Archivo | agosto 1st, 2024

La Ruta de la seda al alcance de la mano -->

La Ruta de la seda al alcance de la mano

El exotismo de las antiguas culturas asiáticas y orientales nos llega desde las páginas de “Viajeros por la Ruta de la Seda”, el libro recientemente publicado por el vecino Alberto Olivieri.

Por Adriana Sayavedra

La idea le surgió al autor al cabo de los siete años que vivió en las Filipinas, a raíz de su trabajo como director técnico para el diseño y construcción de un complejo hidroeléctrico en la zona, de la empresa metalúrgica mendocina IMPSA. Fue cuando comprobó que no existía ningún libro en castellano que narrara la epopeya cultural que implicó el surgimiento de esta “Ruta” que posibilitó la relación comercial entre Asia y Europa, donde anidó el intercambio de ideas, tecnologías y religiones. La primera “autopista de la información”, como la destacan algunos y un antecedente de la futura globalización, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 2014.

Hoy convertida en una de las rutas turísticas más apetecibles para quienes gustan de los viajes exóticos por otras culturas, su riqueza histórica queda plasmada en “Viajeros…” en el relato de los primeros viajantes que la atravesaron, permitiéndonos recorrer “la región más rica en diversidad cultural, religiosa, de avances tecnológicos y con un comercio Este-Oeste global para dicha época”, según palabras del autor.

“Este libro sigue los pasos de algunos de los primeros viajantes que la cruzaron en ambas direcciones, quienes contaron sobre los caminos, la geografía, los pueblos, las costumbres, las religiones y las ciudades que recorrieron desde el Mediterráneo, atravesando Asia Central, la India, las grandes cadenas montañosas y los desiertos hasta China. Fueron embajadores de imperios importantes, monjes budistas y taoístas chinos, comerciantes y también aventureros. Eran viajeros instruidos y con cierta autoridad y ascendiente, que les permitió acceder a las cortes de reyes o a personas influyentes, como Zhang Qian, Faxian y Xuanzang entre el 130 antes de Cristo hasta el 635. Luego siguieron otros cronistas y a partir del año 1200, dos famosos: Marco Polo, comerciante veneciano, e Ibn Battuta, explorador y aventurero marroquí”, nos cuenta Olivieri y agrega: “En un período de casi 1700 años, produjeron una revolución en pensamientos filosóficos, religiosos, artísticos. Construyeron numerosas ciudades con sociedades urbanas que vivían más del comercio que de la agricultura. Los persas y los griegos siempre miraron hacia el Este, les atraía no solo su riqueza, sino ese enorme espacio cultural de avanzada que significaba Europa”.

Pero, a su vez, cuando se lee el capítulo Cuando Asia fue el Centro, nos percatamos de la importancia de esa región en aquellos años, en donde Europa ocupaba un lugar secundario.

Por ejemplo, relata el autor, las embarcaciones orientales eran mucho más grandes y mejor equipadas (contaban con camarotes y baños privados) que las utilizadas por Vasco de Gama o Colón en sus viajes. Marco Polo da fe de ello.

El libro se encuentra en las librerías del centro de la Ciudad de Mendoza:  Santos, Técnica y Rayuela; y en el kiosco de revistas CorreVeiLee, de Aguinaga y Viamonte, en Chacras.

La Ruta de la Seda

No se trata de una sola vía, sino que es una red de caminos y sendas que recorren las antiguas repúblicas soviéticas y las maravillas arquitectónicas del pasado islámico, algunas de las montañas más altas de Asia y los desiertos más inhóspitos, con un extremo en la capital china de Chang´an -hoy Xi ´an-  y el otro en Constantinopla -hoy Estambul-. Se trata de las carreteras que atravesaban las caravanas cargadas de seda china, una mercancía que en aquellos tiempos valía más que el oro. Aunque también transitaban por allí otros productos, como las piedras preciosas, perlas del Pérsico, telas de lana y lino, especias, porcelana y vidrio, entre otros.

Se dice que la seda empezó a transportarse a Occidente desde China hace más de 2000 años, cuando los partos -pueblo persa del antiguo Irán-, en la meseta iraní, se prendaron de este delicado tejido, cuya elaboración era conocida sólo por los chinos.  Luego les llegó el momento a los romanos, quienes, al conocerla, se obsesionaron también con ella. Y menos mal que así fue, porque es lo que dio pie al formidable desarrollo en todos los sentidos que provocó el intercambio cultural naciente entre aquellos dos mundos.

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