Durante siglos el tema del sueño ha desvelado a los científicos que trabajan con nuestro cerebro y uno de los tópicos más inquietantes ha sido la relación entre memoria y sueño. Las observaciones en el campo de la salud lo venían insinuando desde hace mucho tiempo: cuando los pacientes consultaban por dificultad en el funcionamiento de su memoria y uno indagaba sobre cómo dormían, se observaba correlación entre alteraciones en el sueño y olvidos.
Desde entonces, miles de publicaciones invaden las revistas científicas probando que la relación de esta pareja, cuando es disfuncional, nos trae problemas.
En una revisión que publicó el Journal Sleep Research un grupo de científicos tomó dos grupos de ratas y los sometieron a tareas de aprendizaje simples. Luego, a un grupo se le posibilitó dormir adecuadamente, mientras que al otro se le dificultó esa posibilidad. Lo que observaron es que el grupo de animales que podía descansar adecuadamente lograba aprender mejor las tareas, mientras que el grupo “insomne” no podía aprender.
En Washington se midió la calidad y velocidad de respuesta ante situaciones nuevas y aprendidas en agentes de la policía. Descubrieron que quienes padecían alteración del sueño encontraban dificultad para responder de manera rápida y eficaz y para preservar lo aprendido.
El descanso forma parte de nuestro ciclo diario. Se cree que pasamos un cuarto de nuestra vida acomodados en los brazos de Morfeo. De hecho, los etólogos remarcan la evolución que ha sufrido la calidad de sueño a lo largo de los años: un ratón duerme entre 14 a 17 horas por día, nosotros, significativamente menos (un estimativo de 7 horas diarias). En los ratones el sueño REM (período durante el cual soñamos) ocupa el 5% del tiempo dormido, mientras que en nosotros, el 25%.
Y es que se refuerza el bienaventurado dicho: “la naturaleza es sabia”: la evolución necesitó de sujetos más atentos, es decir, con mayor capacidad para aprender, entonces el pasaje de dormir en ramas de un árbol a acostarse en el suelo, facilitó un mejor rendimiento en el sueño y una recuperación más rápida del organismo y fomentó la interacción social. La posibilidad de un descanso más reparador acortó las horas de sueño, entonces, hubo períodos más prolongados de actividad para aprender habilidades nuevas y transmitirlas. La arquitectura de nuestro cerebro cambió: las áreas dedicadas al almacenamiento de información (memoria) se especializaron y ganaron conexiones neuronales.
El sueño facilita la consolidación de los conceptos aprendidos durante el día. Un período de descanso después de aprender potencia la plasticidad neuronal que se necesita para afianzar los nuevos conceptos.
La arquitectura del sueño está estructurada por la sucesión de diferentes etapas: en la fase REM o MOR (Movimientos Oculares Rápidos), predominan ondas cerebrales similares a las de la vigilia, caen el tono muscular y la activación fisiológica. Es un estado de gran actividad que probablemente garantiza el procesamiento de habilidades visuomotoras y el afianzamiento de la memoria procedural, es decir, la memoria de los aprendizajes motores y de secuencias de movimientos encadenados (manejar, preparar un té, escribir, etc.).
La etapa NREM o NMOR (No movimientos Oculares Rápidos) representa el 75% de nuestro sueño total, se caracteriza por la presencia de ondas cerebrales lentas y tiene diferentes sub fases: La Fase 1 es de un sueño más liviano, en la 2 nos dormimos profundamente y en las fases 3 y 4 se da el sueño profundo, reparador. Es en estas etapas donde los científicos piensan que se afianza la memoria declarativa o explícita, es decir, la memoria de información conceptual y de los hechos ocurridos durante el día.
En un estudio realizado en el año 2006 se pudo establecer una correlación entre el rendimiento de esta memoria (medido a través del aprendizaje de una lista de pares de palabras) y la calidad del sueño NREM, lo que sugirió que una siesta luego de aprender información nueva, ayuda a su consolidación.
En Badajoz, España, llevaron a cabo una investigación sobre la relación entre el sueño y el rendimiento escolar, que corroboró las siguientes hipótesis:
- El rendimiento académico bajó en los alumnos que presentaban alteraciones del sueño
- Las capacidades cognitivas de atención, concentración y memoria se ven alteradas cuando disminuyen las horas de sueño
- La utilización de elementos electrónicos inciden en la calidad y cantidad del sueño
La calidad y cantidad del sueño influyen, entonces, en el funcionamiento de nuestra memoria, aunque siempre hay que consultar, ya que puede no ser el único factor. A modo orientativo, te facilitamos una escala para que chequees cómo estas durmiendo.
Lic. Cecilia C. Ortiz / Neuropsicóloga / Mgster en Neurociencias