El barullo exterior va en retirada
mientras la noche avanza
y sola se ha quedado la alegría
en la punta alar de un colibrí.
La tierra gira y en sus rotaciones
las sombras se disipan de a poco,
como los brillos de la meretriz
después del acto.
El sol vuelve a dar vida
en su regreso eterno
y los rayos de luz de escondido arco iris
inundan a la atmósfera.
Al despertar todo revive, incluso los dolores
y todos nos volcamos
a quehaceres que no siempre nos gustan.
Así pasan la vida y las lecturas,
las pérdidas, los profundos afectos.
Como rueda sin fin,
Atrapados, volvemos a cometer errores
y el volar de los años nos transforma
permanentemente.
Ya no somos los mismos.
Aunque quizá, por dentro,
nos sintamos iguales,
pero el cruel hedonismo
se encarga de apartarnos.
Y la no pertenencia
está ocupada
en limitar
el frágil movimiento,
aunque al roce de piel
renace vivo
el amor fuerte y joven
que aún nos queda.
J.E.M.
2010