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Historias del pago: Magnicidio en una hacienda de Luján

En setiembre de 1863, en una hacienda de Luján de Cuyo propiedad de la familia Recuero, se produjo un hecho poco común en la historia de Mendoza. Allí se organizó una gran fiesta en honor al entonces gobernador de Mendoza Luis Molina y otras personalidades importantes de la provincia y de la Nación. Aquel evento duró un día completo y fueron invitados el coronel Ambrosio Sandes y el capitán Rodríguez. Días después de este encuentro varios de los que asistieron a este convite se enfermaron y fallecieron posteriormente, incluyendo al primer mandatario.

Por Carlos Campana

Asado con cuero y vino

En víspera de primavera de 1863, algunos funcionarios del gobierno provincial participaron de un suculento banquete y baile incluido, en la quinta de la familia Recuero, situada en Luján.

Concurrieron a aquel evento distinguidas familias con sus mejores atuendos. Allí estaba el gobernador Luis Molina quien había asumido un año antes el manejo de los destinos de nuestra provincia y fue la figura principal en esa fiesta. Además se encontraban reunidos el “indestructible” coronel Ambrosio Sandes -quien había ejecutado a cientos de prisioneros federales meses antes- y otros camaradas como el capitán Ramírez.

En la mesa la carne asada y los platos criollos eran la principal comida y no podía faltar el vino y postres. Además la música estaba presente en aquella ocasión.

Al finalizar la comida, llegó el baile y los invitados animaron aquella fiesta sin que decayera ni un solo momento. Finalizado el encuentro Luis Molina partió hacia la ciudad y al día siguiente, comenzó a sentirse mal de salud. Se pensó que el primer mandatario se había excedido en la comida al producirse agudos dolores estomacales. Sin saber de esta situación, sus amigos el coronel Sandes y el capitán Rodríguez habían corrido la misma suerte.

Los efectos de una fiesta

En su casa, el gobernador estaba en cama y profundizó su crisis gástrica, además su semblante se desmejoró súbitamente; su cuerpo casi cadavérico tenía los ojos hundidos dentro de las órbitas, rodeadas de un círculo color violeta y sus labios estaban secos.

Todo era muy extraño: llamaron al doctor Edmundo Day quien dio un diagnóstico reservado. El médico británico estaba desconcertado al ver que los síntomas no eran de un atracón sino de haber ingerido una sustancia venenosa, pero sus más allegados descartaron esa teoría porque Molina no tenía enemigo alguno. En otro lugar, en la quinta de Villanueva, el coronel uruguayo Ambrosio Sandes también se encontraba en grave estado. Tenía los mismos síntomas que el gobernador Molina: dolor de estómago, vómitos y un profundo deterioro corporal. Tiempo atrás, el militar había sido apuñalado y estaba recuperándose de aquella herida cuando acudió al banquete en Luján.

Sandes falleció el 15 de setiembre a las ocho de la noche, sin saber la causa de su deceso. Fue sepultado con todos los honores el día 17 por el regimiento 1° y la Guardia Nacional al mando del coronel Augusto Segovia. Unos días después de sepultado el militar, el gobernador Luis Molina también falleció. Todos los mendocinos quedaron estupefactos ante la noticia. Más aún cuando al día siguiente murió el capitán Ramírez con los mismos síntomas que ambos.

Desde este momento no hubo duda de que los tres habían sido envenenados en el banquete. Aunque todo el mundo lo aseguró, sin que hubiera uno solo que lo desmintiera, nunca se realizó una investigación de estos homicidios.

Gobernador Molina

Coronel Sandes

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