Pautas para vivir seguros en un mundo cada vez más inseguro

Educar para prevenir. Nuestro vecino Alejandro Antón, especialista en seguridad él, presentó su libro “Puedes negarte a ser una víctima. Aprende a vivir seguro en un mundo inseguro”, casi un manual para circular más tranquilos en los tiempos que corren. Aquí también nos explica qué podemos hacer para cuidarnos como comunidad.

Por Adriana Sayavedra

“No hemos sido educados en seguridad, por eso la gente no sabe cómo actuar en ciertas situaciones”, diagnostica este consultor y docente desde hace14 años en el Instituto Universitario de Seguridad Pública -donde se encargan de la formación policial-, como coordinador de la cátedra de Defensa Personal Policial.

Con varios libros escritos en su haber -aunque éste es el primero en ser editado-, dos de ellos vinculados con su trabajo como docente en el IUSP, explica que su idea, a la hora de publicar “Puedes negarte a ser una víctima”, “era salirme de la mirada tradicional de la seguridad”.

Esto explica que, más que enfocarse en el delincuente, su entorno y la explicación sociológica correspondiente, su mirada es hacia la víctima del delito: “En la década del ’70 aparece una disciplina nueva que es la victimología, que hace foco en la víctima. Se pregunta porqué ciertas personas son más proclives que otras a sufrir ciertos tipos de delitos y trata de brindar respuestas. Uno de sus referentes es Fata Ezza, entre otros victimólogos importantes”.

Adepto a esta disciplina, el trabajo de Antón se especifica en brindar ciertas pautas de conducta que nos lleven a disminuir el riesgo de sufrir algún tipo de delito en diversas situaciones: entraderas, riesgos laborales, uso del gas pimienta, la categoría de presa y la seguridad de las mujeres, peligros en la calle, perros para seguridad, el diseño de barrios privados y varios más. Es así que entre las páginas de su nuevo libro encontramos la descripción de hábitos saludables para incorporar y otros para desterrar en nuestras conductas cotidianas, respecto a nuestra seguridad. La importancia de la educación en la prevención, conceptualmente hablando.

Percibir el peligro

Kerchner y Antón durante la presentación.

Para nuestro especialista, la especie humana tiende a negar el peligro, razón por la cual el hombre tiene casi dormido el instinto, contrariamente a los animales, que lo utilizan siempre. Y explica: “Creo que era Heráclito quien decía que la mente no es un vaso para llenar, sino una lámpara para encender. La actitud que trato de transmitir en mi libro es la de darle importancia a los instintos y aprender a trabajar con ellos. No es una cuestión metafísica. Esta mirada sobre la seguridad está atravesada por varias disciplinas: una es la victimología, otra es la sicología y tiene que ver con la percepción. Hay que aprender a mirar. Hoy hemos perdido mucho de esto por el abuso de las tecnologías: por ejemplo, el estar todo el tiempo con el teléfono en la mano y en la oreja, nos ha llevado a dejar de prestar atención al entorno. Hay que caminar con la mirada atenta, hacia adelante, con actitud segura. Si uno brinda condiciones que no sean favorables al delincuente, es menos posible que seamos víctimas de algún delito”, asegura.

Pero no solo podemos encontrar entre sus páginas casi una guía práctica para atravesar con mayor seguridad los tiempos en que nos ha tocado vivir, sino que también Antón ha tenido la intención de “transmitir pautas para que las demandas que realice la gente sobre seguridad sean más calificadas”.

Y esto tiene mucho que ver con lo que nos pasa en Chacras, donde muchos vecinos suponen que todo el problema de la inseguridad se solucionaría exclusivamente con mayor presencia policial.

Vigilancia natural, el rol de la arquitectura

“El desarrollo urbanístico tiene muchísimo que ver con la calidad de  la seguridad, pero tiene que existir una comunidad que lo pida”, explica el especialista. Y habla de la arquitectura vinculada  al concepto de seguridad.

Sostiene que la primera estrategia es la planificación, por lo que el municipio tiene –y debe- mucho para hacer: “Hay que trabajar firme en las ordenanzas. Las municipalidades tienen un sin número de medidas para adoptar, de muy bajo costo. Por ejemplo, no todo pasa por las cámaras de vigilancia, la iluminación es un ítem fundamental, indispensable”. El tema es la distribución y administración de los recursos.

