Una historia digna de ser contada, la del magnífico gesto de un grupo de andinistas que bautizó con el nombre de don Ulises un pico que el maestro había intentado ascender hace 65 años.
Por José Félix Suárez – Especial para Correveidile
Leyenda del andinismo, nuestro distinguido vecino Ulises Vitale. Tenía tan solo 17 años cuando en enero de 1955 intentó sin éxito, por la descompostura de un compañero de cordada, hacer cumbre en un cerro de “cincomil” (5.194 metros de altura) en el Cordón del Portillo, departamento de Tunuyán, provincia de Mendoza.
Hoy, 65 años después de aquella increíble aventura que debió abortar a 100 metros del objetivo, aquel pico que parecía hostil e indomable por su difícil acceso, lleva merecidamente su nombre. Un justo reconocimiento de otro grupo de andinistas, que aceptó el desafío de vencerlo y lo logró el jueves 3 de diciembre de 2020, para llamarlo “Ulises Vitale”, en prueba de admiración y respeto por el maestro de tantas generaciones de deportistas que siguieron sus pasos y su noble ejemplo. Además, porque fue el responsable de que intentaran la cima, al entusiasmarlos con la idea de penetrar la roca de una torre aún virgen, luego de más de seis décadas.
Con una visible emoción que le nubla los ojos, Ulises recuerda aquella dura experiencia -de la que es el único sobreviviente-, que compartió junto a sus amigos Jesús Casanova, Alfredo Flury y Richard Gallop, todos miembros en ese entonces del Club Andinista Mendoza. “Partimos con mucha ilusión y plenos de confianza desde el campamento militar de La Remonta, por la quebrada del arroyo Manzano en Tunuyán. Estábamos provistos de lo que más necesitábamos y las mulas transportaban nuestros equipos, carpas y alimentos, porque sabíamos que la misión podía durar varios días, como realmente ocurrió”.
“Hicimos base a los 4.000 metros, donde instalamos nuestro campamento inicial y luego ascendimos un primer cerro, al que bautizamos Fraile. Desde esa cumbre descubrimos otra montaña mucho más alta, un tesoro casi oculto de los llamados “cincomil” y decidimos ir por su conquista. Para hacerlo tuvimos que cambiar de quebrada no sin antes soportar una fuerte tormenta que seguramente debilitó nuestras fuerzas y dificultó nuestra marcha. Pudimos continuar con mucho esfuerzo, pero apenas a 100 metros de la cima la descompostura de nuestro compañero Alfredo (por Flury) nos obligó a regresar preocupados por su salud, de la que afortunadamente se recuperó porque descendimos a tiempo. Más de una vez comenté aquel episodio extrañado de que ese pico permaneciera inconquistable, hasta que un grupo de esforzados andinistas aceptó el reto, lo logró y bautizó ese cerro con mi nombre, algo que me llena de orgullo y agradecimiento”.
El desafío
Los experimentados Lito Sánchez y Heber Orona, además de Gerardo Castillo, Pablo Gonzáles, Claudio Fredes, Ulises Corvalán y Adrián Miranda de María, fueron los integrantes de la nueva cordada, que el jueves 3 de diciembre del año pasado hizo cumbre en esa difícil y hasta entonces indómita montaña, para hacer realidad aquel sueño que permanecía inalcanzable. Fue entonces que en la cima, donde dejaron una hoja de papel con el nombre de los siete, decidieron llamarlo “Ulises Vitale”, en homenaje al eterno maestro.
Fredes, que fue el organizador del nuevo intento, al igual que Castillo, había escuchado el relato de don Ulises: “Sabíamos que era un monte esquivo, de difícil acceso, casi impenetrable. Lo que decidimos primero fue avanzar por la cara Noreste, con la intención de un ascenso más corto y cómodo. Además, en lugar de iniciar la marcha por la Remontada, lo hicimos desde el Manzano Histórico por el arroyo Pircas, siempre en Tunuyán. Cuando llegamos a la laguna del Campanario tuvimos a la vista la cumbre que conquistamos en un último esfuerzo. En la cima, entre abrazos y sonrisas, desplegamos una bandera argentina y decidimos bautizarlo con el nombre de Ulises, al que todos respetamos y admiramos, y quien nos trasmitió su espíritu y desafío para lograrlo”.
