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El cura que propició la Revolución de Mayo en Cuyo

Por Carlos Campana

En aquellos días de los hechos de mayo de 1810, en la entonces provincia de Cuyo y en su capital Mendoza, luego de conocerse la noticia de los acontecimientos ocurridos en Buenos Aires, se vivieron momentos de gran tensión al producirse un cisma que estuvo a punto de convertirse en una revuelta interna con derramamiento de sangre entre mendocinos.

Pero toda esta crisis fue pacificada gracias a un personaje anónimo de la historia mendocina: el presbítero Domingo García y Lemos, quien descomprimió esta situación, llegando a feliz término, con el apoyo a la Junta Provisional formada en la metrópoli del Río de la Plata.

Noticias desde el Atlántico

El cura Domingo García nació en Mendoza a mediados del siglo XVIII y falleció años después de la Independencia.

Se consagró como religioso en Chile y en 1802, regresó a nuestra provincia ocupando varios cargos dentro de la iglesia católica local.

En aquel otoño de 1810, los cuyanos vivían tranquilos, sin sospechar que, en Buenos Aires, un grupo de vecinos se habían proclamado en contra del virrey Cisneros para que no asumiera como tal y bregaban por la formación de una Junta a favor del rey Fernando VII quien junto a su padre Carlos IV, había sido encarcelado por Napoleón.

Durante la noche del 13 de junio, llegó desde Buenos Aires el oficial Manuel Corvalán, quien informó al Cabildo acerca de la instalación de una Junta Gubernativa constituida el 25 de mayo.

Esta noticia estremeció a las autoridades del ejecutivo local, quienes inmediatamente se reunieron en la sala capitular del Cabildo de Mendoza y resolvieron convocar a los vecinos más representativos de la ciudad para realizar una asamblea.

En el transcurso de la reunión, uno de los cabildantes leyó una copia del acta del 25 de mayo, la cual informaba que había sido depuesto el virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros y se había conformado una Junta a favor del rey Fernando VII. Además, el documento manifestaba la necesidad de la elección de un diputado para representar a Cuyo.

Los allí reunidos, eligieron como representante a Bernardo Ortiz. Pero cuando parecía que todo se resolvería rápidamente a favor de esta posición, llegó una correspondencia oficial desde Córdoba en donde el gobierno mediterráneo manifestaba que estaba en contra de la Junta y solicitaba a los representantes de Cuyo que actuaran de igual manera. oponerse a la Junta con el envío de tropas.

Fue entonces que las autoridades presididas por el subdelegado Faustino Ansay, Domingo de Torres y Harriet y Joaquín Gómez de Liaño, suspendieron el viaje de Ortiz para ver qué pasaba ante esta delicada situación.

El vicario Domingo García y Lemos sugirió a los funcionarios mantenerse tranquilos y esperar hasta que arribaran nuevas noticias.

Entre el cielo y el infierno

Con el paso de los días y sin tener noticias, se formó una división entre las autoridades y los vecinos. Entonces, a pedido del cura Domingo García y otros respetables ciudadanos se organizó un cabildo abierto para definir la postura de Mendoza.

A esta importante reunión, a la que acudieron 46 representantes, se discutió acaloradamente y algunos se opusieron al gobierno recién creado. Varios asambleístas quedaron molestos por esta decisión y los dos alcaldes, temiendo una posible confrontación, exigieron al comandante de Armas, Faustino Ansay que entregara el armamento que estaba bajo su jurisdicción. Así, durante la madrugada, los fusiles y otros pertrechos quedaron en poder de los adictos a la Junta de Gobierno Patrio.

Rebeldes con causa

Al día siguiente, el 28 de junio, Ansay, Torres y Harriet, Gómez de Liaño y treinta vecinos incluyendo un pequeño grupo de británicos y portugueses -radicados en Mendoza-, que estaban en contra de la Junta, asaltaron el cuartel para apoderarse de las armas. Después de la toma, los rebeldes salieron por las calles donde dispusieron algunos cañones amenazando a los vecinos que estaban a favor de la Junta de Buenos Aires.

A pesar de la actitud, nadie disparó un solo tiro. El presbítero Domingo García y Lemos llegó al lugar en donde estaban los rebeldes de Ansay, habló con ellos y propuso que se celebrase una reunión el 1 de julio con la propuesta de llegar a un acuerdo entre las partes.

Acuerdo celestial

El 1 de julio de 1810, el cura García y ambos grupos llegaron a la sala capitular del Cabildo para celebrar un pacto entre los que querían unirse a la Junta de Buenos Aires y los que se negaban.

García elaboró luego un documento de seis artículos, entre los cuales proponía la conciliación de ambos bandos.

El convenio celebrado ese día reconoció que era importante la adhesión a la causa del Rey Fernando VII mediante la Junta porteña.

El triunfo para la Junta

Días después de firmar este convenio, el gobierno de Córdoba solicitó armas y tropas, las autoridades provinciales negaron el envío, diciendo que había tenido lugar un acuerdo y que no podían socorrerlos.

En la mañana del 10 de julio, el coronel Bruno Morón que venía de Buenos Aires, llegó a nuestra ciudad con la misión de reclutar tropas y reunir armas para la expedición militar contra Córdoba. Esto aceleró la decisión de las autoridades de Cuyo apoyando incondicionalmente a Buenos Aires y a la destitución del comandante Faustino Ansay.

Así, finalmente, la revolución había triunfado gracias a la intervención del cura Domingo García y Lemos.

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