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Las huertas como aporte a la sustentabilidad personal y del planeta

Una actividad educativa y transformadora es la que propone la autora de esta nota, en la que volver a una práctica ancestral en el espacio que dispongas, es una posibilidad de aportarle cambios al mundo que habitamos.

Paola Studer*

Mi abuelo tenía un vergel. Desde que tengo memoria, él tenía una huerta en casa orgánica y natural en el patio de su casa, en plena calle Paso de los Andes. El jardín explotaba de colores y brindaba alimento. Aún recuerdo el olivo, el parral, las achicorias en la ensalada y la producción de salsa y dulces caseros. A veces me pregunto, ¿en qué momento dejamos de hacerlo? ¿Dónde quedó esa hermosa y sana costumbre de saber qué comemos y de dónde vienen los alimentos?

Y es que no hace mucho de esto. Algo tan común años atrás hoy se perdió; el acto de cultivar nuestros alimentos. Es como si el supermercado nos hubiera hecho olvidar el valor del autoconsumo hasta caer presos del consumismo. ¿Cuántas veces hemos comprado algo que no necesitamos mientras caminamos por esas pasarelas magras de vida y llenas de luz artificial?

Por eso hoy quiero contarte que las huertas orgánicas o agroecológicas han sido parte de la vida humana desde los inicios de la Agricultura, allá por el año 10.000 AC. En esas épocas las personas cultivábamos alimentos y medicina, entre otras cosas. Se puede decir que cultivábamos salud, porque producíamos alimentos sanos, naturales, sin productos tóxicos, como los plaguicidas y fertilizantes sintéticos, que además contaminan.

Una ventaja de cultivar en casa es que aportamos un granito de arena para mejorar la sustentabilidad del planeta y del ciclo de la vida, dejando de usar esos productos. ¡Imaginemos si todos tuviéramos una huerta en casa, el bien que le haríamos a la Pacha! Es que hace muy poco tiempo realmente sabíamos con qué nos alimentábamos cada día.

Cultivar una huerta tiene otras virtudes ya que:

  • Es un espacio de salud física, mental y espiritual, porque al trabajar en ella nuestro cuerpo se activa y la mente se va a dormir la siesta, poniéndonos en contacto con nuestro ser más interno, con el espíritu. Desarrollamos una relación con la naturaleza y también disminuimos el estrés.
  • También es un lugar de recreación porque nos conectamos con la naturaleza y recreamos un espacio de diversión y arte, ya que diseñamos la huerta de la manera que más nos gusta y podemos elegir qué queremos cultivar según nuestros gustos.
  • Ayudamos a la economía del hogar, porque dejamos de gastar dinero en la verdulería. En este sentido me gustaría contarles algunos números del 2018 de un amigo de Río Cuarto que cultiva una huerta hace más de seis años. Él tiene una en su casa de 12 x 10 m.; ese año obtuvo unos 500 kg. de hortalizas y ahorró una suma de 503,6 dólares. Podés hacer los cálculos luego y te aseguro que te sorprenderás.
  • Rescatamos la cultura de nuestros ancestros. Sin dudas en este tiempo de resguardo, una de las cosas que más estoy haciendo es cuidar mi huerta y cocinar con lo que me provee. Desde sopitas hasta tartas, con las acelgas, el kale, el orégano y el perejil, con la masa casera y disfrutando de tecitos con la menta cosechada.

Por eso te invito a que lo intentes. Dirás que soy una soñadora, pero estos tiempos nos traen la oportunidad de volver a la tierra, de volver a conectar con la vida y una huerta puede ser una gran excusa para hacerlo.

*Ing. Agónoma, Investigadora y Docente de Agroecología en la Facultad de Ciencias Agrarias UNCuyo, Coach en Educación, Trainer espiritual, Consultora independiente en Agricultura Sustentable, Orgánica y Biodinámica. Creadora del Proyecto Huerta en Casa y Directora de Fundación ConSus.


1 Comentar este artículo

  1. Sandra Dijo:

    Excelente!!!!

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