Archivo | abril 19th, 2021

Drogas, Cerebro y Comportamiento -->

Drogas, Cerebro y Comportamiento

“Bajo el efecto de las drogas no te importa nada, sólo quieres aislarte del mundo y conseguir una paz interior que no se consigue en estado normal”, confesó Kurt Cobain. Las drogas alteran la conducta, pero, ¿todas las drogas tienen el mismo efecto en nuestro cerebro?

Por Lic. Cecilia C. Ortiz – Neuropsicóloga y Mgter. en Neurociencias*

Sin lugar a dudas este tema agobia nuestra cotidianeidad y es que, lamentablemente, cada vez más jóvenes, y no tan jóvenes, recurren a ella. Pero ¿qué es, o qué denota la palabra “droga”? La OMS dice que es “cualquier sustancia que, en el interior de un organismo viviente, puede modificar su percepción y estado de ánimo, la facultad de procesar información a partir de la percepción, la característica subjetiva de valorar la información y la conducta”.

Es decir que droga es cualquier elemento ajeno a nuestro cuerpo que, una vez incorporado, genera cambios en nuestra manera de concebir la realidad y de comportarnos conforme a ella.

Desde el punto de vista jurídico, y siempre teniendo en cuenta que todas las drogas son nocivas para nosotros, se distingue entre drogas legales e ilegales. El primer grupo incluye aquellas sustancias cuya producción y comercialización está contemplada por las leyes, es el caso del alcohol y del tabaco. Dentro del segundo grupo, están las sustancias cuya producción y compraventa es ilegal y clandestina.

En general, las drogas generan dependencia física y psicológica y, de acuerdo al efecto que tienen, pueden dividirse en tres grandes grupos:

-          Depresoras: Enlentecen el funcionamiento del cerebro, inclusive pudiendo conducir al coma a través de un proceso de “adormecimiento” de las funciones cognitivas. Es el caso de: alcohol, ansiolíticos (alprazolam, diazepam, lorazepam), opiáceos (morfina, codeína), hipnóticos, solventes.

-          Estimulantes: Aceleran el funcionamiento cerebral, induciendo a una aceleración del pensamiento que puede desembocar en hiperactividad, como las anfetaminas y la cocaína y, en menor grado, la cafeína y la nicotina.

-          Alucinógenos: Alteran el funcionamiento del cerebro, dando lugar a distorsiones perceptivas y/o alucinaciones, como el LSD, los hongos alucinógenos, floripón y algunos derivados químicos del cannabis.

Al hablar de drogas es importante revisar algunos conceptos:

Si tenemos algún padecimiento físico o psicológico, el médico nos receta una droga. Nosotros hacemos un uso prescrito de esa sustancia, que estipula una dosis (debidamente planificada por el especialista) y un tiempo determinado. La finalidad es mejorar la dolencia.

Cuando se pierde el control sobre el uso de la sustancia, se despierta un ansia, es decir, un impulso intenso e indominable para incorporarla. La persona se ha hecho adicta al efecto de la droga en su cuerpo. Esto conduce al abuso, patrón desadaptativo de ingesta, que se manifiesta por una conducta compulsiva y recurrente a consumir. Muchas veces conduce a evadir obligaciones y a someterse a problemas interpersonales, sociales y legales.

Cuando, a pesar de la aparición de problemas significativos asociados al consumo, la persona reincide autoadministrándose la droga, hablamos de dependencia, lo que señala que se ha perdido la voluntad y el control. La dependencia abre el círculo vicioso de abstinencia – ansia / compulsión – abuso.

La dependencia física implica intensas alteraciones en la fisiología y en la neurotransmisión que conducen a que nuestro organismo necesite la sustancia adictiva para mantener su homeostasis.

La dependencia psicológica supone una sensación de satisfacción y motivación psíquica que ayuda a evadirse de una realidad muchas veces dolorosa, generando sensación de placer y evitación de sensaciones desagradables.

El abordaje siempre es interdisciplinario y, en algunas circunstancias, requiere internación, sobre todo si hay riesgo de vida para el paciente.

Sin lugar a dudas es un tema complejo, multicausal, que afecta no solamente al paciente, sino también a su grupo familiar y social próximo. Salir no es fácil, pero tampoco imposible. Como siempre digo, la realidad es dolorosa, pero nosotros podemos optar por no sufrir, depende de dónde elijamos posicionarnos.

