Mientras los líderes de los partidos políticos tradicionales se esfuerzan en la lucha por las candidaturas, viene creciendo, sin prisa y sin pausa, una conspiración política mundial que puede ser más grave aún que el nazismo, el fascismo o el colectivismo soviético.
No faltó entretenimiento político en las últimas semanas ni en Mendoza ni en el país. En nuestra provincia, el triunfo de Cornejo fue más ajustado de lo esperado y con más de un 12% de votos nulos y en blanco. Esto último, sumado a una participación electoral de algo más del 60%, mostró que el hastío y el desgaste del que hablábamos en nuestra última nota es importante. A nivel nacional, el nuevo espacio “Unión por la Patria”, que conduce con mano de yerro Cristina (yerra todas), se resignó impulsar una fórmula presidencial de “unidad” integrada por Sergio Massa y Agustín Rossi, tal vez como reconocimiento a los grandes éxitos de sus gestiones. Hablando de Cristina, hay que destacar que, en su discurso a la Asamblea Legislativa de 2014, postuló exactamente la misma posición que el gobernador de Jujuy, Gerardo Morales, sobre los piquetes: no pueden entorpecer la circulación de los demás seres humanos (puede googlear estimada lectora o lector). Pero ahora el kirchnerismo dice que Morales es represor, en fin.
Mientras nos entretenemos con estos menesteres, crece en el mundo una importante conspiración contra la Democracia: la de un nuevo populismo de extrema derecha. La llamada “alt–right” o derecha alternativa, se nuclea en torno a un espacio llamado “The Movement”, fundado por el multimillonario Steve Bannon, ex asesor estrella de Donald Trump. Es un movimiento aún heterogéneo, basado en una negación del liberalismo político y de la democracia republicana, por considerarlos fracasados. La expresión “iliberalismo” proviene de Viktor Orbán, primer ministro húngaro y activo miembro del grupo. Orbán es el principal apoyo europeo del líder ruso Vladimir Putin, también suscriptor de estas posiciones. El espacio promueve el repertorio de la derecha tradicional, pero mucho más radicalizado. Sus ideas principales son el rechazo a los inmigrantes, las minorías étnicas y los extranjeros en general; la exacerbación del nacionalismo, el chauvinismo y la xenofobia; la pretendida defensa de la familia rechazando el aborto, el matrimonio igualitario y la educación sexual integral y la promoción de un capitalismo extremo que abomina de sindicatos de cualquier tipo. Niegan, además, el cambio climático y por lo tanto la necesidad de políticas ambientalistas. En sus diversas variantes militan la homofobia y el antisemitismo. Su menosprecio a la democracia liberal se expresa en el repudio a los partidos tradicionales y a principios que –como la separación de los poderes, los controles y equilibrios recíprocos, la publicidad de los actos de gobierno o la libertad de expresión– pertenecen al patrimonio cultural del humanismo.
Bannon, gran titiritero, fue fundador de la empresa Cambridge Analytica, que supo manipular los datos personales –y, con ello, la emocionalidad– de millones de usuarios de redes para volcarlos a favor del Brexit en Inglaterra y de Donald Trump en 2015. La exasperación del odio y la destrucción del “centro democrático” a través de estrategias comunicacionales sofisticadas y difíciles de encasillar penalmente, son las metodologías preferidas del grupo. Los recientes documentales “Nada es secreto” y “El dilema de las redes” ilustran sobre el tema.
Odio, desprecio, negación del otro, consideración del que piensa distinto como un enemigo, en suma, ninguna diferencia con los populismos de izquierda que, en sus versiones más modernas como las de Ernesto Laclau o Chantal Mouffe, recrean la mirada de uno de los filósofos del nazismo, Carl Schmidtt, en el sentido de considerar que la política expresa la “relación amigo – enemigo”. Y están creciendo, sobre todo en Europa y EE UU, favorecidos por los fracasos de las dirigencias tradicionales en contener y encauzar los graves problemas de la actualidad como son la pobreza, la vulnerabilidad extrema y la creciente inseguridad global. Más allá de matices y colores locales, este espacio político viene avanzando en EEUU con Donald Trump y el Tea Party, en Brasil con Bolsonaro, en España con Vox, en Italia con la Liga de Matteo Salvini ahora sumada a Hermanos de Italia de la nueva jefa de gobierno Meloni, en Francia con Marine Le Pen y en muchos otros países.
En Argentina las ideas de The Movement las expresa claramente Javier Milei –que asegura que su alineamiento con Trump y Bolsonaro es casi natural– así que si el tipo promueve una toma del Congreso no se asombre, querida lectora o lector. Da pena ver a partiditos provinciales colgarse de su repentina y efímera fama y de su jactancia “antisistema” para ver si manotean algún cargo. También la militante evangélica Cynthia Hotton, ex PRO, reconoció haber recibido dinero para su actual partido de una Fundación norteamericana “preocupada por la preservación de la familia” y financiada por Bannon.
Todo esto configura un panorama político preocupante para quienes pensamos que, aunque es un sistema lleno de defectos, la democracia sigue siendo el modo de vida preferible para nuestro complejo mundo actual.
Dr. Alberto Montbrun
Universidad Nacional de Cuyo
alberto.montbrun@gmail.com