Categoría | Editorial

No es sólo un nombre

Cuando el hombre crea el lenguaje, primero oral y luego gráfico, se ve en la necesidad de comenzar a poner nombres a las cosas. Este acto es trascendente en la historia de la civilización. Pues, cuando alguien decidió que un objeto con cuatro patas, un asiento y un respaldo se llamara “silla”, simultáneamente estaba decidiendo que esa palabra era posible sólo para ese objeto.

En el ámbito estrictamente individual y subjetivo, todos nosotros ‘ponemos’ nombres. Por ejemplo, elegimos los nombres de nuestros hijos motivados por diferentes causas; algunos por la tradición familiar de que el primogénito lleve el nombre del padre y de su abuelo y de todos los varones de su familia que lo antecedieron, otros eligen guiarse por el santoral y bautizan al hijo con el nombre del santo que le tocó en suerte, otros optan por nombres que tengan algún significado especial para ellos… En fin, las motivaciones pueden ser variadísimas.

En el ámbito de lo público es el Estado -municipal, provincial o nacional- el que tiene competencia legítima para ‘poner nombres’. A las calles, a las plazas, a las escuelas, a los barrios. Y, según la ideología del gobierno de turno que maneje el Estado, serán los nombres que elegirán.

La comunidad chacrense, en estos días ha participado de un importante debate sobre el nombre de uno de los barrios más tradicionales del pueblo: el Willri.

Es casi seguro que muy pocos habitantes de nuestro pueblo conozcan el significado de este nombre, que hasta hoy resulta complicado de pronunciar. Pero la repetición hace a la costumbre y ésta al hábito y lo habitual se termina aceptando como bueno y normal.

Will-Ri es la unión de las primeras sílabas de los nombres de guerra, William y Rios,,de dos delincuentes que se desempeñaron en la Escuela de la Armada Argentina, la escalofriante ESMA, durante la última dictadura.

Cuánta impunidad, cuanta soberbia, cuánta demostración de prepotencia insinúa este nombre. Probablemente, embriagados por la arbitrariedad del poder que confieren las armas y el silencio cómplice de muchos, pretendieron insolentemente ser recordados por sus iniciales cada vez que el cartero dejara correspondencia en este barrio, cuyas tierras fueron robadas a las familias de Cerutti y Masera Pincolini.

Son las iniciales que no nombran sólo a dos sujetos ni siquiera a toda su pandilla de asesinos. Es el nombre de la usurpación planificada, de la tortura, de los secuestros, de las desapariciones, de las muertes…

Por esto, que este barrio se deje de llamar así, que todos lo dejemos de llamar así, no es cosa menor. No es sólo un mero cambio de nombre.

Esta iniciativa conlleva el mensaje de que la memoria de los ciudadanos comprometidos con la verdad y la justicia puede prevalecer sobre el atropello y la mansalva de los que gobernaron durante la última dictadura.

Significa una demostración pública y democrática para decir NO a las aberraciones y atrocidades cometidas en contra de buena gente que fueron nuestros vecinos.

Conlleva un mensaje esperanzador, ya que el nuevo nombre de este barrio, surgirá, así lo esperamos, de un consenso entre vecinos y municipio.

La familia Cerutti propone Barrio Casa Grande, porque así se la nombraba a la casona familiar. Y porque remite a la idea de integración.

Desde Correveidile apoyamos este nombre como homenaje a la familia Cerutti, porque esa es su voluntad, y porque implementarlo significaría, para nuestra comunidad, poder ofrecer una reparación históríca a tanto dolor.

Deje su comentario