Miedo, intriga, tristeza y risa fueron algunas de las emociones que desprendieron los fotogramas al llegar a la pantalla grande.
Por Lorena Villafañe
Los primeros destellos de imágenes sobre la pantalla grande se proyectaron allá por 1930 ante los ojos de quienes, en aquel entonces, habitaban el pueblo de Chacras de Coria. Sobre la calle Mitre, frente a la Estación Paso de los Andes, abrió el Salón Cocucci, el primer lugar donde los chacrenses se dejaron cautivar por las maravillas del séptimo arte. Fueron éstos los pasos incipientes de lo que luego se convertiría en un ritual con días prefijados para disfrutar de las joyas del cine nacional e internacional.
En aquella época, Chacras tenía una población escasa y este salón fue uno de los pocos sitios de entretenimiento para sus habitantes. Todo el vecindario concurría a las funciones de los sábados y los domingos, destinados a la proyección de películas en alternancia con los bailes sociales, las cenas de camaradería o las reuniones convocantes. Una etapa de letargo le sucedió a su clausura, hasta que en 1941, durante la temporada de verano, se inauguró el Cine Astro con el film Isabelita, protagonizado por Paulina Singerman, entre otras figuras.
La mayoría de las películas que llegaron a la sala de la calle Viamonte, frente a la Escuela Teresa O´Connor[1], fueron argentinas. La empresa a cargo se llamó Cinematografía Arturo Longone y su dueño fue un cineasta abocado a llevar el séptimo arte a los barrios, y también a Chacras.
Los memoriosos que gustan del cine de la época, reconocerán otros de los títulos de los que disfrutaron los chacrenses: La guerra gaucha y La canción de los barrios, esta última con la actuación de Hugo del Carril y Libertad Lamarque. Así es como en los días de calor, la época de oro del cine argentino se proyectó al aire libre en el Cine Astro.
Una vez alcanzado el invierno, los dueños de la sala se trasladaron a un local ubicado en Mitre y Jorge Newbery, donde además de mostrar películas organizaron fiestas. Las cintas norteamericanas ocuparon un lugar importante en el gusto de los espectadores y compitieron con el cine nacional en el concurrido salón del pueblo.
Lo entretenido e intrigante fueron los famosos episodios y series de cine que llegaron después. No faltó quien quedara deseoso de ver el siguiente capítulo de El Zorro que, al mejor estilo televisivo actual, dejó en suspenso al público hasta la función siguiente. Los tambores de Fumanchú, La araña negra y las películas del oeste fueron algunas de los principales atractivos de los domingos por la tarde.
Ese día fue también el más concurrido por los niños, gracias a una función matiné prevista a las 15 hs. El resto de las proyecciones fueron nocturnas los miércoles, jueves y sábados, en este último caso con dos horarios. Todas las funciones tuvieron éxito y la sala se llenó de espectadores una y otra vez, a tal punto que las entradas debían ser adquiridas con anticipación por encontrarse agotadas el mismo día. Por entonces no existía la competencia que hoy atraviesa el cine con la televisión, el cine era una novedad en pleno auge.
El ocaso del Cine Astro se dio entre 1944 y 1945, pero esta vez no hubo vacío cinematográfico para los chacrenses. Ese mismo año se inauguró frente a la Plaza la primera sala techada, equipada con butacas, proyector, sala, pantalla fija, escenario, platea y paraíso. El Cine Grand Splendid, en la calle Viamonte y Mazzolari -actual Centro Cultural Para Todos Teatro Leonardo Favio-, perteneció a la familia Stroppiana-Grimalt.
El nuevo espacio se estrenó con las películas Villa Rica del Espíritu Santo y la mexicana Ay Jalisco, no te rajes. La concurrencia durante el primer día en funcionamiento fue impresionante y así es como Chacras repitió el ritual de acicalarse y vestirse con la mejor ropa para ir al cine.
El auge de la proyección cinematográfica en Chacras
El surgimiento de las salas de cine en Chacras tiene una estrecha relación con un fenómeno que comenzó a propagarse en toda la provincia y que hizo ver en los cines, la gran promesa del crecimiento financiero de aquellos tiempos. Los cines fueron “el negocio” de la época y poco tuvo que ver, en un principio, con la pasión que desató el séptimo arte.
Atrapados por esta oleada de entusiasmo que trajo el cine, el mecánico Juan Stroppiana y el dueño de una empresa de ómnibus Miguel Grimalt, se embarcaron en la apertura de una verdadera sala cinematográfica en Chacras de Coria, ya que hasta el momento las películas sólo fueron vistas en salones adaptados para su proyección.
Basados en la experiencia de la familia de Juan, construyeron en la calle Viamonte y Mazzolari el cine Grand Splendid, cuyas siglas aludieron a las iniciales de los apellidos de sus dueños: Grimalt-Stroppiana.
Las funciones de este espacio fueron programadas para los días martes, miércoles, jueves, sábados y domingos, mientras que los viernes el lugar fue ocupado por las retretas, sobre todo en primavera y verano.
De avanzada
Sus propios dueños cuidaron cada detalle del edificio basándose en los cines que ya poseían los Stroppiana. Un sistema de refrigeración y calefactor innovador para la época climatizó la sala, con un ventilador colocado debajo del escenario y enviado por tubos al pie de cada butaca. En los meses de frío un gran chorro de fuego apuntó a la pared de ladrillo con la ayuda de una turbina impulsada debajo de los asientos. Ambos mecanismos fueron ideados por Juan y Rosendo Stroppianna; el primero una especie de inventor incansable, curioso e ingenioso a tal punto que ideó una decena de lavarropas con su sello para los parientes, así como un auto para su hijo, monopatines con motor y el más genial de los inventos de la cinematografía de la época: un sistema de cambio automático para pasar las cintas de las películas sin interrupción.
Hasta entonces, cuando un rollo de cinta se terminaba, había unos segundos de silencio hasta la colocación del siguiente. En cambio con esta propuesta electromagnética se conectaron dos proyectores en cadena para evitar el sobresalto en la atención del espectador. Su creación tuvo tal repercusión, comentaba su hijo Osvaldo, que llegaron del Cine Gran Rex de Buenos Aires para comprarle el invento.
Las anécdotas
Al escenario de este cine también subieron las compañías de radio teatro que además actuaron en vivo. Entre los tantos elencos que se presentaron figuró el de Manuel Menéndez, Sebastián Pérez y Luis Francese. En algún momento también se promocionaron espectáculos traídos de Buenos Aires, como Los cinco grandes del buen humor, el tenor mexicano Alfonso Ortiz Tirado y Los Trovadores de Cuyo.
Fue común que el escenario de las salas de cine sirviera para pasar los espectáculos musicales y teatrales del momento. En general, las compañías o los artistas cobraron un 60% de la recaudación y el dueño de la sala un 40%. En una oportunidad, contó Osvaldo, la gente esperaba que se presentara la compañía de Manuel Menéndez y su hermano Juan. Según recordó, estaba pactado el mismo porcentaje de siempre para el pago de la función, sin embargo la compañía pidió más dinero para presentarse. La función se retrasó tanto en la disputa por el precio del caché que la gente se inquietó y los que ya tenían pagada su entrada intentaron ingresar al cine por la fuerza. Como ninguna de las partes cedió, la función tuvo finalmente lugar en la plaza de Chacras.