Homenaje en las islas

Los mendocinos Javier Ortíz, Marcelo Deambrosi, Cristian Alcalá y el intendente de Malargue, Juan Agulles, formaron parte de la delegación de deportistas y acompañantes de la Fundación Rugby Sin Fronteras que el jueves 17 de marzo participaron de un partido en homenaje a los caídos de la Guerra de Malvinas.

Por José Félix Suárez

Veintinueve años después del desigual enfrentamiento bélico entre la Argentina e Inglaterra se disputó el partido de rugby más austral del mundo, como mensaje y símbolo de paz y hermandad. Se trató de un nuevo acto de amor y amistad de una entidad que, con su práctica constante y su ejemplo solidario, pretende trasmitir los valores éticos y humanos de ese deporte más allá de un eventual resultado. Sin barreras políticas ni diferencias sociales, sin odios ni rencores, sin enfrentamientos entre hermanos.

Emotivo Relato

A su regreso de las islas, aún conmovidos por el viaje realizado, Ortíz y Deambrosi narraron a Correveidile algunas de las vivencias en aquel rincón tan lejano y tan caro al sentimiento de los argentinos que, en cada 2 de abril, conmemoran el Día del Veterano y de los Caídos en la Guerra de Malvinas en la que cientos de jóvenes dieron muestras de valor y heroísmo.

“Partimos desde Buenos Aires el 11 de marzo e hicimos noche en Río Gallegos para continuar al día siguiente a Malvinas en el único vuelo internacional de la semana. Como somos argentinos tenemos prohibido el ingreso a las islas, pero como rige un convenio firmado con las Naciones Unidas pudimos hacerlo para visitar el cementerio donde se encuentran las tumbas de los soldados argentinos muertos en acción.

Al comienzo de nuestra visita –estuvimos una semana- la relación con los lugareños resultó bastante fría porque seguramente desconfiaban de nosotros, aunque no hubo hostilidad o rechazo hacia nosotros pero nos dolía la indiferencia con que nos habían recibido. Sin embargo logramos cumplir nuestro objetivo y jugar el partido más austral del mundo”.

Partido Histórico

En su relato, Ortíz y Deambrosi también contaron que “ante la imposibilidad de utilizar la cancha del Community Sochool, que es el colegio donde asisten los jóvenes de las islas, nos instalamos en un parque cercano. Lo hacíamos cada tarde, cuando los chicos terminaban el día de clases, pese al rigor del tiempo, el frío, el viento y una lluvia intermitente que es habitual. Para llamar su atención, para que nos vieran, nos pasábamos la pelota entre nosotros y les hacíamos señas amistosas. Cuando nos descubrieron fueron los mismos niños los que se acercaron con su curiosidad y a comentarnos que querían jugar con nosotros. Con paciencia y mucho respeto habíamos logrado ganarnos su confianza. Al grupo se unieron además varios ex -combatientes que estaban visitando las tumbas de sus viejos camaradas y nos comentaron sobre muchas cosas que pasaron durante la guerra. Todo tuvo un contorno muy emotivo, es imposible no quebrarse”.

Por su parte, Leandro Milán, miembro de la Fundación Rugby sin Fronteras, quien ha escrito varios artículos sobre este y otros viajes publicados por el Suplemento de Deportes del Diario La Nación:  cuenta que “cuando llegó el día del partido nos abrazamos en ronda y Juan Bautista Segonds, que es el presidente de la Fundación y que siempre nos contagia con su empuje e interés, arengó a los jugadores con palabras que realmente nos llegaron al corazón. Nos dijo que ese día allí se jugaba un partido histórico en el mismo lugar que hacía 29 años se había producido una de las mayores desgracias que pueda aquejar al hombre: una guerra. Que si ese día podían dejarse atrás las diferencias, algo cambiaría. Quizás no hoy, pero que ese cambio algún día llegaría. Luego de un minuto de silencio por los caídos de ambos bandos comenzó el juego que se extendió durante 40 minutos, del que participaron ex –combatientes que nunca habían jugado al rugby, niños chilenos, niños de las islas y los 14 rugbiers argentinos que habían viajado especialmente. Entre ellos Luis Coco Salessi, ex – centro de La Plata y Claudio Peroni, ex – pilar de Pueyrredón. Resultó un momento supremo, porque una pelota de rugby fue la bandera en Malvinas”.

La despedida

Ortíz y Deambrosi, embajadores mendocinos en Malvinas de un desafío que se convirtió en realidad, destacaron lo agradable que resultó la despedida: “el jueves 17 después del partido regresamos al hotel junto a varios chicos acompañados por su padres y compartimos el espíritu del tercer tiempo. Con placer les firmamos las remeras del partido, nos sacamos fotos con ellos y les regalamos algún presente para que no se olvidaran de nuestro mensaje. Les entregamos además una medalla que prometieron pasar de mano en mano cada semana hasta que volvamos a las islas. Lo más valioso es que se les explicó que después de cada encuentro los eventuales rivales dejan de serlo para convertirse en compañeros que hacen un culto al respeto y la amistad. Estamos seguros de que lo entendieron porque nos despidieron como amigos. Todos los integrantes del grupo nos sentimos muy orgullosos de haber cumplido nuestra misión, demostrando una vez más que la Fundación Rugby Sin Fronteras es un  hermoso puente solidario a través del deporte y la amistad”.

Milán agregó que “les entregamos además 300 cartas escritas por jóvenes alumnos pertenecientes al Colegio Primario Argentino “Baldomero Fernández Moreno”, de Liniers, y regresamos con otras tantas misivas y dibujos de los niños isleños como respuesta. Quizás pueda ser un intercambio epistolar que se pueda desarrollar aun mucho más en el futuro”.

El recuerdo del primer viaje

Esta fue la tercera incursión de los integrantes de la Fundación en las Islas Malvinas, acontecimiento que fue cubierto periodísticamente por Teslyn Barkman, cronista del diario local Penguiin News.

La primera experiencia fue el 13 de diciembre de 2009 con la presencia de 34 ex – rugbiers, entre ellos los ex – Pumas Eliseo Branca y Pablo Garretón, además de 3 veteranos de guerra argentinos. En esa ocasión enfrentaron a un equipo formado por algunos kelpers y militares ingleses de la base de Mount Pleasant.