Por Gabriel Gallar
Chacras siempre tuvo personajes que fueron queridos y aceptados. Hablo de seres singulares, diferentes que se destacaban del resto de los vecinos. No por ser grandes artistas, músicos, literatos… No, me refiero a seres que vinieron a despertar en nosotros pequeñas alegrías, sonrisas cómplices, la bondad, la pureza, la ingenuidad y, por qué no la esperanza. Hablo del Oli por quien, no sólo yo, sino muchos vecinos sentimos un cariño especial. Se hizo querer siendo diferente.
Ya no recuerdo bien en qué días comenzó sus andanzas por Chacras. Lo veía salir diariamente del Naranjito, casi siempre sonriendo. Con el tiempo fue dejando esa institución terapéutica y un día el compadre Alberto le dio apaño en el kiosco de revistas como parte de un programa de reinserción laboral. Algún hilo invisible los conectaría por siempre. Ese apaño fue un cambio fundamental en la vida del Oli. Se convirtió en vocero y vendedor del Correveidile, cuando la figura del canillita había desaparecido. En muchísimas ocasiones compartimos la mesa en el cumpleaños de Alberto. Los comensales que lo conocían bien le jugaban alguna chanza. Él siempre dio muestras de buen humor y templanza. Nunca lo vi enojado. “Lo mío son los diarios”, decía convencido. Tenía algunas ideas o ilusiones que a veces reiteraba esperanzado. Una de ellas era comprar un Citroen 3CV. Y en verdad que puso empeño en eso.
Memorioso, sabía canciones y las cantaba con gracia y entusiasmo. Marcos Solís era uno de sus preferidos. El último tiempo vendía billetes de telequino en una esquina cercana a su casa. Y cuando se acercaba a Chacras no dejaba de pedirle a Gloria algunos ejemplares del Corre para ofertarlos en el colectivo. Fue comensal infaltable de los almuerzos en casa de Alberto todos los jueves.
Ayer, su inmenso corazón de hombre y niño dijo basta. Lo vamos a extrañar, fue un personaje lleno de bondad y transparencia.
Oli, que tengas buen viaje al cielo en algún Citroen que tanto anhelabas.
Por Gabriel Gallar