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Puesteros y trashumantes, la Mendoza oculta entre los cerros, el campo y junto a los animales

La veranada en Malargüe, la cría de cabras en los puestos pedemontanos, del este mendocino o en Lavalle forman parte de una actividad ancestral, sustentable, muy extendida en la provincia y en todo el mundo. Declarada Patrimonio Cultural Intangible de la Humanidad.

Por Francisco Guerrero

En la Mendoza lejana, oculta tras los cerros o en el campo, lejos de la zona poblada, se desarrolla una actividad que sostienen miles de mendocinos desde sus puestos. La trashumancia, una actividad ancestral que consiste en llevar a los animales a los sitios donde se encuentran los mejores pastos. En la provincia, la veranada es una actividad muy extendida en el sur, especialmente en Malargüe. Allí los puesteros aprovechan el buen tiempo del verano para llevar sus cabras a las zonas más altas de las montañas para que los animales se alimenten de las mejores pasturas. En pocas palabras, hay que dejar el puesto en el verano y emprender un viaje de dos a tres meses junto a los animales hasta las zonas y valles que están del otro lado de las montañas.

Sólo en tierras malargüinas, unas 2.000 personas se dedican a la crianza de animales, cabras especialmente: el famoso chivito malargüino y hace ocho años esta forma de vida tuvo un impacto a nivel internacional, con la difusión del audiovisual Arreo, del realizador local Néstor Tato Moreno, basado en la vida del pastor Eliseo Parada, que junto a su esposa se dedican a la crianza de cabras.

Fue el comienzo de un proceso de visibilización de la trashumancia, que se desarrolla en varias partes del mundo, desde hace siglos y en 2019 esta actividad fue declarada por la Unesco Patrimonio Cultural Intangible de la Humanidad.

Tato Moreno se ha convertido en un puntal para poner en valor a la trashumancia y con pasión explica que es una actividad esencial que tiene más de 7.000 años, que brinda enormes beneficios al planeta, es una forma excepcional de hacer uso de los recursos naturales. Comenta que el paso de los animales trashumantes aumenta la fertilidad de los suelos amenazados por la desertificación, ya que incorpora abono y plantas. Contribuye a la biodiversidad al dispersar semillas presentes en el estiércol, en la lana de las ovejas y en el pelaje de las cabras. Cada animal dispersa 5000 semillas diariamente, lo que en un rebaño de 1000 animales equivale a 5 millones de semillas diarias. Además, los rebaños se alimentan de materia altamente combustible, lo que ayuda a prevenir los incendios forestales.

Ganadería extensiva

Como Don Eliseo Parada, junto a su rebaño de casi 1200 cabras y ovejas se han convertido en verdaderos defensores de la trashumancia, desde los lugares más alejados de Malargüe, desde la cordillera hasta Agua Escondida, al límite con La Pampa. Pero la actividad pastoril todavía es muy importante en toda la provincia, desde épocas de la colonia, con la llegada de cabras, ovejas, vacas y el desarrollo de la ganadería extensiva, una actividad sustentable. Más bien lejos de los campos cultivados, los llamados puesteros dedican cada jornada a arrear cabras en el secano de Lavalle, Santa Rosa o La Paz. O a trasladar animales prácticamente al límite con Chile por los pasos del Valle de Uco, por Puente del Inca o en la precordillera mendocina, al oeste del Gran Mendoza. Incluso en Chacras de Coria hasta mediados del siglo pasado, los arreos de animales pasaban por aquí rumbo a la cordillera. Hoy, la actividad de ganadería menor se puede ver al oeste del distrito, en la zona de los senderos, que justamente hicieron las cabras a través de los años. Allí hay varios puestos, entre ellos, el de los Leiva, vecinos de Chacras. Es que toda la zona pedemontana cuenta con vertientes que posibilitan la actividad. En La Crucesita todavía se puede ver un gran corral para los animales, o en Casa de Piedra, ruta 13, camino a Uspallata, la concentración de cabras permite una importante producción de guano, una de las bases de esta economía ganadera.

Chapu Vivares, arriero y montañés, se crió junto a los corrales de Las Heras y por muchos años se encargó de trasladar mulas durante las temporadas del cerro Aconcagua. “Las llevábamos desde el puesto El Higueral, que está al este de la ruta 52 hasta Punta de Vacas. Después de la temporada había que llevarlas a Tupungato, pero desde hace varios años ese viaje a Tupungato se hace en camiones”, explica Vivares. Y cuenta que también era muy importante el traslado de animales, vacas especialmente, desde Uspallata hasta Puente del Inca y todavía se realiza.

Marcelino Azaguate, reconocido folclorista local, explica que él es de Las Heras, pero tiene familiares en Lavalle, casi al límite con San Juan. “Ellos están en El Puerto, recuerdo que participábamos de los arreos desde Santa Isabel a San Luis, hace muchos años, cuando tenían mucha hacienda”.  Marcelino aclara que “hoy los animales se mantienen en el lugar, las cabras van a pastorear más cerca de los puestos y después hay que arrearlas”.

Hay otros puesteros también, que han encontrado una veta distinta para sacarle provecho a la crianza de animales. El Puesto Díaz, ubicado en Lavalle, es un claro ejemplo. Antonio Díaz cuenta que su padre inició la actividad gastronómica y los chivitos al horno de barro son la especialidad de la casa. Los fines de semana, el lugar se llena de clientes que asisten a degustar comida típica y a participar de una jornada folclórica.

Pero la base de la actividad en el puesto, sigue siendo la crianza de los animales y la crisis hídrica golpea más fuerte en este sector del secano, mal llamado desierto de Lavalle. “Las plantas brotan en octubre, pero si llueve, se adelanta con la llegada de la primavera”, contó Antonio hace unos años, mientras explicaba que sus cabras se alimentan del chañar, algarrobo, retortuño y de otros arbustos de la zona. Van caminando mientras se alimentan de chilcas, jarilla, zampa, piquillín o despuntes de algarrobo y también de coirón, que es el pasto de la precordillera y crece aquí cuando hay más lluvias”.

Un anhelo: el acueducto

Los puesteros están ilusionados con una obra largamente prometida: el acueducto ganadero, que comienza en La Paz y tiene el objetivo de potenciar la producción de toda esta zona a través de un acueducto de 483 kilómetros, para beneficiar a puesteros que desarrollan sus actividades entre el Arco del Desaguadero y el límite con Santa Rosa. Y está en ejecución el acueducto ganadero Bowen-Canalejas.

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