Ayer me vi una película distópica.
Me encanta ese término. Describe mejor que futurista o ciencia ficción.
Distópico es lo contrario a Utópico.
En lo Utópico hay un futuro, un no lugar, en el que está todo bien.
En lo distópico, está todo mal. Bueno, en las películas distópicas, los guionistas aprovechan para marcar hacia donde vamos si la seguimos haciendo como la estamos haciendo.
En esta que vi, que se llama Ella, muestra las soledades del futuro; los vínculos del futuro. Casi iguales que los de ahora, pero con el dudoso aporte de la inteligencia artificial.
¿Y ojo que ya está entre nosotros, eh?
En una parte de la peli, la amiga del protagonista está haciendo un documental.
Lo único que tiene para mostrar, de momento, es una larga toma fija sobre su madre dormida.
Cuando le preguntan de qué va el documental ella les dice que (textual) “es sobre cómo pasamos la tercera parte de la vida dormidos y quizás sea el tiempo en que nos sentimos más libres”.
Decime si esa idea no está maravillosa.
Obvio que ya no se escucha eso de que dormir es perder el tiempo (como me decía mi viejo y eso que no eran ni las once de la mañana). Ya no se escucha porque ahora, tomógrafo de por medio, se sabe que si dormís bien producís más.
Pero, qué lindo pensar que los 20 o 25 años que vas a dormir en tu vida habrán sido tu espacio de mayor libertad.
No sé si es verdad, pero es bello.
No lo podemos comprobar en nosotros mismos, pero decime si no te ha hecho pensar que algo está bien, cuando has visto dormir a un enfermo que sufría, o a un niño que extrañaba, o a alguien que hasta recién lloraba con desconsuelo.
La película Ella es sobre la posibilidad de que alguien se enamore de una compu, de una inteligencia artificial, llena de condicionamientos, de respuestas prefabricadas y con emociones lavadas.
Igual, no se ve muy distópico el asunto, porque los vínculos artificiales, si mirás bien, están por todos lados.