Impermeabilización de acequias y canales, podas mutilantes y sudesvalorización son los principales responsables
Y es que, según especialistas, la falta de conciencia tanto de nuestros funcionarios como de la misma sociedad, ha llevado al fatal deterioro que hoy sufren nuestras arboledas, tanto las urbanas como las rurales. Un final que sólo puede revertir la participación comprometida de las comunidades.
Cien años atrás nuestro arbolado público gozaba de excelente salud. Eran los tiempos de la ciudad bosque, con acequias de tierra, principales características de nuestra Mendoza, acuñada en la acertada decisión de aquellos visionarios dirigentes que diseñaron nuestras ciudades y las llenaron de árboles. Fueron ellos quienes, con porte de estadistas, vislumbraron que eran fundamentales para la salubridad pública en una geografía y clima como el nuestro. Hoy, muy lejos de aquellos líderes que supieron proyectarse en el tiempo, la escasa visión estratégica de nuestros gobernantes más la apatía de la comunidad sobre este tema son los peores enemigos de nuestro patrimonio forestal.
La herencia arbórea que nos dejaron aquellos buenos gobernantes se traduce hoy en casi un millón y medio de ejemplares, según contabiliza la ley provincial Nº 7874/08 de Arbolado Público. Y es gracias al aporte que estos árboles hacen a nuestra calidad de vida, que hoy podemos vivir amablemente en un desierto como en el que vivimos. Diferente hubiera sido nuestro transcurrir si no los hubiéramos tenido. Pero lamentablemente a eso nos encaminamos, con prisa y sin pausa.
Para el ingeniero agrónomo Carlos Barrera Oro, jefe de Arbolado Público de la Dirección de Recursos Naturales Renovables de la provincia, “todo se origina en la desvalorización del arbolado”. Según su criterio, entre las principales causales de esta catástrofe se encuentran la indiscriminada impermeabilización de cauces de riego, las podas mutilantes y la falta de conciencia ambiental, algo de lo que no escapan ni municipios, ni organismos estatales con competencia, ni aún la misma sociedad que no valora la importancia de proteger nuestros árboles.
El escenario es peor si tenemos en cuenta que nuestra provincia cuenta, desde el año 2008, con un cuerpo legal que lo valoriza y protege, hecho a medida de nuestras particulares características geográficas y económicas, por especialistas en el tema. Son tres leyes, la 7873 de Recuperación y Mejoramiento del Arbolado Público, 7874 de Arbolado Público y 7875 de Emergencia del Arbolado Público, que conforman una avanzada en este aspecto.
-¿Por qué se hormigonan acequias y cauces de riego?
-Por el fenómeno de las aguas claras. Este ocurre porque al construirse el Dique Potrerillos, las aguas que bajan desde allí vienen sin tierra, menos densa y produce dos efectos: uno es el problema de la reivinición de los terrenos, la salinización. El otro es que al ser más clara se infiltran más fácil en la tierra y se pierde. Al cementarlas se eficientiza el riego, ya que hay menos pérdida por infiltración.
-Si es imprescindible la canalización ¿cómo compatibilizar para que los árboles accedan al agua?
-La solución la da la ley del Arbolado Público, que establece cómo se hacen las obras de canalización sin perjudicar los forestales y los municipios deben adaptarse a ésto. Allí queda claro la medida y distancia de los nichos necesarios para que el árbol tome agua.
La famosa obra de cordón, cuneta y banquina, banderita de todos los intendentes, así como la están llevando a cabo, es perjudicial para el arbolado, no entienden que los árboles se están muriendo. La excepción es Godoy Cruz, que ha tomado conciencia del tema y está realizando la tarea de impermeabilización con los espacios reglamentarios.
