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El banco de Pety

Por Onelia Cobos

Sobre calle Viamonte al 5000, en esa cuadra emblemática de viejos, pequeños negocios de antaño, Pety tiene su tienda de alimentos para mascotas, su Pet-shop, para dar gusto al lenguaje de los tiempos nuevos de mercado. Antes tuvo en el lugar una carnicería. Se saturó de este último trajín, nos dijo, porque no le permitía tiempo, entre otras cosas, para estar o interactuar con amigos y vecinos. Y es aquí precisamente donde reside la primera característica de Pety como vecino de Antes, del Chacras sin prisa, del Chacras-descanso, del Chacras de la Comunicación con el Otro.

El caso es que Pety ha construido sobre su vereda, frente a su negocio, un banco de plaza, con prolijos cerámicos blancos que invitan a la pausa  y a la tertulia vecinal, al promediar la mañana de compras o al atardecer. El banco es una invitación a construir  Descanso en el día. Descanso que contrasta con la velocidad del Hoy, trajinado por tanto 4×4 y anónimos rostros nuevos. La prisa del presente se siente sorprendida por este inusual recreo que evoca el tiempo de las sillas o sillones “a la puerta” en las veredas de las casas, después de las seis de la tarde de nuestra adolescencia.

Entonces era una tácita consigna, la de detener el tiempo diario, introduciendo saludos y charla con el vecino paseante, intercambiando novedades “cosechadas” en la carnicería, panadería , farmacia,  bicicletería, ferretería o taller de reparación de calzado. Pety sabe que “no se estila ya más” pero Pety sigue sintiendo la añoranza de aquellos momentos en tiempos de antaño.

Esta mañana es una mañana cualquiera. En uno de los extremos del banco están sentados el vidriero, el ferretero, el quinielero. En el otro extremo Pety los escucha con atención. Hace calor. Estamos en enero. Corre apenas un tímido viento. Al pisar la vereda Siento, Veo, Escucho a Don David Elaskar, a Sete, a Wadi y Ricardo que conversan con Don Cobos, el bicicletero. Se mezclan en el encuentro Alberto, Poroto, Nelson, los chicos Elaskar, la familia dueña de toda esa propiedad, desde el Kiosco de la familia Álvarez hasta el ex negocio de Chantire.

Un señor Cruz, (actual Biblioteca Popular) solidario vecino de la Unión Vecinal, también conversa con el grupo y  una chilena familia Paz de la vereda de enfrente, se acomoda también en el banco. Es Pety el que ahora cree ver al Dr. Elaskar y Delia, su esposa en la vereda, descansando del consultorio y los pacientes por un rato. De la panadería Los Andes sale el Dr. Miguel Pons que misteriosamente ha conseguido la eternidad y se une a una doméstica charla con la familia Collovati, compitiendo por la excelencia de la tortitas de hoja y las otras. Las figuras se mueven en dos dimensiones, la terrena y la del más allá con total naturalidad.

Sobre el número 5252, la vieja bicicletería de Don Cobos se ha convertido en un pequeño y coqueto resto: “Lo del Pájaro”. Como finos hilos de humo, circularidades de ruedas de bicicletas para centrar, parecen flotar, volatilizadas en el aire y buscan también el banco de Pety.

La mágica cuadra cobra singular vida, alrededor de la tertulia del banco, todos los días.

Yo creo que el espíritu de Pety, amante agradecido por el lugar que lo aceptó y lo quiere, ha permitido la fuerza de lo imposible: poder llamar al Pasado e invitarlo a convivir con el Presente.

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