Existen en algunos lugares del mundo viñedos implantados en pequeños espacios. La plasticidad de las vides permite que se adapten y es así que importantes ciudades cuentan hoy con un paisaje singular.
Por Silvia Avagnina
Sitios como Nueva York, San Francisco, París, Madrid, Londres, Viena, Milán, Grecia, Melbourne, entre otros, exhiben orgullosos sus viñedos urbanos, algunos de los cuales cuentan con apenas un puñado de vides capaces de dar unas pocas codiciadas botellas de vino. Al decir de uno de los productores del distrito neoyorquino de Queens: “El objetivo es contribuir a difundir la milenaria cultura de la vida y el vino, cómo se planta, cómo se cultiva, cómo se fermenta, cuál es el secreto de este producto esencial en el desarrollo de la civilización humana”.
Esta iniciativa ha tenido gran éxito y logrado que se forme una asociación internacional de viñedos urbanos (Urban Vineyards Association) que congrega hasta ahora a nueve explotaciones agrícolas de Francia e Italia, con el fin de proteger el patrimonio histórico y paisajístico que representan los viñedos urbanos y potenciarlos cultural y turísticamente. Lo interesante en muchos de estos viñedos es que son cultivos únicos, variedades antiguas, muy raras y de gran valor en el panorama ampelográfico de una región.
En la Argentina se está trabajando sobre un proyecto de viñedos urbanos en Caleta Olivia, ligado a una explotación agroturística que enlaza actividades del mar y otras riquezas de la región.
Un viñedo en el corazón de Mendoza
Treinta años atrás, en 1991, Silvia Avagnina (INTA) presentó un proyecto al Ministerio de Economía de la Provincia de Mendoza y a la Municipalidad de la Capital, donde se contemplaba la implantación de un viñedo en los predios ubicados alrededor de la Casa de Gobierno.
La idea consistía en crear un viñedo con el sistema de conducción espaldera baja y junto a él, un jardín ampelográfico constituido por una pequeña colección de cepajes tradicionales cultivados en Mendoza y que intervienen en sus grandes vinos. De cada variedad existirían algunas plantas con su correspondiente cartel, en el cual se indicaría el nombre de la variedad, su origen y cantidad de hectáreas existentes en la Provincia (actualizadas según los censos vitícolas del Instituto Nacional de Vitivinicultura).
El INTA asumiría la responsabilidad de llevar a cabo la implantación, posterior cuidado, manejo del viñedo y vendimias, llevando a cabo la vinificación en su planta piloto experimental de Luján de Cuyo y la crianza en la Enoteca de la Ciudad de Mendoza, edificio lleno de tradiciones que fue protagonista en el pasado de esta cultura regional. El Vino de la Ciudad, Vino Ciudadano o Vino Urbano, se apreciaría en ciertos eventos locales, nacionales e internacionales y cada una de las botellas pasaría a ser una carta de presentación de Mendoza.
La idea del Viñedo de la Ciudad reivindicaría el espíritu de reencuentro con la tradición y la búsqueda de un sabor Mendoza, encerrados en cada una de esas botellas de vino nacidas del asfalto, que llenarían de vida y alegría la rutina urbana. Esta expresividad regional llevaría a valorar el terruño, a crear la cultura del vino, a consustanciarnos con nuestra historia y a vivir la tradición vitivinícola que es parte del sentimiento de su pueblo. Y dejar este legado a las generaciones futuras, protagonizando una vivencia milenaria y universal.
Tradiciones, nombres, historia, leyendas se conjugan para recrear la imagen del vino, ligando la historia vitivinícola de la Provincia con cada uno de sus Departamentos, incluyendo la Ciudad de Mendoza.
El intendente Víctor Fayad hizo llegar una carta felicitando efusivamente la idea. En esos momentos no tuvo la suficiente fuerza, se estima porque se había concretado la licitación de los jardines que rodean la Casa de Gobierno y comenzaba la ejecución. Sin embargo, el proyecto está vigente para implementarlo en cualquier rinconcito de la Ciudad.
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