“Muchas reglamentaciones a los barrios privados, que por lo general, hoy son lugares más seguros que otros para vivir, pero contrariamente a lo que se cree, contribuyen a la segmentación social. Y mientras el Estado y nosotros como sociedad veamos la única solución en el barrio privado, va a seguir creciendo la cantidad de estas urbanizaciones y, peor aún, no vamos a solucionar el problema de la inseguridad”.

En cambio propone replicar modelos exitosos de otras partes del mundo, adaptándolos a nuestra idiosincrasia y que tienen que ver con el urbanismo y la planificación.

Como ejemplo cercano habla del caso de la plaza de Chacras, del parque Benegas, en Godoy Cruz, entre otros. Lugares que fueron refaccionados y revalorizados, con mobiliario acorde y bien iluminados. “Eso se llama vigilancia natural, el espacio publico ocupado por la gente. Allí no hay delito, la gente camina, comparte. Si cerrás, ponés rejas, la gente abandona el lugar. En Chile y Brasil se ha tenido un rotundo éxito contra la inseguridad con la construcción y rescate de espacios públicos. Especialmente para los jóvenes, que son los más vulnerables, ya que son los que más utilizan esos espacios”.

En este sentido asegura que existen muchas medidas innovadoras que podrían aplicarse “pero debemos comprometernos todos”, refiriéndose a la escasa participación comunitaria. “Es muy difícil hablar de reducción del delito con una comunidad para la que el bien común no existe. Si seguimos con el individualismo, será improbable que podamos generar algo concreto”, sostiene categórico.

Debemos integrarnos

Para Antón, el delito se reduciría mucho si fuéramos proactivos. “Como ciudadanos tenemos ciertas responsabilidades. El Estado tiene la obligación indelegable de protegernos, pero la seguridad tiene que ver también con ser solidarios, no solamente con estar atentos individualmente. En Mendoza han fracasado con todo éxito las alarmas comunitarias, no porque no funcionen -ya que son un recurso muy accesible y que funciona muy bien- sino porque somos muy individualistas. Socialmente debemos integrarnos, ser concientes de que si nosotros no colaboramos, la acción del Estado se dificulta muchísimo”.

¿Qué debemos hacer para volvernos proactivos?

Nené Herrera, Alejandro y Maxi Cantón.

Andar más atentos por la vida, cambiar aquellos hábitos perjudiciales, no esperar que el Estado nos resuelva todo y ser más participativos, es la esencia del mensaje de Antón.

“Un falso mecanismo de solución de problemas es la negación”, explica. “No es de paranoicos pensar y hablar de estrategias de protección. Paranoica sería una persona que hable de sunamis en Mendoza. Pero si tomo medidas contra el sismo no soy paranoico. Con la seguridad pasa lo mismo. El abusador no elige a su víctima porque use minifalda o por linda. Sino porque la situación se le presenta fácil. Entonces hay que anticiparse y planificar cómo moverse para mitigar el riesgo. Por eso los adolescentes, las familias, tienen que hablar y comunicarse para diseñar estrategias de protección.

También existen aquellas personas que frente al incidente delictivo reclaman al Estado, pero por otro lado avalan que sus hijos vayan a boliches con documentos falsos, fiestas donde se vende alcohol, saben quién les vende la droga, pero se escudan en el que todos lo hacen y así vamos andando. Es muy difícil proteger a estas personas, que no saben cómo hacerlo, ni tampoco permiten a otros que lo hagan. Como el que compra cosas robadas, que no se ha detenido a pensar que es muy probable que hayan matado a alguien para robarle ese objeto”, describe Antón, explicando la importancia de modificar hábitos.

Socialmente debemos preocuparnos, ocuparnos, denunciar cuando vemos algo sospechoso y reclamar. Hay que organizarse. Una comunidad organizada tiene muchas más probabilidades de reprimir el delito que una desorganizada.

Es una cuestión sistémica, la comunidad tiene muchísimas herramientas para combatir el delito. Si planificamos y nos ordenamos vamos a vivir todos mejor y habremos bajado el índice de delito.

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