Las relaciones entre la policía, como institución encargada de mantener el orden y proteger a la comunidad y la propia sociedad, siempre ha tenido sus vaivenes según las épocas y las circunstancias que nos han tocado transitar.
Tratemos de imaginarnos en nuestro pueblo a comienzos de la década del 60, cuando se inaugura la comisaría de Chacras. Por ese entonces los departamentos que conforman el Gran Mendoza tenían, aproximadamente, 360.000 habitantes. Sería razonable pensar que Chacras de Coria contaría, seguramente, con menos de 5.000 parroquianos dado que en el 2010 había sólo 12.400.
Como en todo pueblo que se precie la comisaría estaba frente a la Plaza Gerónimo Espejo como así también la parroquia, el Registro Civil y el desaparecido Banco de Mendoza. Pegado a la comisaría había una pequeña dependencia perteneciente a la Municipalidad. Básicamente en ese local se guardaban las herramientas que utilizaba el placero y además tenía un vivero que surtía todas las plantas, flores y semillas destinada a la hermosa Plaza. Pegado a este local había una habitación que se usaba como sede de la Unión Vecinal y desde donde también se pasaba música por las tardes. Nada de eso existe hoy. La apertura de la calle Mazzolari para conectarse con Panocchia obligó a demoler las viejas edificaciones.
El edificio de la Comisaría tuvo que trasladarse. Funcionó en una vieja casa familiar sita en Calle Italia, pegada a las vías del ferrocarril. Luego pasó a funcionar en una especie de obrador, que también albergó a la Escuela Francisco Correas en el barrio Wil-Ri. Y, por último, pasó a la calle Víctor Delhez en casa de la familia Mosquera. Hasta que por fin obtuvo su edificio actual en Viamonte y Larrea.
En fin, como decíamos al comienzo, Chacras era un pueblo muy tranquilo, con pocos habitantes y poblado de viñedos. Los vecinos conocían bastante bien a los agentes policiales como también al comisario. No había muchos delitos ni delincuentes. La gente dormía a puertas abiertas, no había rejas y se dejaban las bicicletas en la vía pública sin atadura alguna. Podríamos decir que los agentes del orden no tenían que solucionar demasiados conflictos. Algún parroquiano que se pasaba de copas o una que otra travesura infantil. Pero en Chacras se vivía realmente en paz.
La relación entre los vecinos y la policía era fluida y cordial. Incluso hubo una cooperadora policial formada por vecinos que colaboraban económicamente para subsanar algunas necesidades de la Comisaría, como ser la reparación del móvil. Con el tiempo estas cooperadoras desaparecieron. Al parecer algunos comisarios desviaban fondos para su propio peculio, en fin: corrupción.
El ‘progreso’ del pueblo implicó una urbanización desmedida, aumento considerable de la población y la congestión vehicular. A mayor cantidad de habitantes más conflictos y más delitos y, por ende, mayor cantidad de policías. La relación entre la institución policial con la comunidad se fue desdibujando. Sobre todo, durante los gobiernos de factos donde la policía fue mandada a reprimir civiles. Muchas veces los vecinos miraban con recelo y desconfianza a los agentes del orden.
Por suerte, estos últimos años estamos presenciando un renacer de aquellas armónicas y necesarias relaciones.
Los últimos comisarios han convocado a la comunidad a integrarse a sus labores. Esperemos que estas buenas actitudes se profundicen y crezcan para el bien de todos.