Archivo | febrero 8th, 2021

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Foto en el recuerdo: José Félix Suárez en los ‘70

El periodista deportivo -un imprescindible del plantel de Correveidile-, notable por sus artículos que recorrieron el país en las revistas y diarios con mayor prestigio, aparece en esta postal junto a uno de los granates más queridos de la época: el riojano Francisco Nicolás Monárdez. En esa imagen está en el centro el DT Pastor Acosta Barreiro. Quien hace la entrevista es José Félix Suárez en sus tiempos del diario Los Andes, cuando seguía a Luján Sport Club, que en dos años celebrará su centenario (ver nota en P. 19).

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Un fenómeno ni aislado ni casual: Trump y el populismo

Entre tantos debates apasionantes surgidos en Argentina a lo largo de enero -¿Y si en vez de dos dosis de la Sputnik les ponemos una sola y al doble de personas?; ¿A Cristina le conviene un indulto o una amnistía?; ¿Puede el sistema educativo garantizar la salud de docentes y alumnos?- compartimos también, con la parte del mundo que presta atención a los fenómenos políticos de occidente, los acontecimientos que tuvieron lugar el miércoles 6 de enero en Washington DC.

Por Dr. Alberto Montbrun – Universidad Nacional de Cuyo

Allí, cientos de partidarios y partidarias del saliente presidente Donald Trump, después de escuchar su arenga quejándose de que le habían hecho trampa en la reelección, se trasladaron al Congreso que en ese momento estaba sesionando. Invadieron el edificio, interrumpieron los debates de ambas Cámaras, vandalizaron el espacio público e ingresaron en recintos, oficinas y despachos causando destrozos y llevándose “recuerdos”. Cinco personas murieron, una de ellas un oficial de policía que defendía el edificio.

El tema generó asombro y cierto estupor. Un hecho así es inédito en la política norteamericana y su primera consecuencia fue acelerar, ese día, la aprobación de la elección del nuevo presidente Joe Biden.

Pero el fenómeno de Trump no es para nada ajeno a la creciente entronización de un tipo de régimen político de características al mismo tiempo fascinantes y preocupantes. En la teoría política en general se lo denomina “populismo” y, aunque reconoce un largo arraigo histórico, en los últimos veinte años se ha consolidado en muchos escenarios acompañando la crisis de la democracia representativa tradicional y el extraordinario empoderamiento de la gente a partir de las redes.

Más allá de variantes y matices, el populismo presenta caracteres comunes que pueden observarse tanto en gobiernos reivindicados como “de derecha” -Berlusconi, Putin, Trump- como también desde los que se asumen como de izquierda -Chávez, Maduro, Correa- (*).

Hay en todos estos regímenes una escasa adscripción a los valores democráticos tradicionales: tolerancia, pluralismo, respeto a los disensos, canalización de las diferencias a través del debate y la votación, el Congreso como caja de resonancia de los sectores de la sociedad, partidos políticos autónomos y no condicionados por el Estado, libertad de prensa y opinión, etc. Estos valores en el populismo son relativizados frente a la urgencia de las necesidades sociales y la búsqueda de respuestas más directas. Por otro lado, la crítica a esos principios de la democracia liberal, configura una parte del discurso populista desde siempre.

El politólogo argentino Ernesto Laclau advierte que el populismo surge cuando un conjunto de sectores de la sociedad es excluido, ignorado o descalificado como interlocutor. Por eso el fenómeno no es un tipo de movimiento -identificable con una base social especial o con una determinada orientación ideológica- sino una lógica política que articula un discurso de confrontación.

Los liderazgos carismáticos y providenciales son propios de este modelo. En el discurso superficial y emocional de las redes y en el contexto super simplificador del esquema “pueblo y líder contra la oligarquía” crecientes masas humanas comienzan a pensar que los problemas económicos se resuelven con rapidez y facilidad una vez que una “autoridad legítima” ha llegado al poder. El fenómeno político de Trump exhibió muchas de estas características y logró, además, un reposicionamiento económico importante en sus primeros años de gestión. El pésimo manejo de la pandemia llevó al país a una crisis muy importante pero aún así obtuvo una impresionante cantidad de votos de una amplia franja antes silenciosa y ahora crecientemente activa.

En los populismos se identifica al líder con la totalidad de la patria, la nación o el pueblo. La retórica discursiva plantea una cosmovisión sobre la base de dicotomías irreconciliables: “el pueblo” versus “la oligarquía” y “la Nación” versus “lo extranjero”. La potencia discursiva del líder está en su capacidad de representar lo primero. El enemigo interno es una de las imágenes más reveladoras de los populismos en general. Acelerados por el poder de las redes, los mensajes que plantean falsas opciones terminales (pueblo y antipueblo; aliados y traidores; trabajadores y burgueses rentistas; nacionales y extranjeros, etc.) adquieren fuerza y vigor y movilizan la participación en términos de una adscripción acrítica e incluso fanática. Esto se vio con nitidez en los últimos años en EE.UU.

El fenómeno de Trump no es aislado ni casual. El mundo, entre tantos desafíos que enfrenta hoy, tiene por delante uno crucial: cómo recrear una política que actúe sobre valores de convivencia y no de interposición y enfrentamiento. Desafíos que nos interpelan.

(*) Puede ampliarse sobre el tema en Aguirre, Julio Leónidas y Montbrun, Alberto; “Temas de Teoría Política Actual. Un enfoque sistémico”; Comunidad Editora Latinoamericana, Buenos Aires, 2019.


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