Cuando la arquitectura es protección espacial, responsabilidad moral y respeto afectivo al hábitat en la tercera edad
Partiendo de la concepción de que el arquitecto es un poeta de las formas, por su permanente creación de Belleza, nos acercamos al trabajo de un joven arquitecto cuya mirada ha querido posicionarse en un área que requiere solidaridad espiritual: el de la creación para la tercera edad.
La tercera edad, o vejez o madurez necesita de la inclusión. Es una etapa donde la protección, la seguridad, la autovalía requieren un refuerzo especial que terminará creando vitalidad, dignidad y sentimientos de poder.
No hay duda que cada uno es “uno y su circunstancia”.
La “circunstancia” puede potenciar o limitar nuestras ganas de ser y hacer y por lo tanto, ampliar o disminuir nuestra experiencia humana.
En el caso que nos ocupa, la fuerza de resolución ante las crecientes y naturales limitaciones del que envejece, nace de una existencial experiencia propia y familiar.
La obra es, sin duda, una hermosa contribución al bienestar, tranquilidad y seguridad del hábitat de amigos clientes que en lenta transición se acercan y entran a la vejez.
Amplitud en los baños, barrales sostenedores, amplias puertas en todos los ambientes, pisos nivelados, sanitarios que permiten la carga de elementos externos (sobresillas), bañera baja para evitar el trepado, la conectividad integradora de cocina, comedor, lavandería son apenas, algunos de los aspectos materiales aportados. Es un modelo de casa abierta que desalienta los obstáculos y que facilita el juego y la caricia de la luz al dejarla entrar por una altura de techo abierto comunicante con un primer piso, destinado a visitas de nietos y o hijos.
La fachada, austera, utiliza piedra y madera y tiene el propósito de no llamar la atención por una necesidad de seguridad.
La casa está y comienza detrás de la puerta de entrada con la amplitud que se mantendrá en todas las aberturas.
Hay dos cuerpos integrados. El preparado para los dueños de casa, que han empezado la suave transición después de jubilarse. Es el que busca quietud y seguridad con anchas puertas, con la horizontalidad ya mencionada y una segunda casa que el arquitecto llama “Quincho” anexada en L, con baños, despensa, churrasquera, hogar a leña, con techos de madera -cedro enchapada que se abre a una alegre galería-pérgola que saluda a la bella pileta de natación con tres niveles y un hidromasaje, éste casi abrazado por una cascada de piedra, que le da una total atmósfera de fiesta y que permite el juego de diferentes matices de luz al transcurrir el día.
La filosofía de los dos cuerpos centrales integrados -casa de la madurez más “quincho”- narra la necesidad del descanso y tranquilidad que los dueños de casa buscan en este período junto a la necesidad que sienten a la vez, en la vejez, de tener a los suyos cerca y reunidos alrededor de algo tan convocante como la pileta del verano y el “quincho” de los asados y empanadas junto al fuego del invierno.
Nos sorprendió un primer piso que, en realidad, está destinado a las visitas familiares cuando quieran pernoctar.
La construcción está al fondo de un pasaje protegido por vegetación, lejos del mundanal ruido.
La huerta orgánica en un rincón, espera toda la atención de su dueña, con intereses recién inaugurados.
La monocromía de la construcción, solicitada por los dueños, ha sido enriquecida por un lúdico juego de marrones y beige que el arquitecto ha provocado entre la madera, las piedras y los tonos de las paredes.
Hay una arquitectura virtual compuesta de intereses y expectativas respetadas de una edad, que permitirá prolongar la vida en la casa propia, sin duda alguna.
Hay un afecto casi tangible en las medidas y en el manejo del espacio y luz que privilegian un sentimiento de inclusión.
Sí, es una vivienda pensada para personas con necesidades especiales. El arquitecto ha querido y lo consigue, acompañar “al otro “.
Retroceden dificultades motrices, limitaciones.
La estructura espiritual del joven arquitecto se desliza en cada detalle.
Una innata solidaridad, respeto y cariño exudan la madera, los marrones, el espacio todo. La búsqueda de armonía, de un feliz punto medio, ha sido lograda en el abrazo de los dos hábitats. El retiro y la compañía familiar pueden convivir.
Recorrer la arquitectura de Maximiliano Montero es recorrer el humanismo de un andamio de puros valores afectivos.
Onelia Cobos
Monocromática e Introvertida
-Casa para el retiro-
Proyecto: Arq. Maximiliano G. Montero
Ubicación: Chacras de Coria, Lujan de Cuyo, Mendoza
Superficie: 441.58m2
Año: 2007
Con esas dos premisas de diseño se originó este proyecto para el matrimonio Lugones. Ellos pensaban ya en su retiro y eligieron Chacras de Coria para vivir esta etapa de la vida. Esto requería una casa híper flexible en cuanto a su funcionalidad, por un lado el futuro asoma con la “vejez” y por otro el crecimiento de la familia. Ésto hacia que se crearan dos grandes necesidades: un espacio para el matrimonio, y otro para la familia entera. Surge así la vivienda propiamente dicha y el “quincho” en torno a un único patio cuyo eje es una piscina de tres sectores: uno de relax con hidromasaje, uno de niños muy poco profundo y uno de natación.
La vivienda posee dos plantas, en la planta alta se ubicaron los dos dormitorios de “hijos” más un baño y un escritorio. En la planta baja y pensando en no generar pasillos encontramos un toilette, la cocina/lavadero, el comedor, el estar y la suite. Se buscó no generar pasillos, mejorar el ancho de las puertas, no crear desniveles en respuesta a ese futuro de vejez, sin dejar de lado la estética, y dando soluciones funcionales a la hora de ir al baño, entrar a una ducha, salir en una camilla desde la suite, o circular por la casa en una silla de ruedas o con muletas.
En el costado sur y mirando al norte ubicamos el “quincho”, que cuenta con un living, hogar, comedor, cocina y churrasquera. Es aquí donde toda la familia se reúne socialmente y el mismo se une con la volumetría de la casa por una galería semicubierta que produce una mejor relación entre el interior y el jardín y la piscina.
La casa y el quincho están orientados 100% al patio y nada al sector de calle o vereda, es por eso que cobra el valor de “introvertida” en respuesta a premisas de seguridad y de generar un ambiente interno que solo sea disfrutable por los propietarios. La estética exterior y la interior es sobria y se resuelve con el uso de materiales nobles como la piedra y la madera. La espacialidad se mejora dentro de la vivienda por un puente en doble altura que une los dos dormitorios de los “hijos” el cual balconea al estar y es acompañado de un ventanal de doble altura que nos deja ver la piscina y el jardín. Es destacable también el techo del hall de recepción que se materializó en vidrio dando mayor jerarquía y luz natural al ambiente.
Maximiliano Montero