Categoría | Salud

¿Cómo influyen las hormonas y los neurotransmisores en nuestro estado de ánimo?

Por Anabel Villegas, profesora de Biología*

¿Se ha puesto a pensar cuántos estados emocionales vivencia diariamente? Más allá de las situaciones por las cuáles transitamos en el día a día y que hacen que esto sea un vaivén de estados de ánimos, y cómo reaccionamos a ello. Sin que podamos percibirlo, dentro de nuestro organismo existe una serie de reacciones de biomoléculas que regulan y condicionan dichos cambios.

El estado de ánimo es una actitud o disposición emocional en un momento determinado. En la regulación del ánimo participan factores genéticos, biológicos, psicológicos, sociales, etc. En este escrito nos centraremos sólo en los factores biológicos, entre los que se destacan los neurotransmisores y las hormonas.

Hormonas y neurotransmisores

Las hormonas son sustancias químicas producidas por determinadas glándulas, que se desplazan por el cuerpo a través del torrente sanguíneo, con el fin de influir en la función y regulación de otras células y ejercer un efecto específico sobre ellas. De allí su nombre, que proviene del verbo griego hormao y que significa poner en movimiento, estimular.

Actúan en diferentes órganos vitales como el aparato digestivo, reproductor o el respiratorio, así como controlando procesos biológicos como el ritmo cardíaco, el crecimiento muscular, el sueño, el ciclo menstrual o el hambre. Por ejemplo “la insulina es una hormona que regula la glucemia -concentración de azúcar en la sangre-”.

Según las propias necesidades del organismo, son fabricadas y liberadas a un ritmo que precisamente viene dispuesto por éste, a la par que su vida media tiende a ser muy variable de minutos a horas.

Se llaman neurotransmisores a las biomoléculas que conducen los mensajes a distintas zonas del sistema nervioso -cerebro, médula espinal y nervios-. Transmiten información de una neurona -un tipo de célula del sistema nervioso- a otra neurona consecutiva, unidas mediante una sinapsis.  Puesto que una neurona puede enviar o no un estímulo, su comportamiento siempre se basa en el equilibrio de influencias que la excitan o la inhiben en un momento dado.

Estos neurotransmisores están encargados de hacer funcionar muchos órganos del cuerpo sin nuestro control consciente, es decir, a través del sistema nervioso autónomo. Por lo tanto el control de la tensión arterial, frecuencia cardíaca, sudoración, movimiento de los intestinos, piloerección, llegada de sangre a los diferentes órganos, respiración, sueño, vigilia, emociones e inmunidad, entre otras funciones orgánicas, están controladas por estos neurotransmisores.

Ambas son sustancias químicas que se encargan de transmitir la información entre las distintas partes del cuerpo. La diferencia está en que los neurotransmisores al ser liberados sólo comunican a una neurona inmediata, mediante la sinapsis. En cambio las hormonas se comunican con otra célula sin importar lo lejos que esté, viajando a través del torrente sanguíneo.

Dicho todo esto, claro está que las hormonas y los neurotransmisores son las responsables de regular ordenadamente todas nuestras funciones. Intentan no equivocarse buscando el orden perfecto. Así como ofrecen beneficios y bienestar en cada uno de nosotros, también el desequilibrio de estos en nuestros organismos, generan efectos negativos o malestares sobre las funciones mentales, el comportamiento y el humor.

En conjunto, estas sustancias se comportan como un termostato: cuando el estado de ánimo decae por algún motivo, se producen diversas sustancias para impedir que se alcancen niveles demasiado bajos que podrían poner en peligro la supervivencia del sujeto. Cuando el ánimo se eleva se producen otras que evitan un exceso de euforia, que también podría acarrear problemas, como ignorar el riesgo y sobrevalorar las propias fuerzas. Por este motivo, la sensación de alegría tras un acontecimiento positivo suele durar poco, aunque a continuación no ocurra nada negativo. Cuando este «animostato» pierde precisión, cualquier situación estresante puede terminar provocando una alteración importante del estado de ánimo.

