El chacrense nacido en Italia tuvo una de las tiendas más antiguas del pueblo. Llegó a la Argentina expulsado de su patria natal con una familia dividida y murió luego de toda una vida en esta comunidad que lo amó.
Por Onelia Cobos
Chacras fue tocada por la inmigración de los años ‘50 en la figura de los Conte. Venían de Abruzzo, Pescara, Italia. Estuvieron en Buenos Aires cinco años. Cesidio trabajó en la entonces famosa Siam Ditella como oficial en mecánica general, pero el clima húmedo hizo que junto a parte de su familia buscara otros sitios. Cuando visitaron Chacras se enamoraron del lugar y supieron que éste sería “el hogar”. Con su hermano José, un tornero muy fino, trabajaron en Carbometal y luego Cesidio pasó a la Cervecería Andes. La ordenada laboriosidad de los hermanos permitió acumular un capital que Cesidio transformó en una gran tienda-mercería. Fue un negocio muy importante para el pueblo. Su vida como vecino es un fiel reflejo de cómo se deslizaba el tiempo sin prisa en el antes de Chacras. Ordenado, tesonero, rutinario, reflexivo, conductor inteligente de su nostalgia por su suelo natal, nos regaló un perfil de vecino solidario, amante de las plantas (su huerta orgánica es un triunfo), de justicia y respeto humano. Lector empedernido, admirador de lo alternativo, reflexivo pensador social, su vida de posguerra se insertó en una América evolutiva que enriqueció nuestro patrimonio. Fue compañero de Raquel Freites y tuvo dos hijos: Adriana y xxx.
RECUADRO
Cesidio en primera persona
- ¿Cómo recuerda a Chacras de Coria cuando llegó?
- Con perfume a jarilla, a flores, también al guano de los caballos por las huertas y chacras que había. Recuerdo la bodega y una fábrica de aceite de oliva. Hubo una clase privilegiada que se dio cuenta de que este lugar era especial. En ese entonces veníamos con el espíritu de producir y trabajar, fabricábamos vinos con nuestro apellido como marca, que luego mandábamos a Buenos Aires. En Italia fui campesino, aquí trabajé en mecánica, cervecería y después aproveché el capital que se había formado y seguí con el boliche este, de ramos generales y mercería.
- ¿Qué le gusta hacer en su tiempo libre?
- Tengo una huerta donde hay tomate, chaucha, cebolla, calabaza y durazno. Es una maravilla. Hago todo tipo de trabajo. Me gusta leer, me gusta José Ingenieros y “El hombre mediocre”.
- ¿Cree en Dios?
- Yo no me puedo resignar a una creencia dogmática. Dogma quiere decir verdad absoluta y yo no tengo otra verdad que la que poseo. El hombre tiene etapas bien definidas: evoluciona, se nivela y decae. Frente al hombre va a existir siempre el misterio. Ahora, cuando se tiene una fe intensa, esa persona concentra una poderosa energía para salvarlo. Hay fenómenos energéticos que no podemos explicar. En la primera etapa del ser humano, en la llamada evolución moral, quiere cruzar mares, subir la montaña, cometer hazañas; esas aventuras son los alimentos psíquicos de la vejez, lo ayudan al viejo a hablar del pasado como un libro abierto.