Su muerte reciente nos llevó a recuperar este encuentro cálido y memorable. Hasta siempre.
Tiene una de las tiendas más antiguas del pueblo, llegó a la Argentina expulsado de su patria natal con una familia dividida y experiencias que marcaron su identidad. A los 86 años, Cecidio comparte del otro lado del mostrador su historia con el Correveidile.
- ¿Cómo era Chacras de Coria hace 50 años?
- ¡Ahhh! Éramos los fundadores de Chacras, se sentía el perfume a jarilla, a flores, también al guano de los caballos porque había huertas y chacras. Estaba la bodega que llegaba al fondo, hasta la vía del tren, había una fábrica de aceite de oliva. Hubo una clase privilegiada que se dio cuenta que este lugar era especial entonces invadieron Chacras. Ahora están los políticos traficando drogas, pasa de todo…
- ¿Qué más recuerda de esa época?
- Uh, en ese entonces veníamos con el espíritu de producir y trabajar, fabricábamos vinos, mandábamos a Buenos Aires, le habíamos puesto nuestro apellido como marca, estábamos yo, mi hermano y mi padre. Hasta hemos mandado vino en barco a Mar del Plata… Después se me hizo viejo mi padre, mi hermano falleció a temprana edad, sufría un poco de asma y me quedé solo. En Italia fui campesino, aquí trabajé en mecánica, cervecería y después aproveché el capital que se había formado y seguí con el boliche este. Son varios años que estoy al frente de esto, desde el ´69, cuando falleció mi hermano.
- ¿Cuántos hermanos tuvo?
- Una hermana quedó en Italia, ya tiene 88 años. A ella la vi en el ’93, que me tocó un viaje gratis. Los italianos tuvimos que emigrar; el fascismo no nos dejaba salir, en fin, las ambiciones de los dictadores. Me tocó el servicio militar estando allá, estuve un año en el límite de Austria y Eslovenia. Cuando terminé, preparé la valija y con mi padre y mi hermano tomamos el barco grande y tardamos 18 días en llegar a Buenos Aires. Era un barco mercante que paraba en cada puerto. Mi sobrina que quedó allá tiene ahora 64 años, cuando yo me vine tenía apenas uno.
- ¿Qué pasó con su madre?
- La perdí cuando tenía cinco años, se llamaba Assunta, murió en el parto de mi hermano Gabriel, que también murió en el parto. Mi padre se llamaba Pietro en italiano, o Pedro. Resulta que mi padre se volvió a casar y tuve una hermana, Assunta, porque antes se acostumbraba a poner el nombre de los muertos.
- ¿Y cómo es que llegaron a Mendoza?
- No íbamos bien con el clima de Buenos Aires, muy húmedo. Cuando conocimos Chacras mediante un paisano decidimos quedarnos acá. En el año ’59 le compramos esta propiedad a Doña Carmelita Tejo de Gómez, sería la suegra de la señora que encabeza la biblioteca. Mi casa y la tienda están vinculadas.
- ¿Qué podemos encontrar en su tienda, Cecidio?
- Mira, antes era una tienda de ramos generales y mercería. En ese entonces se trabajaba el Bremer que era una maravilla. Ahora estoy de a poco cambiando de rumbo porque la indumentaria está ya muy quemada, estoy introduciendo blanco: sábanas Palette, John Cartier, acolchados, frazadas, manteles, hay camisas escocesas manga corta fabricadas por italianos, y abundantes telas. En cuanto a la mercería, estamos potenciándola porque es un medio que atrae clientes, se han multiplicado las manualidades en Chacras.
- ¿Formó su familia en Mendoza?
- Sí, me casé a los 62 años con Raquel Freites y luego tuvimos un varón que ya tiene 24, José Alberto Conte. Me hice adulto demasiado pronto por la guerra, el servicio militar, las migraciones y mucho sacrificio. Le relato algo al margen: Resulta que la Cámara de Comercio de Pescara, mi región de Italia, llamó a concurso para historiar la vida del inmigrante, yo concursé y así fue como me dieron el diploma de benemérito con medalla de oro “por haberse afirmado en la Argentina, en el mundo del trabajo y de la profesión aportando lustro y prestigio a la provincia de Pescara”.
- ¿Hace cuánto que no va al médico?
- Una pila de años, soy medio naturista, sé cuáles son los medios para salvarse: estar en el equilibrio térmico. El hombre enferma por desequilibrio térmico, tiene más temperatura en el vientre que en la piel.
- ¿Qué le gusta hacer en su tiempo libre?
- Tengo una huerta donde hay tomate, chaucha, cebolla y calabaza. También hay durazno. Es una maravilla. Hago todo tipo de trabajo. Me gusta leer, me gusta José Ingenieros y “El hombre mediocre”, es el libro de la juventud: rejuvenece. Dice: “La patria está implícita en la solidaridad sentimental de una raza y no en la confabulación de politiquistas que medran a su sombra…” Después dice: “Cuando la miseria moral asola a un país, la culpa es de todos los que por falta de cultura y de ideales no supieron amarla como patria, de todos los que viven de ella sin trabajar para ella”. Tengo un libro ahí que me entretiene: “Magia, la ciencia del futuro”.
- ¿Cree en Dios?
- Yo no me puedo resignar a una creencia dogmática. Dogma quiere decir verdad absoluta y yo no tengo otra verdad que la que poseo. El hombre tiene etapas bien definidas: evoluciona, se nivela y decae. Frente al hombre va a existir siempre el misterio, por eso no me puedo resignar a un credo religioso. Ahora, cuando se tiene una fe intensa, esa persona concentra una poderosa energía para salvarlo. Hay fenómenos energéticos que no podemos explicar. En la primera etapa del ser humano, en la llamada evolución moral, quiere cruzar mares, subir la montaña, cometer hazañas; esas aventuras son los alimentos psíquicos de la vejez, lo ayudan al viejo a hablar del pasado como un libro abierto.