Por Paola Studer *
Estamos viviendo un momento histórico para el planeta, donde las personas eligen nuevas formas de vivir, sentir y hacer, basándose en el respeto y cuidado del planeta y de nosotros mismos, en la búsqueda de alimentos y sociedades sustentables.
La agricultura, como parte central de la producción de alimentos, ocupa un lugar central en el desarrollo de la humanidad, es una actividad vital para la reproducción y perpetuación de la especie, por lo tanto, es importante conocer el modelo de agricultura que hoy nos alimenta, es decir ¿cómo y quién produce los alimentos que consumimos? y ¿qué consecuencias ha traído?
En la actualidad, desde 1940-1950, la agricultura está basada en un modelo que se apoya en los principios de la llamada revolución verde, instalándose la idea de un diseño técnico fundado en el monocultivo y el uso de un paquete tecnológico que se conforma con la mecanización de tareas agrícolas (siembra, cosecha, manejo fitosanitario, fertilización, riego, labranzas, etc.), el uso de semillas hibridas y/o transgénicas (en el presente) y el uso de plaguicidas y fertilizantes de síntesis química (sintéticos).
El crecimiento del uso de esta tecnología derivó en la artificialización de los agroecosistemas, desencadenando una serie de consecuencias socioeconómicas y ambientales que atentan contra la sustentabilidad de los mismos. Algunas de esta consecuencias son la reducción y/o perdida de la biodiversidad, perdida de la vida del suelo, problemas de contaminación ambiental, contaminación de las reservas de agua, pérdida de eficiencia de los plaguicidas debido al desarrollo de resistencia por parte de las especies plagas, dependencia en el uso de agroquímicos, éxodo rural, erosión cultural y perdida de conocimientos locales, escasa aplicabilidad de los paquetes tecnológicos a la totalidad de los productores agropecuarios, marginalización de gran parte de la población rural, entre otras. Por esta razón es que la agricultura moderna hoy se encuentra fuertemente cuestionada y actores sociales como la FAO-ONU promueven la idea de basar la agricultura en manejos agroecológicos.
Mas tarde en los 90´, de la mano de académicos, científicos, movimientos sociales y agricultore/as, aparece en escena la Agroecología como paradigma socio-tecnológico proponiendo un modelo de producción de alimentos con bases científicas y metodológicas para avanzar hacia una Agricultura Sustentable, en donde los diseños tecnológicos se fundamentan en el cuidado del medio ambiente, de los recursos naturales (agua, suelo, biodiversidad) y del ser humano para producir alimentos sanos en condiciones humanas y ambientales sustentables, donde valores como la equidad, la retribución justa al productor, el acceso igualitario a los recursos para producir, el trabajo en blanco, la dinamización de mercados locales y gobernanzas responsables y eficaces integren el norte de la sustentabilidad.
Estos valores le confieren a la Agroecología una naturaleza multidimensional y sistémica, para poder abordar la sustentabilidad y la complejidad sociocultural de los territorios, integrando en el camino una amplia diversidad realidades y de actores sociales: agricultores y agricultoras, estudiantes, académicos, científicos, consumidores, instituciones, ferias, organizaciones sociales, etc., quienes hoy están pulsando una nueva forma de producir alimentos y proponen tecnologías acordes a este propósito.
La FAO-ONU dice al respecto que el objetivo de practicar la Agroecología es optimizar las interacciones entre las plantas, los animales, los seres humanos y el medio ambiente, teniendo en cuenta, al mismo tiempo, los aspectos sociales que deben abordarse para lograr un sistema alimentario justo y sostenible.
Conocer sobre el paradigma agroecológico es una invitación constante a repensar nuestro pensar, sentir y actuar, como consumidores, como profesionales, como vecinos, como seres humanos y desde ahí actuar en busca de una vida sustentable.