“No puedes evitar que el pájaro de la tristeza vuele sobre tu cabeza, pero sí que anide en tu cabellera”
Proverbio chino
“No te estás fijando bien”, decía el personaje de David Bowie en la película “Laberinto”, “Está lleno de aperturas, sólo que no las ves”. Algo semejante ocurre con las personas que padecen anhedonia. La vida está llena de placeres, sólo que no pueden disfrutarlos.
Mirar las estrellas, leer un buen libro, charlar horas con amigos, escuchar el sonido del mar, tomar un vino o comer un postre rico, seguro son algunas de las actividades que integran una vasta lista de cosas que nos dan placer. Son esos momentos de indescriptible sensación de bienestar, que no queremos que acaben más.
Las personas que sufren de anhedonia, no pueden disfrutar de las cosas de la vida ni experimentar placer.
La palabra viene del griego “a” (falta de) y “hedoné” (placer). Fue utilizado por primera vez por el psicólogo francés T. A. Ribot, para referirse al síntoma que observaba en sus pacientes psiquiátricos.
“No entiendo”, me decía una paciente, “tengo todo lo que pude haber deseado, y, sin embargo, no lo disfruto, nada me provoca placer”.
La anhedonia no es una entidad en sí misma, sino que acompaña a alteraciones afectivas como depresión, ansiedad, síndrome de abstinencia, esquizofrenia, etc. Las personas no pueden experimentar placer. Sencillamente, no lo sienten.
Los especialistas la distinguen de la alexitimia, que se da cuando sí se sienten emociones, pero a los pacientes les cuesta reconocerlas.
¿Cuáles son los síntomas?
- Pérdida de interés en actividades que antes sí generaban placer.
- Cambios en el peso.
- Alteración en el sueño.
- Inquietud, agitación o enlentecimiento motor.
- Sensación de pérdida de energía.
- Dificultad para tomar decisiones.
- Sentimientos negativos hacia uno mismo y/o los demás.
- Aislamiento social. Dificultad para relacionarse con otros.
- Disminución de la libido.
- Fingir emociones que en realidad no se sienten.
Estos síntomas deben afectar la vida cotidiana de la persona y acarrear dificultades en las relaciones interpersonales en diferentes áreas: familia, trabajo, social.
La anhedonia es portavoz de una enfermedad afectiva de base, por lo cual, sus causas estarán ligadas al cuadro que acompaña. Desde las neurociencias, se sabe que existe una alteración en el sistema de recompensas del cerebro. Especialmente, la dopamina -neurotransmisor que interviene en la sensación de place- disminuye sus niveles en cuadros como la depresión, ansiedad, etc. Este descenso provoca que ya no sintamos placer al hacer las cosas que antes sí lo despertaban.
¿Cuáles son los factores considerados de riesgo?
- Tener familiares con historia de padecimiento psiquiátrico como depresión mayor, esquizofrenia, trastornos alimentarios.
- Historia personal propia de las enfermedades antes citadas.
- Haber vivido un hecho estresante o traumático -maltrato, abuso-.
- Padecer una enfermedad crónica que afecte la calidad de vida.
El tener amigos, realizar actividad física, disfrutar de pasatiempos o hobbies actúan como factor protector.
¿Cómo se trata? Desde ya, consultando con un especialista, quien deberá esclarecer cuál es la alteración subyacente y, a partir de ahí, organizar la estrategia terapéutica más adecuada. A medida que vaya cediendo el cuadro de base, mejorará la capacidad de sentir placer.
Hay pacientes que manifiestan sentir como un “chaleco”, que la aleja del placer, otros refieren no entender el disfrute de los demás. Lo cierto es que perder el “gustito a la vida” abruma, aleja, exaspera, confunde, asusta, como cuando no encontramos la salida de un laberinto. Permitirse averiguar qué está pasando y pedir ayuda son las llaves que abren la puerta a volver a sentir.
Lic. Cecilia C. Ortiz
Neuropsicóloga
Mgster. en Neurociencias