La plaza
Quien la mira, la transita o la admira siente la magia que alberga: hace soñar inevitablemente. Por todo esto, quien construye, inicia o imagina un proyecto a su alrededor queda tocado por su hechizo. Esta vez lo extraordinario toca a Chato… en el lugar de un anterior video-shop, un café-trago abre paso al Asombro de Chacras otra vez. El Asombro, esa metafísica energía que sólo algunos vecinos perciben, más allá de todo razonamiento.
Este otoño la plaza ha amanecido con memorias y alegrías nuevas. Un tenue viento se filtra entre las ramas del pino de la esquina y en los árboles del costado. Como siempre, desde allí los viejos vecinos que descansan en sus ramas sonríen esta mañana complacidos.
La brisa parece decir “no cierren lugares que albergaron duendes cuidadores del lugar”.
Antes
Una librería, una juguetería, un video shop. Sobre el peluche de un oso panda descansaba el genio de la música del maestro Perceval. Y los corales del fondo del mar que arrastró Pablo (Martín) cuando encontró a Marita (Perceval), estaban depositados en la computadora y sus teclas rojas. La dinámica artística del lugar se cansó y desplazó talleres de teatro, batik, exhibiciones de películas. La juguetona nostalgia de Marita, acurrucada en las arpilleras de pinturas aztecas y en la cerámica de contornos dantescos y laberintos borgianos, necesitó oxígeno y un día partieron.
El lugar permaneció cerrado.
Hoy
Un Chato Mema, joven, efervescente, viajero, ha sentido que el lugar pide abrir ventanas nuevas.
Tal vez Chato sepa (o no, no lo sabemos), que ha sido convocado por el lugar porque su persona contiene el mágico ingrediente de pertenencia a una historia generacional de Chacras que la plaza conserva y deja conocer a unos pocos a través del amor incondicional al lugar.
Seguramente debe haber descubierto la mirada sonriente de Sergio Mema guiñándole un ojo. Aquel tío increíble que hoy descansa en una de las ramas del abrazo verde. Un Sergio “gozador de lo auténtico, esforzado soñador de victorias nuevas, cuidador de ternuras familiares, consagrado amigo de los afectos”.
Y también debe haber percibido la invitación de un abuelo agricultor de chacras en Vistalba y Chacras que compartió esfuerzo, sinsabores y aciertos rurales con una temprana inmigración boliviana que empezaba a llegar al país para quedarse y reemplazar a los cosechadores golondrinas, que pasaban para levantar el fruto de viñedos, frutales y hortalizas.
Una cadena de pastelería fina, panaderías y cafeterías constituyen el aporte comercial al nuevo Chacras en plena transformación de crecimiento.
Sin embargo el embrujo que teje la historia familiar del origen, no retrocede ante el avance emprendedor, entusiasta, buceador de un Chato para siempre duende hacedor.
Un abrazo.
Onelia Cobos