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Muhammad Ali, una leyenda de 70 años y 70 rounds

Estatua viviente

El martes 17 de enero el Rey llegó a la fiesta de su 70 cumpleaños organizada en su ciudad natal, Lousville, en el estado de Kentucky, en los Estados Unidos, de impecable traje gris, camisa blanca y corbata al tono. Había viajado con gran esfuerzo desde Paradise Valley, en Arizona, donde actualmente reside, acompañado de Lonnie, su cuarta esposa y de Marylin Williams su cuñada. Sus nueve hijos –siete mujeres y dos varones – que habían llegado desde distintos lugares lo esperaban ansiosos y orgullosos.  Entre ellos, Laila, la única que siguió los pasos de su padre, fue también campeona del mundo y que, entre otras, batió a Jacqui Frazier, la hija de Joe, con quien Alí protagonizó tres de las peleas más duras de la historia (ver aparte).

La mayoría de los 4.000 fanáticos que habían pagado 1.000 dólares la tarjeta -con fines benéficos- para asistir a la cena en su homenaje lo aplaudieron largamente de pie y se emocionaron hasta las lágrimas. Disminuido física y mentalmente desde 1984 cuando contrajo la progresiva enfermedad del Mal de Parkinson, el singular personaje, considerado el mejor pugilista de todos los tiempos y el deportista más grande del Siglo XX, apenas sonrío, balbuceó algunas palabras y levantó una de sus manos en agradecida respuesta. Luego se sentó y permaneció toda la velada en silencio. Los festejos por sus 70 años se prolongaron durante una semana en varias ciudades de su país como la celebración: “Siete días para siete décadas”.

Ese hombre de carne y hueso, convertido en estatua viviente, Cassius Marcellus Clay Jr., conocido mundialmente como Muhammad Alí, el nombre que adoptó en 1964 cuando se convirtió al Islamismo, hizo del boxeo un himno al triunfo y un mensaje de permanente protesta. Entre su arrogancia y vanidad, su histrionismo y solemnidad, irónico y provocador, narcisista como nadie. Deportivamente resultó medalla de oro en la categoría medio pesado de los Juegos Olímpicos de Roma 1960 y fue tres veces campeón mundial de la división peso pesado en la época que podía combatir los 15 rounds en puntas de pie en una notable e incomparable demostración de su armonía, virtuosismo y elegancia sobre un ring. Vencedor de todos los rivales que enfrentó en sus años de gloria y apogeo, incluido nuestro Oscar Natalio Ringo Bonavena (07-12-70:  KO en la 15ma. vuelta), quien fue el único que lo alteró fuera del ring cuando en la sesión de pesaje lo saludó: “¿Cómo estás, Canguro negro?”. Como amateur completó 100 victorias con solo 5 derrotas y como profesional entre 1960 y 1981 realizó 61 peleas de las que ganó 56 (37 por KO) con 5 caídas.  Hasta enfrentó al mismísimo Superman en una legendaria historieta y resultó ileso.

Rechazo

“Cassius Clay es el nombre de un esclavo. No lo escogí, no lo quiero. Yo solo soy Muhammad Allí, el nombre de un hombre libre” dijo a los periodistas cuando un 24 de febrero de 1964 venció por abandono en la séptima vuelta para proclamarse por primera vez campeón mundial a Sonny Liston.

En esa época se había unido a la Nación del Islam, la organización que lideraban Elijah Muhammad y Malcom X, sus nuevos guías espirituales. Se había convertido además a la religión musulmana que defendía la igualdad de los derechos de los negros en el mundo. Tres años después, en 1967, quizás su momento de mayor esplendor, en los tiempos que boxeaba a los saltitos pese a sus 94 kilos, se negó a alistarse en el ejército de su país para participar de la guerra de Vietnam. “Odio la guerra, odio los ejércitos, no voy a pelearme con el Vietcong ese. No los conozco, ¿quiénes son?” repitió convencido de sus palabras. En respuesta le quitaron el pasaporte y fue despojado del título. Estuvo 43 meses sin pelear, época en que hizo comerciales de TV, dictó decenas de conferencias en distintas universidades a 2.500 dólares cada una, cobró 225.000 dólares de adelanto por su autobiografía y apareció en un musical de Broadway.

