Una vuvuzela, también conocido como “lepetata”, es un instrumento de plástico en forma de cuerno que sopla, de aproximadamente un metro de longitud, originario del Sur de Africa en la década del 2000. Forma parte de la cultura popular de ese país, los aficionados la llevan a los estadios donde se mueven y bailan de un modo permanente, al igual que el llamado “makarapa” que es un casco minero pintado y decorado a gusto de cada uno.

El uso de la vuvuzela, similar a una corneta para una mejor comprensión, adquirió notoriedad en los estadios de fútbol durante la disputa de la Copa de las Confederaciones del año pasado en Sudáfrica, en razón del molesto y continuo ruido que genera, fastidioso e irritante, monótono y penetrante, que quita concentración a los futbolistas y entrenadores, similar al sonido que los elefantes hacen con sus trompas en la selva. Comparable incluso a la fuerte sirena de los barcos en la niebla del mar.

Su fastidioso resuello generó tal rechazo, quejas y duras críticas que llegó a pensarse que la FIFA podía prohibir su tenencia en la próxima edición del Mundial de Fútbol a partir del 11 de junio de este año, justamente en Sudáfrica. La polémica sobre su  aceptación o no se instaló por la presión de las Asociaciones participantes en ese certamen – en el que no intervino la Argentina – periodistas especializados, público internacional en general y los propios jugadores y técnicos convencidos de que desconcentran y distraen.

Sin embargo el titular del organismo mundial, Joseph Blatter, ha señalado que no existirá impedimento alguno al declarar que “sabemos que molestan pero forman parte de la cultura de este país que es así, alegre y ruidoso y nosotros no podemos quitarle su alegría”. Sudáfrica 2010, además del penetrante frío en esa época del año, los partidos que deberán jugarse con luz artificial a las seis de la tarde porque a esa hora ya es de noche y los usos y costumbres del pueblo africano, será también el Mundial de la vuvuzela, las cornetitas que no dejarán de sonar con su ruido característico y cansador.

Por José Félix Suárez.

Especial para Correveidile