La Biblioteca como pasión
Escondida en un rincón
me dejo llevar por el pensamiento
entre libros, tantas veces hojeados
algunos envueltos en un sepia galante
otros resaltados en el brillo satinado
de tapas gruesas y peso oscilante.
En ellos, haciéndose mágico
gravita el tiempo.
Tantos, entre tantos me descubro
en la Alberdi
Biblioteca centenaria
confabulada de memorias
novelada de ilusiones
avezada en el riesgo cotidiano
de los días que son jornadas
intercambios, propuestas,
multitudes de imágenes que sobre-actúan
en sus escenarios.
Parece una ciudad catalogada,
perseverante en el goce lector
y en los misterios de la emoción.
En ella me quedo vagabunda
errante, perseguida.
Sus visitantes son turistas
del hábito y la aventura leída
que se juega adentro y fuera de nosotros.
Sus galerías bifurcan las miradas
los textos la tatúan, y en un presunto
descubrirse circula su mundillo,
su tránsito
de ciudad compulsiva de ideas
ante la paradójica existencia del hombre.
El pensamiento acelera mi pulso
y las escenas me incluyen en su laberinto.
Es otra vez la palabra escrita
metáfora sin tiempo
donde la flor no se marchita
espectro solapado de lo que permanece.
Esta ciudad no perdura por la costumbre
se revela en su destino de página abierta,
en ella todo vale, no hay brechas, ni primacías
todo vale
desde la simple revista,
los periódicos,
un humilde folleto.
Un año más, 102 de aquel primer día
y sin embargo
las actuales facilidades y avances
no embalsaman su encanto expresivo
la hacen respirar más a gusto
porque insiste en encontrar el
lugar propicio
para desplegar su labor,
aprovechar la brevedad del día
en favor del conocimiento
y proponer como vital la urgencia
de aliarse al progreso, el progreso que implica
nuevas incógnitas,
antes no sospechadas.
Vocera de estos tiempos,
se reconcilia con el pasado
se dibuja en el paisaje de mentolados aires
y rumores de pájaros andinos.
Está entre un entorno de plazoleta
que la desplaza
y un revestimiento de imágenes
en sus muros
que la protegen
que la toman en su fidelidad histórica
y en sus ideales populares.
Hay en esta ciudad,
un recorrido en sus pasillos que me siguen invitando
habitarla es una vocación.
Entiéndase vocación como pasión, en este decir hago referencia al dios Eros, celebrado por Fedro en el banquete de Platón, la vocación es siempre joven, vital y arrolladora.
Raquel Aznar