelación total de la Avenida San Martín, la más emblemática de la Ciudad, sumado a las refacciones de las plazas y espacios públicos. Con esto logró una modificación sustancial en la fisonomía de la Capital mendocina, posicionándola como una de las más lindas y reconocidas del país por su belleza, limpieza y amplios espacios públicos. Hablamos de la Ciudad Maravillosa que el Viti nos dejó. Un merecido homenaje para un político y funcionario de lujo, orgullo para todos los mendocinos.

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Descanso en un entorno único -->

Descanso en un entorno único

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Florencia Scafati y su mundo de ensueños -->

Florencia Scafati y su mundo de ensueños

Vecina de Vistalba, es hija de los artistas Luis Scafati y Marta Vicente, pero no sólo eso: también es creadora de obras que invitan a viajar por su lenguaje de realismo mágico que abraza muñecas, pinturas, dibujos y objetos en papel maché.


Vecina de Vistalba, es hija de los artistas Luis Scafati y Marta Vicente, pero no sóloeso: también es creadora de obras que invitan a viajar por su lenguaje de realismomágico que abraza muñecas, pinturas, dibujos y objetos en papel maché.

Florencia Scafati tenía apenas un año cuando sus padres decidieron ir en busca de una nueva vida a Buenos Aires. Corría el año 1976 y el hermano de su padre era preso de la perversión de la dictadura militar. Hacia allá partieron los sueños del joven dibujante Luis Scafati, expulsado de la Universidad Nacional de Cuyo junto a la artista Marta Vicente, por entonces madre de Matías y Florencia y a quien seis años más tarde se sumaría Leonardo.

“Al principio fue costoso porque mi viejo tuvo que salir a remarla desde muy abajo. En mi caso no sufrí los altibajos económicos porque tuve una familia que siempre nos hizo sentir que había cosas mucho más valiosas que las materiales”, dice Florencia una mañana de agosto en la redacción del Correveidile.

En esa casa de conventillo ubicada en el barrio de Caballito, recuerda, pasó los primeros años con la ilusión de disfrutar del verano en Mendoza. “Mis viejos se fueron en una especie de exilio. Los viajes eran en tren. Mi padre extrañaba mucho y yo crecí en un ámbito de nostalgia y alegría a la vez en el que mi mamá se esmeró porque tuviéramos contacto con la naturaleza”, reflexiona a la distancia esta mujer de 38 años, dueña de un estilo que no oculta las influencias.

La primaria y la secundaria transcurrieron en escuelas barriales, aunque en aquella segunda etapa la situación era otra: “Cuando estaba en séptimo grado mi papá empezó a tener reconocimiento y mucho trabajo. En 1981 obtuvo el Gran Premio de Honor en el Salón Nacional de Dibujo, que le dio estabilidad económica y así compramos una casa en Parque Chacabuco con ventanas y árboles. Mudarnos ahí fue una aventura familiar”, asegura sobre este segundo hogar la hermana del medio entre un médico aficionado a la fotografía y un músico.


Preguntar por Mendoza es dar en el blanco para que aflore una sonrisa y vengan a ella recuerdos de la niñez; como los meses de calor que alternaba entre la casa de sus abuelos paternos -en la calle Montecaseros de la Ciudad- y los maternos, que la recibían en su casa de Tunuyán. “Mendoza estuvo siempre en mi corazón. Yo crecí en el debate Mendoza-Buenos Aires. Al final me quedé con el recuerdo de los veranos… El deseo se me fue cuando empecé Artes y surgió la idea de irme a vivir a Europa; estuve en Barcelona casi tres años”.

En algún momento de la adolescencia, pensó en dejar su anhelo de artista y dedicarse a la nutrición. Durante tres años tomó distancia de esa vocación heredada con la que se amigó meses antes de que comenzaran las clases en la Escuela Nacional de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón, a donde ingresó luego de realizar un curso intensivo de dibujo junto a su padre y de donde egresó con especialidad en Grabado.

Aunque sentía una fuerte expectativa puesta en ella por ser “hija de”, con el tiempo encontró su propio espacio e indagó en áreas artísticas hasta entonces inexploradas, como los estudios de caracterización, peluquería y maquillaje teatral que hizo en el Teatro Colón. En Barcelona vendió pinturas en la calle y se las rebuscó con una convicción que perdura en el tiempo: hacer lo que le gusta a pesar de los obstáculos. Con cariño recuerda a los amigos que conoció en el camino cuando antes de cumplir los 30 vivió aquella experiencia de papel maché y puestos ambulantes. Una vez de regreso, se instaló en Mendoza, fue madre de dos niños y hace cuatro años es vecina de Vistalba, donde tiene su casa taller en el terreno lindante al hogar de sus papás, radicados buena parte del tiempo en Buenos Aires.

De ahí en más y aún antes, el nombre Scafati lo utilizó a su favor: “Soy muy agraciada por la escuela que tuve en mi casa”, dice, y evoca las memorias de su padre con el dibujo, su madre con la pintura, los mosaicos, los colores, las esculturas, la música, el cine y el lenguaje que eligió para sí misma, indisociable de las manos y la sensibilidad.


La hora del barro

A las enseñanzas de su padre Luis y su madre Marta, suma los años de aprendizaje junto a la artista Graciela Tórtora en “El taller de Gra”. Dibujos, pinturas, muñecos en papel maché; con los embarazos Florencia sintió la necesidad de entrar en contacto con la tierra y así retomó su recorrido con la cerámica. En el 2013 logró finalmente comprar el horno necesario para fabricar nuevas obras y desde hace un año vende con éxito muñecas a través de Facebook, de las que ya perdió la cuenta.

“Me gusta mucho hacerlas; disfruto de modelarlas y pintarlas, cada una es especial y única. Soy muy detallista y crítica. Muchas veces vienen a buscar una y se llevan otra. Pensé en hacer algo que me redituara, me alegrara y me hiciera feliz. Por un lado se adapta al bolsillo de muchas personas, te hace recorrer el mundo con lo que hacés, te produce satisfacción y para mí es todo positivo”, dice la artista que de niña soñaba con seguir los pasos de Antonio Berni.

“Siento que estoy dentro de una especie de realismo mágico, en donde hay un vínculo grande con el dibujo a través de mi viejo y de la pintura por el lado de mi mamá; la escultura me encanta, pero en este momento se ha transformado en objeto. De todos modos quiero desarrollarla al máximo. Últimamente me he vinculado mucho al arte a través de lo femenino”, dice Florencia, la mujer que para ver, cierra los ojos.


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