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Encandilamiento

¿No le ha sucedido a usted, estimado lector, que tiene la mala suerte de poseer un vehículo motorizado, de vuelta hacia su casa, por la ruta, verse de pronto encandilado por potentes faros de enormes 4 x 4, que vienen hacia usted como alma QUE LLEVA EL DIABLO, dirigidos como arma mortal hacia uno que, tímida y rápidamente tiende instintivamente a tirarse hacia la banquina, al sentirse cegado?.

Claro, el otro, que siempre va rápido no sé adónde, se siente poderoso, como algunos jueces en sus altos estrados, ubicados por encima de Ud., destacándose por tener la omnipotencia del vacío por dentro (como una pelotita de ping-pong) que lo único que posee es “cáscara”, “fashion”, dirían los cholulos que transcurren una vida “light” y el tipo o tipa ni siquiera es consciente. Él es Él. En el mundo no hay otra cosa. Sólo lo suyo es importante. A todos los demás …que se los lleve puta! Sin notarlo, él también está encandilado, por el valor del dólar, el marketing, las vacaciones en crucero, el Rolex de oro y un largo etcétera.

Esto del encandilamiento viene a cuento porque como viejo (por no decir anciano) converso cotidianamente con los estudiantes. Soy plenamente consciente de pertenecer a otra generación. Pero lo terrible es que me resisto y resistiré como la “Vis a Tergo” de mis venas a tolerar lo que nos está pasando en la cultura. Virtualmente un encandilamiento, no en el sentido castizo del término, (erguido, levantado) sino en nuestra argentinizada versión, que sería algo así como enceguecido.

Converso con ellos sobre qué sacaron en limpio de su paso por las escuelas primaria y secundaria y un encogimiento de hombros, con o sin mueca incluida, es toda la respuesta. ¿Qué vas a seguir?, pregunto. “Comercio exterior”, contesta. Digo “me parece muy bien”. ¿Sabés algo de la piratería en el Caribe durante los siglos XVI y XVII? Me mira como diciendo ¿quée?. Luego mutis. ¿No sabés quiénes fueron Drake o Barbanegra, o la diferencia que existía entre un pirata, un corsario o un bucanero?. Sonríe. No lo se, dice. Le pregunto entonces a otro. Me contesta: “Dirección de empresas”. ¡Ah!, digo: ¿Cuándo, para vos, comenzó la era industrial? ¿Cuándo y dónde la máquina comenzó a reemplazar al hombre…?

Nada por respuesta. Se miran entre ellos como diciendo ¿de qué nos habla el viejo este?¿para qué nos sirve? No conforme me dirijo a otro. ¿Y vos, pibe?. “Profesorado de literatura”. Pregunto ¿qué leíste desde chico? Revistas, historietas, responde. ¿Sabés quiénes fueron Esopo, Samaniego, La Fontaine? ¡Primera vez que los oigo nombrar! Y digo: ¿Y a Sarmiento, Joaquín V. González, Horacio Quiroga, Mark Twain, Dickens, Walter Scott, Rabindranath Tagore?. No, ni noticias. ¿Harry Potter? ¡Ese sí!. Había otro en el grupo que no pudo escapar a tiempo de mi exámen relámpago ¿Y vos? ¿Yo?, “Arquitectura”. Me parece bien. ¿Viste alguna vez un tiralíneas? ¿Quiénes inventaron la plomada? Quién construyó la Cúpula de San Pedro en Roma?…Podría seguir largo. Me da una enorme sensación de impotencia e indignación haber dedicado cuarenta años de mi vida a la docencia y, ante este resultado, me rebelo. ¡Esto no puede ni debe ser! Esta banalización de la cultura, este cambio del tener por el ser, el hedonismo sobre la caridad y la conmiseración, tendrán que pararse alguna vez. Al rato me preguntan: ¿Dr.: qué profesión da más guita? Quedé helado. ¿Y la vocación? Ya parece no existir. Lo que sí existe y veo es la necesidad de “zafar”, como en su particular dialecto expresan. Lo necesario no es saber sino aprobar a como de lugar, una tendencia notable al menor esfuerzo. No veo a nadie, salvo honrosos casos, consultar libros. Las bibliotecas están vacías. No entienden que el famoso apunte debe ser el resultado de un trabajo de abstracción personal mientras se está cursando. No sirve para nada lo que hizo alguien, vaya a saber cuándo y se aprovecha ahora de la molicie, editando algo de dudosa utilidad.

Nadie medita ni trata de profundizar. Es más fácil, claro, “bajar” datos por Internet y ¡chau picho! Y así logran recibirse con fiesta de egresado y todo, inermes, ineptos, incultos y, lo que es peor, perdidos, desorientados e insensibles. Pero aún así no pierdo las esperanzas. Siempre ha habido crisis y la que atravesamos es sólo una más. Pasará más pronto si juntamos voluntades y este tesoro, esta juventud muestre que, a pesar de todo el drama, se salva de la oscuridad de la noche de la globalización.

Tomemos conciencia de que ellos serán los que en años más deberán tomar el timón. ¿Se imaginan? ¡POR FAVOR, más diálogo, más amor verdadero, más debate inter e intra familiar, más límites y disciplina! A los hijos no sólo se los pare. Hay que educarlos y la educación comienza en casa. No es mandarlo a los mejores colegios pagos mientras nosotros matamos el tiempo en el shoppping, el spa o haciendo deporte sin haberles sembrado desde la cuna valores fundamentales, aunque significara sacrificio de por vida hacerlo, pensando que hacerlo es también un acto de amor por la Patria que tanto declamamos querer.

Reflexionemos y pongámonos de acuerdo en los valores fundamentales. Ni la lástima, ni el deporte ni el “laisser faire” podrá salvar el tiempo que perdimos. Pensemos que aún tenemos la ventaja de que la brújula, por los siglos de los siglos, ha de seguir marcándonos el norte. No permanezcamos “encandilados”.

PD: “Vis a tergo”: Expresión latina que indica la fuerza que debe hacer el corazón para vencer la resistencia que le ofrece la fuerza de gravedad a la circulación de retorno venoso.

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