Chacras es un pueblo hermoso, a pesar de todo. Los que nacieron y se criaron aquí y ya cumplieron más de treinta años recordarán una fisonomía pueblerina que se fue desvaneciendo. El “progreso”, muchos olvidos y desidias fueron transformando a la Chacras de Coria de antaño. Perdimos mucho. Las parcelas de vides en calle Viamonte, como la de Boninsegna o la de la familia Elaskar. Y otro tanto pasó en Medrano, Besares, Almirante Brown… Las uvas dejaron sus jugos para ser reemplazados por el gris del cemento o el negro de las rejas.
Desaparecieron los boliches pueblerinos como el de Jelacich o el del Elio Defelice. Sencillos, humildes y fiadores. Sin necesidad de alharacas convocaban al vecindario a compartir sus penas y alegrías. Perdimos las míticas retretas y el perfume del hinojo recién cortado y esparcido sobre las calles que bordean la Plaza. Y la musiquita sin mayores pretensiones que surgía desde una pieza, al lado de la vieja Comisaría, con el cariño y empeño que alguna de las “chicas” Lucero se encargaba de emitir. Perdimos el silencio de nuestros atardeceres y el canto de tantos pájaros. Aquella Chacras de Coria, la bucólica, la bella y visitada en verano y desolada durante los crudos inviernos se ha transformado y ya no hay vuelta atrás.
Pero la nostalgia no puede ser más fuerte que la esperanza. Hay que seguir luchando cotidianamente por un pueblo y una calidad de vida siempre mejores. Hay, en nuestro precioso terruño, un capital humano importantísimo. Hay gente solidaria, emprendedora, entusiasta… Aquí convivimos con grandes artistas, pintores, dibujantes, escritores, artesanos, intelectuales y mucha gente humilde, trabajadora y honesta que diariamente aporta su granito de arena por el bienestar común. De a poco hemos ido recuperando algo como para nivelar el balance entre el debe y el haber.
Hace unos años, esos mismos artistas pintaron sendos murales en el tramo céntrico de calle Viamonte. Orlando Pardo, Cristian y Mario Delhez, Milly de Delhez, Luis Scafati, Viviana Ordoñez, Máximo Arias, Laura Hart, Diana Bacarelli y Rubén Sosa, Nicolás Godoy, Gabriel Fernández, Gianni Ugo y Jorge García de Luca -quien recientemente repitiera la hazaña en completa soledad- nos dejaron su arte plasmado en los muros de nuestro pueblo. La mala noticia es que hoy poco queda de esa obra, organizada y llevada a cabo por vecinos. Nadie se hizo cargo de cuidarla y mantenerla en valor.
Días atrás, también por una iniciativa vecinal, se realizó un “mega” mural en la pared del zanjón Tejo. Bastó convocar a un experimentado grupo de artistas, los Panamá Club, y a los vecinos que quisieran colaborar. El resultado es una obra magnífica que nos invita a reflexionar sobre la importancia del agua y los recursos en nuestro oasis. Sumado a esto, se creó un jardín con plantas xerófilas de fácil adaptación.
Seguramente no fue fácil ni sencillo. Pero este acontecimiento nos demuestra que convocando a la solidaridad y al entusiasmo de la buena gente, podemos ir mejorando y embelleciendo a nuestro pueblo. Sin esperar que algún funcionario se acuerde de nosotros. “¿Quién dijo que todo está perdido?” “Yo vengo a ofrecer mi corazón”