En la mañana del 12 de octubre de 1972, un avión bimotor de la Fuerza Aérea Uruguaya, se preparaba para despegar del aeropuerto internacional de Carrasco, en la ciudad de Montevideo, Uruguay.
La máquina era un avión Fairchild FH-227D, matricula 571 cuya tripulación estaba compuesta por el comandante, el coronel Julio César Ferradas y el teniente coronel Dante Héctor Lagurara, entre otros tres tripulantes.
En su interior, viajaban 45 personas entre los cuales se encontraban rugbiers del club “Old Christians” de la capital charrúa.
Los jóvenes viajaban a Chile para enfrentarse al Club Old Boys de Santiago. Con el objeto de abaratar costos, los directivos alquilaron una nave de la Fuerza Aérea Uruguaya. Aparte de los jugadores, viajarían familiares y simpatizantes del club.
Ese mismo día, y asignado como vuelo 571, despegó del aeropuerto de Carrasco con rumbo a la capital del país trasandino. Luego de surcar el espacio aéreo argentino, el avión aterrizó en nuestra provincia en al aeropuerto El Plumerillo. Desde el servicio meteorológico se dio la alerta que las condiciones de vuelo para cruzar la cordillera eran desfavorables. Esto obligó a la tripulación y los pasajeros a pasar el día en la ciudad de Mendoza. Los pasajeros fueron trasladados a la ciudad y alojados en un hotel céntrico para emprender la última etapa del vuelo el día viernes 13 de octubre. Nadie se imaginaba que para muchos serían las últimas horas de sus vidas.
El último café
Luego de alojarse en el hotel, los visitantes uruguayos salieron a realizar algunas compras a diferentes negocios del centro mendocino.
En la mañana del 13 de octubre un grupo encabezado por Fernando Parrado, Carlos Páez, Rafael Echevarren, Arturo Nogeira, Numa Turcatti, Pedro Algorta y Roberto Canessa fueron a tomar un café en la terraza del Automóvil Club Mendoza y luego a almorzar al frente, en el Restorán Avenida, de calle San Martín.
Los pasajeros fueron trasladados más tarde a la aerostación local para emprender el viaje esa tarde. A pesar de que el frente aún continuaba, los pilotos decidieron esperar unas pocas horas para partir al principal destino que era el aeropuerto de Pudahuel, Santiago de Chile.
El avión Fairchild despegó a las 14:18 del aeropuerto “El Plumerillo” para seguir con la ruta trazada Malargüe-Curicó. Una hora y diez minutos más tarde, el piloto coronel Julio Ferradas dio su última posición entre Curicó y Angostura. Después, el silencio cundió en las comunicaciones entre la base y el avión.
Al no tener noticias del avión, se declaró en alerta y se procedió a la búsqueda de la nave siniestrada. Un avión de rescate Albatros de la Fuerza Aérea Argentina partió rumbo a la cordillera, pero su búsqueda fue en vano. Lo mismo ocurrió desde Chile desde donde partieron varias naves militares con ese mismo fin, pero no encontraron ningún rastro del aparato. El avión uruguayo, se había estrellado contra la cumbre del cerro El Sosneado, en el sur mendocino, en medio de la Cordillera de los Andes.
Infierno sobre hielo
“Si el infierno existe, no es con fuego, puedo asegurar que es con hielo y oscuro”, comentó Fernando Parrado tras sobrevivir 72 días en la cordillera.
El avión impactó en un cerro destrozándose en varias partes. Trece personas fallecieron instantáneamente, luego otras tres murieron al día siguiente. En los restos del fuselaje había varios heridos muy graves, muchos de ellos morirán días después. Los sobrevivientes soportaron temperaturas de más de 30º bajo cero. En la noche del 29 de octubre, una avalancha descendió de la montaña sepultando parte del fuselaje y matando a ocho personas más. Solamente 19 eran los que quedaban vivos. Con el correr del tiempo los alimentos se acabaron y los sobrevivientes tuvieron que alimentarse con los cuerpos de las víctimas. Tres personas más sucumbieron en los meses posteriores.
El momento bizagra, que llevó al cambio de planes y toma de decisiones vitales, llegó cuando escucharon por radio que se había finalizado la búsqueda, que ya el mundo los daba por muertos. Ante esa realidad, hubo un cambio de actitud y decidieron salir a buscar ayuda: la salvación sólo podría llegar por ellos mismos. Fueron Fernando Parrado y Roberto Canessa los designados, quienes emprendieron la tarea de cruzar la cordillera y llegar a Chile para pedir socorro, mientras que los demás esperaban el ansiado rescate. Los dos jóvenes no tenían otra oportunidad: era llegar o morir.
Cabe destacar que, los jóvenes contaban con información incorrecta. El copiloto antes de morir, les alcanzó a decir -erróneamente- que “habían pasado Curicó”, por eso creyeron que habían caído en lado chileno. La triste realidad es que se encontraban en tierra argentina aún, a sólo 15 km de las poblaciones cercanas a Las Leñas.
El 21 de diciembre de 1972, el arriero Sergio Catalán los encontró del lado chileno. Parrado escribió en un papel: “Vengo de un avión que cayó en las montañas. Soy uruguayo. Hace 10 días que estamos caminando. Tengo un amigo herido arriba. En el avión quedan 14 personas heridas. Tenemos que salir rápido de aquí y no sabemos cómo. No tenemos comida. Estamos débiles. ¿Cuándo nos van a buscar arriba? Por favor, no podemos ni caminar. ¿Dónde estamos?”. Así finalizaba el calvario de 16 sobrevivientes y se producía “el milagro de los Andes”.