El 24 de Marzo de 1976, muchos argentinos amanecimos con una noticia bastante anunciada. Los militares, con el apoyo de varios sectores civiles, derrocaron al débil gobierno democrático de María Estela Martínez de Perón. Una junta militar comandada por el jefe del Ejército, Teniente Coronel Jorge Rafael Videla, inauguraba la etapa más oscura y nefasta de nuestra historia: el llamado Proceso de Reorganización Nacional, la última y más cruel dictadura de nuestra Patria. Este triste período transcurrió hasta 1983; el 10 de Diciembre asumía como Presidente constitucional de la Nación el Dr. Raúl Ricardo Alfonsín.
Este último feriado largo puede llegar a desvirtuar el verdadero significado del 24 de Marzo. Seguramente muchos vacacionaron o pasearon sin pensar en el sentido de esta fecha.
No podemos olvidar el pasado si deseamos mejorar nuestro presente. No hay mañana sin ayer. No se trata de refugiarnos en el dolor de la nostalgia ni de auspiciar o promover nuevos rencores. Simplemente es mantener vivo un reclamo aún no enteramente satisfecho: Memoria, Verdad, Justicia.
Alfonsín y la UCR fueron pioneros en juzgar públicamente a los responsables de los miles de argentinos que estuvieron ilegalmente detenidos y fueron torturados, asesinados y desaparecidos. Una comisión de investigación (CONADEP) resumió en el informe “Nunca más” las cruentas violaciones a los Derechos Humanos.
Hubo retrocesos, porque el poder militar presionaba a la incipiente democracia con motines y conspiraciones y obligaron a Afonsín y su gobierno a promulgar las leyes de impunidad: Obediencia debida y Punto final. Luego Menem indultó a todos los responsables.
Fueron las organizaciones de derechos humanos las que no claudicaron reclamando mantener viva la memoria. Hoy lo siguen haciendo.
Nuestra memoria, la de todos los argentinos, debe proyectarnos hacia un mejor porvenir. Tenemos en nuestras manos la única y mejor herramienta para expresar y decidir quién dirigirá los próximos años de la vida política de Argentina: las elecciones.
No podemos ni debemos subestimar esta opción de libertad. Es cierto que tantas ofertas y promesas desorientan al ciudadano de a pie. Hay muchos candidatos para los diferentes niveles de gobierno: municipal, legislativo y provincial. Algunos son conocidos que vienen bregando desde hace años con las mismas recetas, otros son nóveles que apuestan a cambios dentro de las entrañas del poder…
En fin, lo importante e ineludible es que cada uno de nosotros se sienta verdaderamente protagonista de un evento fundamental: saber elegir. Para ello debemos informarnos, confrontar, reflexionar. No estamos jugando un juego de azar, estamos decidiendo a un gobernante. No es cuestión de que gane a quien yo voté sino que el que el más votado sea el mejor.
Para mantener la democracia no hay opciones: mantener viva la memoria y ejercer el derecho fundamental: que el pueblo elija a sus representantes sin presiones ni subterfugios.
Es cierto que todos tenemos reclamos insatisfechos, que esperamos de nuestros gobernantes más de lo que aportaron. El desafío obligado es elegir bien y exigir que se cumplan las propuestas. Si sólo nos contentamos con colocar una boleta en la urna y después mirar para otro lado, nunca vamos a mejorar.