Cuando focalizamos en un tema, muchas veces caemos en el error de creer que dicha concentración excluye otras alternativas, generalmente opuestas. Dicho de otra manera: Si nos introducimos en un argumento, parecería que nos estamos olvidando de los restantes. De la economía hablamos. Y veremos que no debe ser así.
Si nos dedicamos a la economía de las PYME o MIPYME, tendemos a abandonar a la gran empresa. Si discutimos de entidades agrupadas en federaciones, confederaciones o cámaras, parece que abandonamos la individualidad de la empresa o sus partes constitutivas. Si hablamos de empresas de capital las anteponemos a las de personas. Si hablamos de tercer sector lo consideramos un ámbito de tercera, cuando puede perfectamente participar en “primera”. Si hablamos de trabajadores y de empleo, focalizamos la crítica en lo sindical como respaldo único al propietario o al capitalista. Si hablamos de economía provincial, olvidamos complementarlo con lo que falta: lo nacional. Si hablamos de necesidades nacionales no podemos apartar el ámbito internacional.
Esta dialéctica no se corresponde con el momento actual. Menos aún con un desarrollo integral humano para el futuro. Es caer en trampas mutuamente excluyentes de campo vs. ciudad, interior vs. capital, femenino vs. masculino, minorista contra mayorista, privado o público. Lo distinto no es opuesto o no necesariamente. Dentro de la economía (como también puede pasar en otras materias) surge la conveniencia de ver cómo planificamos el bien común. En otras palabras, la opción inelástica de blanco o negro debe verse como acción de grises. A nuestro criterio, no debe navegarse en un mar sin costa como es el subjetivismo sino en las posibles opciones de varios muelles que nos depara la vida (económica en nuestro caso).
La estafa dialéctica es engaño ideológico y viceversa. A la tiranía del subjetivismo, sí debe oponérsele la objetividad del realismo. Sí se debe defender lo natural en contra de lo antinatural, porque éste no tiene posibilidad de sobrevida.
En esta actualidad económica debemos mantener lo que funciona bien y complementarlo. Corresponde acompañar empresas en su adecuación para satisfacer eficaz e integralmente las necesidades de las personas. Los intereses y conveniencias materiales de esos entes deben complementarse con valores y principios humanos. Vale la pena echar una mirada a los clásicos y a los que no son economistas. Por ejemplo, a Chesterton, cuando habla del Distributismo. Allí observamos que los conceptos filosófico-políticos son parte de la economía, en tanto son parte del hombre.
Rescatamos la economía social como solución oportuna, ya que es economía. La alternativa social brinda lo que está faltando a la de capital. La recta economía no es liberalismo individualista con un poquito de solidaridad. La satisfacción de la necesidad social no es opuesta al contentamiento personal. Una incluye la otra. Lo traumático es cuando lo personal excluye lo social. Es conveniente buscar la satisfacción integral, humana y solidaria más que el disfrute individualista. Hace tiempo que se demostró que la suma de los egoísmos personales no da la satisfacción general. Si no se hubieran podido compatibilizar ideas distintas, la cultura no hubiera crecido.
La inteligencia actual
Hoy, la inteligencia de la empresa privada, la de capital, es descubrir su socio adecuado. Si en su gestión no realiza proactiva y voluntariamente una distribución solidaria, le vendrá la “solidaridad estatal impuesta” y con esto la presión estatista. Asociativismo es mejor que intervencionismo y que aislacionismo. Acoplar el mercado y lo social. Ensamblar el capitalismo y el solidarismo. Así como las entidades de capital deben buscar el complemento humanista, los entes del tercer sector deben –a su vez- mostrarse, hacerse ver, resaltar su eficacia y eficiencia, bajar prejuicios, imaginar coaliciones, encarar acciones viables, imaginar grandezas, no detestar el dinero sino ordenar su uso y su disfrute dándole su justa función de medio.
Se debe reconocer que lo natural en el orbe es la convivencia, no la guerra. La armonía, no el caos. Acá sí, anteponer Cosmos a Caos. El lejano surgimiento del individualismo despersonalizante generó hace tiempo la reacción. Y fue (y es) cruenta y larga e insensible. La idea regeneradora es que el centro es la persona, no el individuo.
La respuesta solidaria debe llegar para insertarse. Debe aterrizar para incorporarse estructuralmente al accionar socio-económico. No es una solución pasajera porque el ingrediente central, el hombre, es el protagonista, el centro, el foco, el destinatario…y es lo permanente.