Se acerca el comienzo de clases y debemos comenzar a limitar el tiempo de ocio de nuestros hijos. ¿Les hace bien pasar horas enfrascados en la virtualidad?
No sé si todo tiempo pasado fue mejor. Tampoco si las actividades de antaño estimulaban más o menos nuestro cerebro. Sí sé que hoy pasamos muchas horas en contacto con la tecnología y que, indudablemente, eso modifica nuestras conexiones neuronales.
No soy tan necia y puedo ver que hay múltiples beneficios en el uso de la aparatología actual. Pero, ¿qué pensás si yo te cuento que, gracias al uso del teclado, estamos perdiendo la caligrafía (¡ni se me ocurre mencionar el tema de la ortografía!), que, gracias a las calculadoras estamos perdiendo el cálculo mental; que, gracias a las agendas electrónicas, estamos perdiendo capacidad de memoria, ¿de organización y planificación? Y tantas otras…
Nuestros hijos han nacido en la era tecnológica, y no conciben otra forma de diversión que no sea jugar con la compu o colgarse horas con videos en youtube. Absortos, abstraídos, les hablás y no contestan. Se olvidan del paso de las horas, postergan estudio y tareas y cuando les decís algo, el grito de “ya voy, ¡un rato más!”, no se hace esperar.
Será tarea nuestra acostumbrarnos a convivir con eso. Después de todo, nuestro maestro Darwin decía que no son los más fuertes ni los más inteligentes los que sobreviven, sino los que logran adaptarse a los cambios. Ahora, todo en su justo límite.
Un gran tema es cuando el uso de la tecnología se transforma en adicción. Entonces tenemos niños, adolescentes, y hasta adultos, que no conciben otra forma de divertirse que no sea gastar horas enfrente de un aparato, hasta el punto de no comer ni dormir.
Por nuestro cerebro circula una sustancia (neurotransmisor) que se llama dopamina, que nos da sensación de “felicidad“. Su papel es verdaderamente importante en todo lo que hacemos, porque es la clave de la motivación humana. Si nos sentimos bien haciendo algo, repetimos, por el simple hecho de que la dopamina nos dice “¡qué lindo!! ¡Sigamos con esto!”
En cuanto a su papel en los videojuegos, las investigaciones han demostrado que el nivel más alto de liberación de dopamina se produce justo cuando tenemos el 50% de oportunidades de fallar o acertar. La sensación de riesgo constante que se vive en los juegos consigue aumentar esta molécula en nuestro cerebro. Lo más llamativo es que no se libera como recompensa por conseguir algo, sino que su mayor repunte es justo por la anticipación de que vamos a poder conseguir algo: un punto, una vida, etc.
Los fabricantes de videojuegos han expresado que su objetivo es justamente que nuestro cerebro y sus picos de dopamina quieran repetir (si no, dónde estaría el negocio, ¿no?)
Obviamente, no todo es tan sencillo. Hay una suma de factores, además de la dopamina, que deben tenerse en cuenta:
- Los juegos de video estimulan varios sentidos a la vez (visuales, auditivos, táctiles), activando simultáneamente varias zonas cerebrales. Un cerebro bombardeado de estímulos constantemente, se “acostumbra” a funcionar así, por lo que pide más y más estimulación.
- La virtualidad. Es decir, si bien nos encontramos constantemente con situaciones de ganar o perder, sabemos que es ficticio, o sea, que podemos volver a empezar. Situación análoga a la dificultad para perseverar de nuestros vástagos.
- Evasión. Los juegos y las redes nos permiten evadirnos de nuestros problemas cotidianos, al sumergirnos en una realidad utópica. Los chicos cuando juegan se olvidan del 1 que se sacaron en matemáticas, de la discusión que tuvieron con el papá, de la crisis familiar, de lo triste que se puso el amigo cuando lo trataron mal, de la prueba de física del día siguiente, etc.
La universidad de Chung-Ang, de Corea del Norte y la Universidad de Utah colaboraron para llevar a cabo la investigación más detallada hasta la fecha sobre adicción a la tecnología. Realizaron una Tomografía Axial Computada (TAC) a 106 jóvenes entre los 10 y los 19 años que buscaban tratamiento por su trastorno al juego online y la compararon con las imágenes de 80 jóvenes sin el trastorno.
Descubrieron que los chicos con el trastorno tenían una diferencia significativa en las regiones del cerebro ligadas al sentido de la vista y el oído. La obsesión crónica por los videojuegos está asociada con la hiperconectividad de varias partes de la red de neuronas. Esto significa que los cerebros de las personas adictas a este tipo de juegos se encuentran sobre estimulados (o sobreexcitados), lo que deriva en irritabilidad, malhumor, estado de alerta constante.
Otras diferencias están asociadas a su vez con una mayor tasa de distracción y un peor manejo y control de los impulsos. Así es, las personas adictas a los videojuegos y a las redes presentan alteraciones en la atención (dificultad para concentrarse); además, han demostrado ser más impulsivos, por lo que suelen tener arranques de ira si se los contradice, y tener baja tolerancia a experiencias frustrantes.
¿Cómo podés saber si un ser querido está padeciendo este trastorno?
- Obsesión con los juegos o videos online y redes sociales.
- Síntomas de abstinencia al no estar jugando o conectado a una red social, como aburrimiento, irritabilidad, ansiedad.
- Necesidad de aumentar las horas de exposición.
- Intentar, sin éxito, dejar de jugar juegos o ver videos online.
- Pérdida de interés en otras actividades, como hobbies, deportes, que antes sí disfrutaba.
- Seguir conectándose pese a tener conocimiento del grave impacto que tiene en su vida.
- Mentir acerca de las horas que se pasan conectados.
Qué hacer
Si alguien que conocés presenta dos o más de estos síntomas, sería bueno que consulten con un especialista. Existen tratamientos para abordar satisfactoriamente la patología.
Hay muchos padres que usan los videojuegos o redes sociales como “chupete electrónico”, así los chicos “no molestan”. Ojo, lo que empieza como un chiste, puede terminar en una broma de mal gusto.
Lo cierto es que hoy cada vez más padres; y cuidado, a veces esposas o maridos también (porque esto no tiene miramientos etarios), consultan por la incapacidad de sus seres queridos de manejar sanamente su relación con la tecnología.
Como siempre les digo a mis pacientes, hay que estar atentos. El primer paso para tratar un problema es verlo.
No sé si todo tiempo pasado fue mejor. Tampoco sé si tanta tecnología es mejor. Nuestro cerebro necesita de actividad física, aire libre, relaciones sociales y creatividad para desenvolverse sanamente.
Lic. Cecilia C. Ortiz
Mat.: 1296
licceciortiz@hotmail.com