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Editorial: ¿Bendita agua?

Los que habitamos en Mendoza sabemos que en nuestra provincia sólo un poco más del 6% de su territorio está habitado y cultivado. Son los oasis productivos, el resto es desierto o cordillera. Por esto, el agua es un bien que debemos proteger y valorar.

Durante las últimas semanas de enero, el intenso calor y la sequedad ambiental nos hicieron reclamar al cielo un poco de lluvia. “Hace falta una buena lluvia”, era el deseo reiterado a voces por muchos mendocinos.

Hasta que finalmente llovió.

El agua lava, limpia, riega, desenmascara.

Mendoza, cual una aparente bella mujer maquillada, una y otra vez, para disimular sus olvidados defectos fue desenmascarada con tres días de lluvia.

El agua nos mostró un rostro que nadie deseaba ver: la realidad sin maquillajes. La lluvia consiguió que algunos funcionarios reconocieran públicamente que en la ciudad convivimos con roedores (pericotes de gran tamaño) que tienen como costumbre  ‘comerse’ la protección de los cables del tendido eléctrico. Cuando esta protección ya está ‘comida’ el agua pluvial ingresa al conducto eléctrico y provoca cortocicuitos. Por eso dejaron de funcionar decenas de semáforos en zonas álgidas del microcentro provocando el consabido caos vehicular.

El agua, una vez más, nos mostró la imperdonable negligencia de tantas personas que desaprensivamente utilizan, literalmente, las acequias como  un depósito de basuras. Cientos de botellas plásticas, vasos, papeles, pañales, etc. flotan hasta que terminan atascados bajo un puente. Entonces el agua, que debe continuar su marcha, abandona las acequias tapadas y circula inundado calles y viviendas.

El agua desparramó el maquillaje de tantas calles que fueron ‘adornadas’ con una capita de mezcla para disimular sus consuetudinarios baches que seguirán siendo tapados con la misma mezclita hasta la próxima lluvia.

El agua puso en el tapete la cruda y triste realidad de cientos de familias que habitan en viviendas precarias. Muchas de ellas perdieron todo de lo poco que poseían. Hoy no tienen nada. Están refugiadas en algún albergue, polideportivo o escuela a la espera de la solidaridad de los mendocinos.

Es cierto que desde la madrugada del  jueves 13 hasta el sábado 15 de febrero llovió demasiado para nuestra desértica provincia. En el gran Mendoza cerca de 90 mm. y en el sur y el este más de 200 mm. Si tenemos en cuenta que el promedio anual de precipitaciones es de 250 mm. (o un poco menos) todos estaremos de acuerdo en que llovió demasiado en tres días y esto provocó simultáneos conflictos. Es verdad. Pero no se puede ignorar la realidad sin su maquillaje. Por más triste y fea que sea.

No esperemos hasta la próxima tormenta para reconocer que hay una plaga de pericotes conviviendo con nosotros para echarles a ellos la culpa de los desperfectos eléctricos.

Es hora de vigilar con rigor (como se hace en otros países) que las personas respeten las elementales normas de higiene urbana, para que, de una vez por todas, entiendan que las acequias no son basureros.

No sigamos emparchando baches o roturas en las calles con materiales inocuos que cualquier agüita se llevará.

Y, fundamentalmente, reconozcamos que hay muchas familias que antes de esta tormenta, ya vivían muy precariamente. Los colchones y frazadas que les den no alcanzan para solucionar su situación de indigencia.

Llovió mucho. Mendoza se quedó sin maquillaje.

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