Por ejemplo, las depresiones que aparecen después de un parto,  son fruto de la combinación del descenso súbito de la concentración de ciertas hormonas en la sangre (estrógenos), que actúan indirectamente sobre la dopamina, un neurotransmisor que forma parte de este «animostato», junto con las dificultades psicológicas de adaptación a una situación nueva.

Estos son algunas hormonas y neurotransmisores que regulan nuestros estados de ánimo:

1. Serotonina. Sintetizada por ciertas neuronas a partir de un aminoácido, el triptófano. Juega un papel importante en la coagulación de la sangre, la aparición del sueño. Los niveles altos de serotonina producen calma, paciencia, control de uno mismo, sociabilidad, adaptabilidad y humor estable. Los niveles bajos, en cambio, hiperactividad, agresividad, impulsividad, fluctuaciones del humor, irritabilidad, ansiedad, insomnio, depresión, migraña, dependencia (drogas, alcohol) y bulimia.

2. Dopamina. Crea un “terreno favorable” a la búsqueda del placer y de las emociones, así como al estado de alerta. Potencia también el deseo sexual. Al contrario, cuando su síntesis o liberación se dificulta, puede aparecer desmotivación e, incluso, depresión. Por ello, los niveles altos de dopamina se relacionan con buen humor, enamoramiento, espíritu de iniciativa, motivación y deseo sexual. Los niveles bajos muestran depresión, hiperactividad, desmotivación, indecisión y descenso de la libido.

3. Noradrenalina. Se encarga de crear un terreno favorable a la atención, el aprendizaje, la sociabilidad, la sensibilidad frente a las señales emocionales y el deseo sexual. Al contrario, cuando la síntesis o la liberación de noradrenalina se ve perturbada, aparece la desmotivación, la depresión, y la reclusión en uno mismo.

4. Adrenalina. Es un neurotransmisor que nos permite reaccionar en las situaciones de estrés. Las tasas elevadas de adrenalina en sangre conducen a la fatiga, a la falta de atención, al insomnio, a la ansiedad y, en algunos casos, a la depresión. Los niveles altos de adrenalina llevan a un claro estado de alerta. Un nivel bajo al decaimiento y la depresión.

5. Endorfina. Es la encargada de proporcionar bienestar general, felicidad y placer. Son hormonas que se segregan principalmente realizando ejercicio físico, actividades de ocio placenteras, riendo.

6. Estrógeno y progesterona. Ambas son producidas por los ovarios e intervienen en el ciclo menstrual, el aspecto femenino, la fertilidad y la reproducción. Favorecen el metabolismo de músculos, huesos, piel y, por supuesto, influyen en el comportamiento. Si no están balanceadas, todo el cuerpo puede verse afectado: aparición de acné, cambios de peso, estrés crónico, irritabilidad, migrañas, depresión, cambios de humor, síndrome premenstrual severo.

Nuestro estado de ánimo, pensamientos y conductas frente a la vida necesitan de este delicado equilibrio que nos proporcionan las hormonas y los neurotransmisores y que son la clave de una buena vida, sobre todo, de una longevidad saludable. Nuestras emociones, las positivas como las negativas, liberan hormonas que pueden perjudicar o beneficiar el sistema inmunitario. Por eso, para llegar lúcidos a la vejez, es fundamental cultivar los buenos sentimientos y tratar de alejarnos de la ira, el miedo o los enojos.

*Tesinista de Licenciatura. Instituto de Investigaciones Biomédicas (INBIOMED) – IMBECU – CONICET. Facultad de Ciencias de la Salud – Universidad de Mendoza. E-mail: vanina_villegas@yahoo.com.ar

1 Comentar este artculo

  1. Dinorah Vera Dijo:

    Excelente reportaje, muy útil. Y la conclusión estuvo fabulosa. Cultivar los buenos sentimientos sobre todo en estos momentos que el mundo esta tan negativamente agitado. Gracias.

Deje su comentario