Pese a que desafió a la sociedad norteamericana, en 1975 Alí fue recibido por el entonces presidente norteamericano Gerald Ford. Con posterioridad retornó varias veces como un viejo amigo a la Casa Blanca para estrechar la mano de Ronald Reagan, Bill Clinton, George Bush y más recientemente Barack Obama. Casi a los 40 años de edad, tras ser superado por dos adversarios mucho más jóvenes como Larry Holmes y Trevor Berbick, el gran Muhammad aceptó la realidad del retiro.

Volvió a viajar a países como Afganistán, Corea del Norte, Cuba e Irak hasta que en 1984 esa cruel enfermedad que todavía lo aqueja y que provoca el temblor de su cuerpo comenzó a debilitar definitivamente su fortaleza y energía.  “¿Quién es el Parkinson ese? ¿A quien le ganó, que récord tiene?” se preguntó cuando contrajo el mal. El 20 de julio de 1996 encendió la llama olímpica de los Juegos de Atlanta en los Estados Unidos y el 3 de agosto del mismo año el presidente del COI, Juan Antonio Samaranch, le entregó una medalla de oro similar a la que había ganado en 1960 en Roma y que había tirado al río al ser discriminado por su condición de negro.

En el reino de Jack Johnson – el primer pugilista de color campeón del mundo – Jack Dempsey, Joe Louis, Rocky Marciano, Gene Tunney, Sonny Liston, su ídolo Floyd Patterson al que admiraba cuando empezó a boxear a los 12 años, George Chuvalo, Archie Moore, George Carpentier y Mike Tyson el más grande sigue siendo Muhammad Alí. Convertido en una leyenda como Elvis Presley, Marilyn Monroe y Los Beatles. En una leyenda de 70 años y 70 rounds, aunque ya no pueda volar como una mariposa o picar como una abeja cuando boxeaba los 15 asaltos en punta de pies.

“La pelea del siglo”

Muhammad Alí y Joe Frazier se habían enfrentado dos veces en el Madison Square Garden de Nueva York con un triunfo para cada uno hasta que el lro. de octubre de 1975 volvieron a encontrarse por tercera vez en Quezon City, Filipinas, en la llamada “Pelea del siglo”. En la primera oportunidad, el 8 de marzo de 1971 el vencedor resultó Frazier al que se conocía como “Smoking Joe”. En la segunda ocasión, el 28 de enero de 1974 el ganador fue Alí que ya se había convertido a la fe islámica. Las crónicas de la época señalan a aquel tercer duelo como uno de los combates más crueles de la historia.  Ambos se demolieron sin piedad a golpes y llegaron al 15° y último round sin fuerzas, destruidos física y anímicamente.  

Frazier no se pudo levantar de su rincón y su adiestrador Eddie Futch arrojó la toalla en señal de abandono. Alí se levantó y se mantuvo de pie en su propia esquina ante el pedido de su técnico en un supremo esfuerzo para ser declarado ganador. Se recuerda el diálogo con su entrenador, Angelo Dundee:  “Te pido que te muevas, por favor”, suplicó Dundee. “Entonces hágalo usted, no puedo más”, contestó Muhammad.  “Entonces solamente te voy a pedir un favor: ponte de pie, solo eso, quiero que te pares cuando suene la campana, por favor”, insistió Dundee. Así ganó Alí la pelea más violenta que se recuerde.

Reconciliados después de aquel tercer combate, Muhammad abrazó a Frazier con  estas palabras: “Esto fue lo más parecido a la muerte. Ahora estamos libres, Joe”. El propio Alí lo había conversado a Frazier durante el primer enfrentamiento: “¿No te das cuenta que estas frente a Dios? ¿No ves que le estas pegando a tu Dios?”. En noviembre del año pasado Alí había despedido los restos de su viejo adversario: “El mundo ha perdido un gran campeón”, dijo con tristeza. Como una ironía del destino Angelo Dundee que el 17 de enero había asistido al cumpleaños de su pupilo falleció el 2 de febrero pasado a la edad de 90 años en su domicilio de Tampa, Florida, a raíz de un paro cardíaco.

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