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La Cenicienta Bonarda

y su principe Tomy

Mendoza esta llena de Cenicientas Y, por supuesto, de Príncipes que las buscan para rescatarlas.

Ayer fue un día precioso, con primaveral alcanza para dar por explicado el verde nuevo de los árboles, el pasto tempestuoso en su crecimiento, las flores, quedan aún de los cerezos y los manzanos y esa brisa apenas fresca que hace estar en mi parque un momento delicioso

Por eso decidí no hacer el encuentro con Tomy Hugles en un café, de los tantos y lindos que ya hay en Chacras de Coria, pasé a buscarlo y lo traje a mi casa

Tomy tiene apellido inglés y aspecto idem, es muy alto, muy rubio, de ojos azules, de gestos medidos y comentarios serenos, al principio.

Me cuenta que nuestros abuelos ya hacían muy buen vino, tintos de guarda que se envían en toneles a todas partes, luego, el mercado plantó variedades de alto rendimiento y poca calidad y condenó a miles de hectáreas de un muy buen Malbec a ser erradicadas.

Tuvo suerte la Malbec, la primera de las Cenicientas, encontró a un enorme enólogo, Don de la Mota, que hizo lo que hizo y bien que lo hizo y la salvó.

Ahora la furia de erradicar le toca a otra variedad, de la que había mucho, la Bonarda, variedad italiana que da fe de esa idea que dicen por allá…

la vid es la única planta que crece donde nada crece

Los gestos de Tomy empiezan a cambiar, sus ojos brillan un poco más, sus manos acompañan los comentarios y grande y alto como es se levanta otro poco para darle más énfasis a lo que dice…

¨ Por estas cosas que suceden en las empresas de pronto me encontré a cargo de una viña y ahí, Bonarda, ya casi con la idea de la erradicación…

caminé por la viñita, le vi los brotes, enérgicos, decididos, el racimo grande, compacto, el color fuerte, el sabor decidido y dije…

No, esta viña no se toca, yo me encargo ¨

Tomy habla de la Bonarda, de sus tintes azules, sus taninos suaves, gentiles, aterciopelados, de su degustar a moras, de la acidez justa, de los hombres de la London Wine que en la bodega piden algo más para degustar y se asombran de que ese vinito, gran vino, de una uva criada con cuidado por él y vino atendido por el enólogo Roberto Gonzales, sea lo que es. Como si no alcanzara con esto el Gran Premio al Mejor Bonarda en Italia, la casa de los Bonardas.

En un momento, cuando toma aire para seguir contando detalles, ya lejos el inglés flemático y distante le pregunto…

¨ Vos estás enamorado de la Bonarda ¨

¨ Si, por supuesto ¨

Lo dice con la ingenuidad de los que viven sin dudas.

Tommy Hugles es el Caballero que Pelea en las Justas de Honor llevando el pañuelo de la Bonarda, y mientras vuelvo de dejarlo en su casa, con la promesa obvia de volvernos a ver una y otra vez y por supuesto, qué menos, cenar con Bonarda pienso…

¨ Qué buena manera la de vivir en el mundo del vino, cada mañana temprano y cada tarde, antes que caiga el sol, hay hombres que recorren las viñas buscando princesas secuestradas por el ogro del mercado, cuando las encuentran, como sucedió con la Malbec, la Torrontés, ahora con la Bonarda, seguro que con la Semillón, quizás la Petit Verdot.

Ellos no dudan, lo suyo, es amarlas de la mejor forma que saben amar, haciéndolas princesas y llevándolas a bailar al palacio real, qué menos ¨

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