Casa Nuñez
Leticia nos dice:
Al aceptar el desafío de proyectar la casa de mis padres me sumergí en un mundo donde se mezclaban los sentimientos, los sueños y los gustos de cada uno. Fue una tarea fácil interpretarlos y juntos empezamos a darle forma a estas ideas.
Conceptualmente la casa se desarrolla en tres niveles. Al nivel de acceso se llega por unos escalones, prácticamente suspendidos, y nos recibe un hall en voladizo con una gran puerta roja de fondo. La puerta de aspecto robusto, casi hermético, se contrapone a un interior lleno de luz gracias a la presencia de grandes ventanales.
Todos ellos están orientados al norte para un mejor aprovechamiento del asoleamiento y para abarcar las mejores vistas hacia el jardín. Un jardín desestructurado, de líneas blandas que intenta romper la fuerte linealidad de la casa.
Pileta
Desde el acceso de la vivienda se puede aprehender un gran espacio que corresponde al área social de la misma ya que en todos los ambientes principales están comunicados entre sí con sutiles divisiones que no alcanzan la altura del cielorraso, logrando así mayor amplitud y fluidez.
El espacio interior destacado de este nivel es el jardín interior, totalmente abierto en sus laterales y con una cubierta de techo vidriada permitiendo así un gran paso de luz cenital y creando un ambiente perfecto para aquellas plantas que requieren de mayor cuidado y protección. Éste es el espacio de mi madre, donde juega con gamas de verde, texturas y explosiones de color, sobre todo cuando florece su soberbia buganvilla fucsia que baña de color y vida todo el entorno.
Desde este nivel, ubicado a 1,50 m sobre el nivel de vereda se tiene una apreciación casi “aérea” del jardín propio y que también incluye los añosos y majestuosos árboles vecinos. Desde los estares, el comedor y la cocina se interactúa con una gran vidriera cambiante de colores, tamaños y formas. Para mi madre, la presencia del verde en cada rincón fue su premisa fundamental. En este nivel, además de las actividades sociales y de reunión se encuentran las áreas de servicio, un pequeño gimnasio y el dormitorio principal.
A nivel de vereda, sólo se encuentran el garaje, un depósito, el quincho y el patio de servicio.
Otra vista
En un nivel inferior, ubicado a 1,50 m bajo el nivel de vereda, se encuentran espacios que asocian actividades más íntimas, dormitorios; de uso esporádico, la sala de TV; y de guarda como la cava, tenue y oscura, que contrasta notablemente con la gran luminosidad del resto de la casa. Desde este nivel también se tiene acceso al jardín a través de taludes bien definidos, teniendo de esta manera otra perspectiva y otra sensación del “verde”.
Hacia la calle la casa carece prácticamente de ventanas. La intención fue hacerla introvertida para preservar la privacidad de sus ocupantes. Por contraposición. desde el jardín la casa es una gran vidriera..
Desde todos los ambientes se aprecia la pileta, trabajada como un gran espejo de agua. Un objeto protagónico en la composición de la casa que refleja, transmite quietud y refresca.
Las líneas de la casa son bien longitudinales y los volúmenes que la componen están bien definidos, algunos están en voladizo lo cual genera una sensación de liviandad, suspensión, despegue…Los acabados de los muros son lisos y los colores utilizados son “puros”. El rojo, utilizado en ciertos puntos y como detalle, rompe esa neutralidad dada por el blanco y el gris grafito.
Leticia Nuñez
Silencio
En mis jardines y mis casas he tratado siempre de hacer
posible el inaudible y plácido murmullo del silencio; en
mis fuentes el silencio canta.
Luis Barragán
Hasta aquí la arquitectura.
“La casa blanca de la puerta roja” tiene otro abordaje también. Es sin dudas una invitación a recorrer itinerarios espirituales.
Seguramente, para un arquitecto, uno de los más altos desafíos en su vida profesional, es proyectar para sí y para la paternidad, al mismo tiempo que le permite una creatividad sin ataduras.
La casa está muy cerca de aquella otra que construyera el arquitecto Andía, plena de nostalgia verde, porque guarda memorias vegetales de sus ancestros junto con una total conciencia poética de su íntimo pasado.
La “casa blanca” erige sus lisos muros blancos de la fachada, suspendidos en aérea levitación, afirmando la entrada al ensueño y la fantasía.
Siendo la PRIVACIDAD un culto en la personalidad de Leticia, ésta se instala en las murallas sin ventanas, mostrando que permitirá el acceso, sólo al que trasponga la fantástica puerta roja de la entrada, para poder conocer la maravilla del refugio instalado lejos del mundanal ruido.
Al pasar la puerta, la sensación de un espacio ilimitado, un espacio en libertad, nos gana. El gran recibidor se metamorfosea en cocina a la derecha , como si ésta se hubiera deslizado por un tobogán hacia un puro espacio abierto. Se destaca un increíble mesón que nos parece de convento.
Aquí el sentimiento predominante es de retiro, silencio, austeridad. Un a verdadera invitación a desterrar lo superfluo y la sobrecarga.
Muebles lisos. Pocos muebles, casi manchas de colores neutros, donde intuimos solamente sospecha de vajilla guardada. Alacenas o vitrinas sin tiradores, no interrumpen la serenidad cromática creada por el reinado del blanco en la estancia.
Un jardín interior, en el recibidor, homenajea el amor de la madre por las plantas.
Al deslizar nuestra mirada hacia el fondo, una terraza con techos de caña que invita al descanso , nos recibe, como paso previo a la piscina, escalones abajo.
La piscina , parche-espejo, ha desterrado el movimiento.
Leticia permite al lugar, vibrar de emoción, cuando el jardín que rodea a la construcción se mimetiza con el agua detenida y todo se vuelve meditación.
Todo está recién inaugurado, las plantas empiezan a crecer. Sin embargo, el césped ya instalado, se hace cómplice de un manejo del espacio singular, haciéndonos sentir que estamos en un predio amplísimo, que en realidad no existe.
Leticia nos señala los distintos ambientes sin que entremos en ellos. Son los que pragmáticamente convierten al lugar en una casa habitable.
Pero nosotros sentimos la tentación de quedarnos con el aroma de la madera de sus pisos y el placer de descubrir caña y piedra en algunos rincones.
Privacidad, construcción aérea de un espíritu viajero en permanente vuelo, libertad total en los espacios abiertos, silencio, síntesis de lo funcional, es lo nos ha llegado de la casa paterna de Leticia, todo resguardado en este recinto de pura Belleza.
Onelia Cobos