En las zonas rurales pasa lo mismo. Con la canalización de cauces de Irrigación, los forestales laterales mueren porque pierden contacto con el agua. Por esto mismo, tampoco se puede reforestar. Para esto deberían hacer un by pass, más conocido como “ladrón de agua”, que no es otra cosa que una acequia paralela que entra y sale del canal de donde toma el agua para abastecer a los forestales.
Y en los municipios, deberían pensar en construir de manera inteligente: permeabilizando las acequias, haciendo los nichos para los árboles del tamaño que corresponde y hacer veredas utilizando material articulado, o sea no rígido.
-¿Cómo es eso?
-Esto es baldosas pegadas con arena, como existe en muchos países, o con otros sistemas. La idea es que la vereda se mueva al ritmo de las raíces, se ondule o flexibilice, en vez de quebrarse como ahora. Otro buen ejemplo, es el de la plaza Independencia, en la que los árboles al tener los nichos del tamaño que corresponde, tienen el suficiente espacio para vegetar sin romper veredas.
-¿Qué hacer con los vecinos que piden erradicaciones?
-Es el gran problema, y volvemos a lo mismo. Las causas hay que buscarlas en la impermeabilización de acequias y en la pérdida de valor del arbolado. Valorizan más una vereda rota –que se arregla con un par de baldes de cemento- que un árbol de 100 años.
La Dirección de Recursos Renovables recibe semanalmente cien pedidos de erradicación por rotura de vereda, de talud de acequia o rotura de puente vehicular. Eso es porque al estar impermeabilizada la acequia, el árbol levanta su sistema radicular para poder tomar alguna agüita del sistema de cloacas, del agua potable o de alguna filtración de la acequias. Si las acequias tuvieran los nichos reglamentarios, esto no pasaría. Y todos contentos.
La maldita Poda
“¡No se poda el arbolado público!” Y en esto Barrera Oro es categórico, al igual que Salvador Micali, vicepresidente del Consejo Provincial de Defensa del Arbolado Público, quien aportó tiempo y conocimiento para la elaboración del texto de las leyes que hoy Mendoza ostenta sobre protección del arbolado público. “Eso es un mito que venimos arrastrando en el tiempo. Se podan los frutales para tener árboles chicos que den frutos grandes y sean más cómodos para cosechar”, explica Barrera Oro, “pero en el arbolado público es a la inversa. Mientras más grande sea el árbol, mayores beneficios nos da”.
“En los municipios, el personal encargado debe ir tocándolos con cortes apropiados, de balance, para ir formándolos, desrramando en verano para distinguir las ramas secas, pero no podarlos. Tampoco se eligen las especies adecuadas para arbolado urbano. Tienen que ser un árboles de crecimiento vertical, que no interfieran con los edificios ni cableados de servicios. Pero se ponen moras, que no sirve como árbol urbano, porque no saben sobre arbolado publico. Entonces, se cometen errores porque no están a cargo personas capacitadas en el tema. No es un tema relevante para los políticos y entonces le dan el puesto a cualquiera, que generalmente no sabe nada sobre esto. Tampoco se consulta a los especialistas, a pesar de que existe un órgano especializado como el Consejo del Arbolado Público. Ni se respetan las leyes, a pesar de que tenemos una legislación de vanguardia al respecto y que contempla todas las alternativas para que el arbolado subsista. Yo creo que al ritmo que vamos, en menos de diez años no tenemos más árboles de ninguna naturaleza ”.
La solución
“Para revertirlo, deben reaccionar la comunidades. Deben unirse las uniones vecinales, las bases, la gente debe reclamar y exigir que se aplique la ley, debe instalar este problema en la agenda pública de los gobiernos. Es necesario una campaña de reeducación, especialmente en los colegios, para revertir esta indiferencia hacia el árbol con que vivimos. Y debe convertirse en política de Estado, para que trascienda los gobiernos. Hay que pactar con la comunidad, que es la mayor beneficiaria de ésto. Si los beneficiarios no se comprometen, ni presionan para que sea política de Estado, nada sirve, porque ya está demostrado”.