Dr. Alberto Montbrun
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“Sin embargo existe otra manera de quebrar una democracia, un modo menos dramático, pero igual de destructivo. Las democracias pueden colapsar en mano no ya de generales sino de líderes electos, de presidentes o de primeros ministros que subvierten el proceso mismo que los llevó al poder y violan el marco constitucional que los regula.”
(Steven Levitsky y Daniel Ziblatt; “Cómo mueren las democracias”; Ariel, 2018)
Ante la imposibilidad de consagrar la impunidad de Cristina, agobiada por causas penales de diverso tipo, el kirchnerismo busca llevarse puesta la Suprema Corte de Justicia de la Nación. El presidente, buscando el remiso y esquivo apoyo de su jefa para postularse a la reelección, conduce esta estrategia. El ministro Sergio Massa adhiere, pero haciéndose el distraído o el ocupado en cosas más importantes y con cara de “¿qué hace un muchacho como yo en un lugar como este?”.
Como señalan con impecable síntesis los autores citados en el epígrafe, dos normas básicas –ahora en plena crisis– fundaron la firmeza y consistencia de la democracia norteamericana, en términos de equilibrio y control: “la tolerancia mutua, o el acuerdo de los partidos rivales de aceptarse como adversarios legítimos en el despliegue de sus prerrogativas institucionales y la paciencia y auto restricción para no abusar de ocasionales mayorías en desmedro del adversario”. Actualmente, señalan los autores, esas barreras han ido desapareciendo progresivamente y se debe reconocer que el libro anticipó en dos años la movida de Donald Trump encaminada a desconocer el legítimo resultado electoral que dio el triunfo a Joe Biden. Un intento claro de golpe de estado.
A pocos días de asumir el presidente Lula en Brasil, debió enfrentar una poderosa movilización de partidarios del derrotado presidente Bolsonaro; en Perú el presidente Castillo intentó por su cuenta clausurar el Congreso y la reacción de dicho órgano – detenerlo y poner en el cargo a la vicepresidente – ha sumido al país en una gravísima situación. Es que frente a estos temas solo procede una pregunta crucial: ¿creemos y aceptamos la vigencia de una Constitución que, no solo organiza el gobierno estatal sino que además limita las atribuciones de cada poder y los mecanismos de control recíproco? Debemos señalar con tristeza que hoy mucha gente no defiende el marco autolimitador de las leyes sino que se ve a gobiernos que buscan manipular y condicionar las leyes a su exclusivo beneficio. Si me limita la violo.
Las democracias están en peligro en todo el mundo y hay apenas dos factores que pueden contribuir a sostenerlas: un nivel de conciencia social significativo sobre el respeto a la ley que, desgraciadamente, se encuentra muy debilitado por los escasos resultados positivos de nuestros gobiernos y por el creciente descreimiento de los públicos en las instituciones y, el más crítico, la responsabilidad de las élites dirigenciales. Ambas condiciones aparecen hoy débiles para sostener la democracia argentina, sobre todo la total imposibilidad de acuerdos mínimos que superen la grieta. Por eso nos preocupamos en adelantar el extremo peligro en que se encuentra nuestra estabilidad institucional, a casi cuarenta años de haber recuperado la tan ansiada democracia. Por lo menos tres situaciones políticas concretas la ponen en riesgo hoy:
1) La promoción del juicio político a la Corte Suprema de Justicia de la Nación, basada en razones absurdas y arbitrarias, fundamentalmente dos: la aceptación de una medida cautelar de la Ciudad de Buenos Aires contra el Estado nacional por la unilateral reducción de una porción de la coparticipación federal destinada a sostener la policía oportunamente transferida por la nación. Aunque no es sentencia definitiva se basa absolutamente en muchos (muchos) fallos anteriores de la Corte sobre el tema. La otra causal es fatal para la privacidad y la intimidad de las personas. El presidente ha dado validez a mensajes de WhatsApp posiblemente truchos y sin dudas obtenidos de manera ilegal, que vinculan a un colaborador de un juez de la Corte con un funcionario de Rodríguez Larreta. Desde el punto de vista judicial la causa ha sido descartada pero en el escenario de la grieta y las fake news es darle crédito a las manipulaciones de la inteligencia argentina que pincha impunemente teléfonos.
2) La amenaza de apelar a un decreto de necesidad y urgencia (DNU) para ampliar el número de jueces de la Corte a veinticinco, leyó bien, 25, ofreciendo dos los gobernadores y seleccionando uno o una el presidente. Una media sanción del Senado los aumenta ya a 15, pero no tiene chances de aprobarse en Diputados. A ver si el amable lector y la amable lectora comprenden la situación: en un escenario de inflación, crecimiento de la pobreza y la vulnerabilidad y aumento del delito el gobierno decide poner sus fichas a la ampliación de la Corte por decreto. Así estamos.
3) La amenaza de apelar a un DNU para reformar la integración del Consejo de la Magistratura, haciéndolo funcional a los intereses del oficialismo gobernante. Mientras tanto el Consejo no funcionó este año y nunca llegó a constituirse.
Pero tal vez la ineptitud de nuestros líderes para profundizar –y no poner en peligro– la democracia sea una ineptitud “autoconstruida” que está “en la cabeza de la gente” y no en la realidad. Debe ser eso.