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José Daniel López Laur reconocido por la Legislatura

Fue el 3 de agosto pasado, en la sala colmada por su familia y amigos, cuando el profesor y médico urológo recibió el agradecimiento de los legisladores por su invalorable aporte a la salud de los mendocinos.

Otro vecino, Cato Aguilar, le escribió estas palabras, desde un fanático del Lobo a otro.

Simplemente un hermano de la vida y el tablón

El invierno, es una verdadera prueba de fuego para Chacras de Coria. El día se presenta frío, cae agua nieve y un viento leve que completa el típico día invernal.

Día ideal para tomar un café y tener una buena charla con un amigo. Y así sucede.

Me encuentro con José Daniel López Laur, un amigo muy especial, alguien con quien se puede conversar de cualquier tema y siempre resulta un acto de enriquecimiento para su interlocutor.

Comienza contándome la historia de su familia, que es su propia historia.

Recuerda que su bisabuelo, Francois, llegó desde Francia en 1889, se radicó en Cruz de Piedra, Maipú y en 1903 fundó la Fábrica de Aceite de oliva Laur, empresa que se convertiría en una de las más importantes del mundo. (N.delaR.: hoy ha sido nominada como la mejor aceitera de la Argentina)

José Daniel nació en la calle José Vicente Zapata y San Martín, frente a la Iglesia de los Jesuitas. En aquellos tiempos de menos tránsito vehicular y menos personas en la calle, los niños del barrio aprovechaban las veredas amplias y algunos baldíos para jugar “a la pelota”, generalmente a “las cabecitas con dos rebotes”, o intensos “partidos desafíos con los chicos de las calles Rioja o Salta”. Salía a jugar con pantalones cortos -eran habituales en esa época-, medias Carlitos y zapatillas Pampero con punteras de plástico o bien con las legendarias Sacachipas. Completaba con la camiseta de Gimnasia, comprada en casa Larraya o en Deportes Bermúdez. La pelota podía ser la Pulpo o bien un fútbol de cuero Sportlandia con tiento. Siempre ha sido un buen jugador -todavía lo practica-, se probó en Gimnasia con éxito, pero lo dejó: el estudio le ganó al deporte. El Colegio de Los Hermanos Maristas lo había preparado en forma inmejorable para su ingreso a la Facultad de Medicina.

También durante su infancia le encantaba ir domingo por medio a visitar a sus abuelos maternos en Cruz de Piedra.

Obtuvo el título de Médico en 1974 e inmediatamente se fue a perfeccionar a Madrid en Urología. Luego su casamiento con Matilde, sus frutos más grandes, sus hijos: Constanza, Rodrigo, Gastón y Marcela, grandes profesionales pero sobre todo personas de bien y con ellos llegaron sus nietos. Su mayor alegría es recibir cada domingo a toda la familia, casi todos vistiendo las camisetas blanquinegras. Es que les inculcó su amor por el Lobo mendocino de la misma manera que su padre primero y luego su primo Coco Herrera -recordado hincha y ex dirigente- se lo inculcaron a él.

Ha recibido innumerables premios y reconocimientos en el orden provincial, nacional e internacional, pero le causa una emoción especial el que recibió el pasado jueves 3 de agosto, cuando la Legislatura de Mendoza lo reconoció por su aporte a la salud del pueblo mendocino.

Ahí estuvieron su familia, amigos e integrantes de la gran familia blanquinegra.

Nos despedimos con un gran abrazo de Lobo y mi profunda admiración.

Eduardo Cato Aguilar


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