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El mal del bien y viceversa -->

El mal del bien y viceversa

La más mínima contribución para mejorar las condiciones de vida de la comunidad en la que uno ha crecido y vive y donde crecerán y vivirán los hijos nos hace sentir que somos una parte con sentido en un todo mucho más amplio. Hacer ese aporte en Mendoza es, además, una necesidad.

Por Luis Paris. Dr. En Lingüística. Investigador del Conicet

La vida social se ha venido degradando dramáticamente desde hace décadas. De niño Mendoza era mi casa, un lugar enteramente familiar y continente en el que no te sentías amenazado. Ahora la comunidad está dramáticamente fraccionada, vivimos encerrados en barrios o enrejados en casas, llevando y trayendo niños y no tan niños porque es un peligro que anden solos. Les dejamos saber de ese peligro y les hacemos sentir así que hay mucha gente allá afuera que les quiere hacer daño. Sin decirlo, les enseñamos que existe una diferencia abismal entre el adentro –la casa o el barrio- y el afuera, entre nosotros y ellos. ¿Hacemos mal? Hacemos lo que se puede, lo más racional en una situación social enteramente enferma que no deberíamos aceptar. ¿Qué puede hacer un lingüista para cambiarla? Nada impactante o revolucionario, pero intentar algo, por ejemplo, favorecer la comunicación. La comunicación nos hace más semejantes, tiende un puente entre el nosotros y el ellos, es una posibilidad de ser más iguales y mejorar el desarrollo del lenguaje es promover y facilitar esa comunicación.

Dirigir la investigación de Patricia, una fonoaudióloga con muchos años de experiencia en centros de salud en barriadas vulnerables, me mostró que la mayoría de los niños de las escuelas de esas zonas tenían un desarrollo por debajo del esperable de acuerdo a medidas preestablecidas. Patricia veía que estos niños se comunicaban eficazmente entre ellos usando la lengua de su entorno, pero tenían problemas para usar la lengua de la escuela. Me puse entonces a elaborar una investigación que determinase qué áreas específicas les traían problemas a estos niños con la idea de elaborar luego herramientas de enseñanza de la lengua diseñadas especialmente para estos niños. El desarrollo lingüístico se correlaciona con el cognitivo y, por lo tanto, favorece el rendimiento escolar al tiempo que evita el fracaso, cuyo número en estos grupos es más alto que en otros. Lo que me parecía una idea positiva y empática recibió una reacción feroz por parte de los autodenominados ‘progresistas’ que domina las ciencias sociales en nuestro país. La idea sería que mi proyecto va contra la ‘identidad’ de ese grupo social, la ‘identidad villera’, que incluso tiene un día de celebración en el calendario nacional oficial. La lengua villera –el ‘berretín’- es una parte fundamental de esa identidad y mi proyecto la ataca. Para ellos mi idea sería comparable a la de los conquistadores que instalaban sacerdotes católicos para que despojaran a los aborígenes de su religión, cultura y lengua. Yo que me pensaba solidario en realidad soy un instrumento de los dueños del sistema para perpetuar su dominación sobre la clase subyugada. Confieso que me hicieron pensar, al punto incluso de enriquecer y reformular mi proyecto original, pero que no lo he abandonado en absoluto. El plan nunca fue que esos niños abandonen la lengua del barrio, sino que sumen otra lengua, la de la escuela. Sumar otra lengua no resta, así como aprender inglés o chino no empobrece nuestro español. Pero esto no los convence a los ‘progresistas’, para ellos la lengua de la escuela los haría saltar -culturalmente hablando- por sobre los límites de la villa. En la religión del ‘progresismo’ vernáculo la condición social en la que uno nace no se debe cambiar, es de por vida, promueven las castas: Adquirir otra lengua es conseguir una garrocha para intentar saltar las paredes de ese encierro y convertirse en alguien atroz: un ‘desclasado’. Nada más conservador y opuesto a mi interpretación. Darle más herramientas cognitivas a cualquier persona es empoderarla, es darle opciones para que pueda elegir su destino y que no esté condenado a permanecer en uno, más allá de lo bueno o malo que éste pueda ser. Por suerte el proyecto se está ejecutando y les adelanto una bonita conclusión: un predictor fundamental del desarrollo lingüístico en los niños es el ‘cuidado’, no importa el nivel económico ni importa tanto el nivel educativo de los padres, sino que esos padres le hablen al niño y lo dejen hablar. Estar, compartir, interactuar es más relevante que cualquier otra variable.

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