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Agnosia: “¿Me pasás el cosito ese?” Cuando la palabra no nos sale

¡Qué mala pasada nos juega nuestro cerebro cuando queremos nombrar algo y no se nos viene la palabra! ¿Cómo se llama esa alteración? ¿Indica que algo raro nos está pasando?

Por Lic. Cecilia C. Ortiz – Neuropsicóloga – Mgster. en Neurociencias

Seguramente al lector le ha pasado alguna vez: estamos hablando, queremos nombrar un objeto que estamos viendo y ¡pum!, no sale la palabra. Inmediatamente el momento se transforma en una escena en cámara lenta: sabemos positivamente que conocemos la palabra, sabemos su significado, la hemos dicho mil veces… pero no la tenemos ahí, en nuestra boca, hacemos el esfuerzo para que salga y se vienen mil y un sinónimos, menos “la palabra”. Tratamos de buscarla mientras miramos la cara de los interlocutores y nos preguntamos qué estarán pensando.

El desenlace puede tener tres caminos: encontramos un sinónimo; como por arte de alguna fuerza divina acude la palabra a los labios; o algún oyente caritativo (o que ha pasado por la misma situación) “sopla” el término. Pero nos quedamos con esa sensación de bronca, ¿no?

Por supuesto que esta es una experiencia que muchos podemos tener esporádicamente, y que es bastante molesta. Hasta hay “palabras comodín”, que nos sacan de apuro: “eso”, “aquello”, “coso”, “cosa”, “pituto”, etc. Pero, puede pasar que la experiencia se vuelva cotidiana y se intensifique. Entonces ya deja de ser gracioso.

Y es que nosotros suponemos que es una tarea muy sencilla: si yo veo el objeto, tengo que reconocerlo. Pero pasa que nuestro cerebro consiste en un complicado tendido de “cables” y funciona en red, con lo cual, una mínima fallita en un sector se expresa en fallas en otras áreas.

La palabra agnosia viene del griego y significa “no saber”. La agnosia visual es un desorden neurológico producido por la falla en el reconocimiento o interpretación visual de la información sin que existan alteraciones en el procesamiento visual-perceptivo básico de características como la forma, el color y el tamaño. Esto quiere decir que las personas con agnosia visual no tienen dificultad en ver las formas, los colores o en determinar diferencias de tamaños entre los objetos que perciben, pero no pueden darle significado a la información visual que obtienen. Los pacientes pueden ver un objeto, saber perfectamente cómo y para qué se usa, pero no puede decir su nombre. En otras palabras, no reconoce objetos.

También existen otros tipos de agnosia, según la modalidad sensitiva afectada: gustativas, olfativas (anosmia), táctiles o asterognosia (incapacidad de reconocer objetos por el tacto, a pesar de no existir ningún déficit o anomalía sensoperceptiva); corporales (incapacidad para identificar o reconocer la totalidad del propio cuerpo (somatognosia), la mitad lateral (hemisomatognosia) o sólo una parte del cuerpo (autopagnosia)); auditivas (incapacidad para entender el lenguaje normal (sordera verbal) o reconocer una serie de sonidos con música (amusia sensorial), a pesar de no existir ningún déficit o anomalía sensoperceptiva).

El reconocido neurólogo Oliver Sacks escribió el caso de un paciente suyo (historia a la que llamó “El hombre que confundió a su mujer con un sombrero”), en el que describe a un hombre con agnosia visual que es muy funcional en su vida profesional y personal a pesar de su incapacidad para reconocer objetos. Esto demuestra que las personas que sufren de esta condición pueden compensar utilizando otros sentidos (tacto, olfato, oído). Además, Sacks reconoció que él mismo padecía de una extraña condición, que es más frecuente de lo que se piensa. Sacks padecía un tipo de agnosia visual denominada prosopagnosia: no podía identificar a las personas al observar sus caras. En este caso, el paciente sabe que está viendo una cara, porque reconoce sus partes y puede integrarlas en un todo, pero no puede reconocer esa cara, o sea, emparejarla con el nombre.

Una lesión en el cerebro es la causante de que quienes sufren agnosia visual (particularmente, pero se aplica a todos los otros tipos también), no reconozcan lo que ven. No es un problema del lenguaje, porque quienes lo sufren conocen las palabras y los objetos que hay a su alrededor (de hecho, pueden hablar fluidamente), y tampoco es un trastorno de la memoria, porque sí recuerdan haber usado esos objetos. Se trata de una desconexión dentro de nuestro cerebro entre las zonas que procesan la información que entra por los órganos de los sentidos y los centros donde se recibe la información primariamente. La lesión puede estar causada por traumatismo encéfalocraneano, accidente cerebrovascular, algún proceso infeccioso (como meningitis) o deterioro progresivo tipo Enfermedad de Alzheimer.

¿Cómo se diagnostica?

Como primera medida, hay que realizar un examen neurológico exhaustivo. Posteriormente, se llevan a cabo evaluaciones neuropsicológicas, imágenes (TAC, RMN, PET). Es importante saber que el estrés, los trastornos del estado de ánimo, la falta de sueño y la acción de sustancias (como alcohol, por ejemplo) pueden provocar casos esporádicos de dificultad para nombrar objetos. Pero no de causar agnosias.

¿Existe un tratamiento?

Primero, desde luego, hay que tratar la patología de base y los factores de riesgo.

La agnosia en sí, no tiene cura. Ayudamos al paciente a compensar el déficit a través de la estimulación o rehabilitación cognitiva. Como muestra la práctica, el tratamiento de la agnosia es de larga duración, y el éxito depende en gran medida de la edad del paciente, así como la naturaleza y gravedad de las lesiones. Entonces, un evento aislado, no indica demasiado. Si vemos que se repite, consultemos. Que el coso y el cosito, aunque nos hagan zafar, no ocupen nuestro léxico. Recordemos que, en lo que a cerebro se refiere, mientras antes, mejor.

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